Mientras La Moneda ardía tras ser bombardeada por la Fuerza Aérea el 11 de septiembre de 1973, Allende se dirigió al Salón Independencia, situado en el segundo piso, y cerró la puerta. “Una vez en su interior, se sienta en un sofá, coloca el fusil que portaba entre sus piernas y apoyándolo en su mentón, lo acciona, falleciendo en forma instantánea producto del disparo recibido”, señaló un fallo de la Corte Suprema.