En el Cuartel Modelo se levantó una capilla.
Su gorra policial fue colocada sobre el féretro que estaba cubierto con la bandera de Ecuador. Así permaneció durante horas la caja mortuaria que contenía el cuerpo de Verónica Songor Tapia.
El Cuartel Modelo, lugar en el que algunas veces formó al ser asignada en Guayaquil, fue el sitio de su despedida.
Songor no resistió las heridas severas que le provocaron las balas de unos sicarios que el 9 de octubre atacaron la UPC de Socio Vivienda, en el noroeste. Esa madrugada ella estaba en la recepción.
Después de ocho días de batallar en una cama de una clínica del centro murió, sobre las 16:00 del domingo. Tres veces quedó sin signos vitales y fue reanimada. El presidente Guillermo Lasso incluso la dio por muerta la noche del 9 de octubre, en su discurso por las fiestas. Minutos después debió rectificar el dato.
Lojana, de 24 años, Songor llevaba un año y siete meses en la ciudad, cumpliendo su primera asignación policial. Era el arranque de su carrera. Esa carrera profesional que también siguieron familiares cercanos. Por su labor, el Estado le cancela 948 dólares.
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A Songor la despidieron de Guayaquil con honores antes de partir a su natal Loja, donde sus familiares la sepultarán.
