Urge abrir las puertas a la inversión privada.
Es el concepto que maneja el analista Alberto Acosta Burneo, como solución a los graves problemas del país.
En diálogo con “Punto de Orden”, citó que la participación privada aliviaría, por ejemplo, la crisis eléctrica, actualmente limitada a un monopolio estatal, con el argumento de ser “un sector estratégico”.
Sin limitaciones
Para Acosta, es inaceptable que se imponga un límite de generación de 10 megavatios a las empresas particulares.
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Los apagones, anotó, son un problema estructural, y no de lluvias. De ahí que se requiere una reforma jurídica integral, que permita las concesiones.
En su opinión, el mercado eléctrico debe abrirse, de tal modo que cualquiera pueda instalar y ofrecer energía, y los usuarios tengan la libertad de comprar a quien brinde mejores precios.
Esto no afectaría el ámbito social, pues el Estado podría mantener los subsidios a las clases sociales pobres.
Además, se mostró partidario de no invertir más recursos públicos en las refinerías, y dejar que el sector privado asuma la construcción de una nueva, que sería incluso mucho más barata y eficiente.
Puertos, un buen ejemplo
El experto hizo notar que la participación privada funciona, y como ejemplo citó el tema portuario, donde se han invertido 1.200 millones de dólares en la modernización de instalaciones, que a futuro quedarán para beneficio del Ecuador.
El único puerto que no registra avance alguno, agregó, es el de Esmeraldas, que sigue en manos del Estado, y debido a la falta de recursos permanece estancado.
En cambio, el de Manta significará en utilidades para el país 644 millones de dólares.
Acosta precisó que el objetivo básico no solo debe ser recaudatorio. También es fundamental la potenciación de nuestra infraestructura, de tal modo que sea competitiva a nivel internacional.
Problemas en el país
En otro ámbito, el analista citó el grave problema que vive el sector agrícola, a consecuencia del alto precio del maíz. Debido a las medidas de protección a los productores locales, se vende a 20 dólares el quintal, cuando importado costaría menos de 15 dólares.
Esta diferencia de precios, dijo, encarece la cadena de la proteína, y repercute en los precios finales de la carne de pollo y la carne de cerdo, así como en los huevos.
De ahí que plantea liberar los precios, y dejar que el mercado sea el que determine el valor real.