Como numerosos países europeos, Francia se ha visto golpeada este año por varias olas de calor y una sequía excepcional.
Robos de agua, campos de golf regados pese a las prohibiciones, piscinas privadas difíciles de controlar… en Francia, la escasez de agua, vista durante largo tiempo como un recurso inagotable, dispara las tensiones sociales.
Como numerosos países europeos, Francia se ha visto golpeada este año por varias olas de calor y una sequía excepcional.
“¿Es este año realmente excepcional?”, se pregunta un especialista del sector que requiere el anonimato. En el sureste del país, donde vive, los conflictos en torno al agua no vienen de ayer, pero “hoy, se han exacerbado”.
A mediados de julio, en Ardecha (sureste), un departamento del sur de Francia en “vigilancia reforzada” por sequía, fueron robados 400m3 de agua destinados a la lucha contra los incendios.
¿El culpable? Un club de motocross vecino que se la llevó “para llenar la propia reserva contra incendios y la seguridad del párkin durante un concierto”, explicaba el vicepresidente del mismo club, Roger Kappel, a la AFP, reconociendo que no tenían “derecho” a llevarse ese agua.
El presidente de la Comunidad de municipios de la cuenca del Aubenas, en Ardecha, Max Tourvieilhe, se indignaba por el suceso. “Es peligroso (…) no ha caído una gota desde hace meses (…) ¿y hay quien se permite quedarse 400 m3 de agua para un uso privado?”.
En el oeste de Francia, en el departamento de Charente Marítimo, en la costa atlántica, ciertos agricultores riegan sus cultivos ignorando las limitaciones, advierte la oenegé France Nature Environnement (FNE).
“Una minoría de agricultores infringen las prohibiciones y ponen en peligro un bien precioso, un bien común”, denuncia.
‘Mayores consumidores, mayor esfuerzo’
La Francia metropolitana atraviesa una sequía histórica, signo del cambio climático. En julio solo cayeron 9,7 milímetros de lluvia, un déficit de precipitaciones de en torno el 84% respecto a lo normal del periodo 1991-2020, según la previsión de Météo-France.
“Descubrimos que este agua, que creíamos inagotable, es escasa. Se va a hacer más y más escasa en ciertos periodos del año y va a haber que compartirla, considera Thierry Burlot, presidente del Comité de la cuenca del Loira-Bretaña (oeste), entrevistado en la radio France Culture.
Actualmente, todos los departamentos metropolitanos de Francia se encuentran en vigilancia por sequía, con 22 departamentos en alerta reforzada y 68 en crisis.
En este nivel de alerta más elevado, está prohibida el riego de césped, los vehículos o incluso los cultivos, así como el llenado de piscinas. Estas restricciones son válidas para todos- particulares, agricultores e industriales.
Hay que “mantener suficiente agua para los usos más importantes” (agua potable, salubridad, sanidad, seguridad), explica a la AFP Agnès Ducharne, investigadora del Centro Nacional de la Investigación Científica (CNRS).
Pero “estamos en los huesos en términos de recursos de agua: el pastel se reduce, los conflictos se agudizan y esto plantea la cuestión de la legitimidad de usos (…) de la igualdad de tratamiento entre grupos sociales””, analiza Sylvain Barone, encargado de investigaciones y especialista del sector del agua en France Culture.
Cita, por ejemplo, las piscinas privadas de ricas residencias en el litoral de la Costa Azul (sudeste), donde es muy difícil controlar si se llenan o no y que tienen propietarios a los que “les da lo mismo” la factura del agua. O las municipalidades turísticas costeras, que no piensan abandonar sus parterres de flores mientras los pueblos del interior se prestan a reducir el consumo de agua en jardinería.
“Los mayores consumidores deben hacer el mayor esfuerzo”, recuerda Burlot. Ante un bien cada vez más escaso, “se necesita un compromiso” y una mejor gestión “que dure todo el año”, no solo en los meses de carestía, recuerda Thierry Burlot.