La mente nos puede jugar muchas bromas pesadas. Es parte de la maravilla de la creación. Se supone que es nuestra principal ayuda en las actividades diarias, desde las más simples hasta las de mayor complejidad, y sin embargo también nos engaña.
¿Alguna vez escucharon hablar del “Efecto Mandela”? Es muy poco conocido. Se trata de un fenómeno de “recuerdo falso”. Es decir, una treta de nuestro cerebro, que nos hace recordar algo que en realidad no es cierto.
¿Por qué se llama “Efecto Mandela”? Lleva ese nombre por el expresidente sudafricano, Nelson Mandela, fallecido en el año 2013. Además de su lucha contra la segregación racial, es conocido por dar nombre –sin quererlo, por supuesto- al primero y más conocido de los “recuerdos falsos”.
Una escritora estadounidense, Fiona Broome, estaba convencida que Mandela falleció en la década de los 80. Y de hecho “recordaba” detalles de su funeral. Solo que esos detalles nunca existieron, porque el exmandatario seguía vivo.
Es solo el primero de muchos casos, en que la mente nos ofrece imágenes que nunca existieron, pero que las damos como ciertas. Tan verídicas que podríamos jurar que eran reales.
La razón científica es compleja. Los recuerdos de una persona se reconstruyen y acomodan periódicamente, a lo largo de toda su vida. Y si esos recuerdos coinciden con los de otras personas, es muy posible que seamos sugestionados, para acomodar las aparentes vivencias al escenario que nos dicen.
En pocas palabras, si compartimos ciertos recuerdos con alguien, y ese alguien nos da aparentes detalles, los incluimos en nuestra memoria. Y se vuelven tan precisos, que los consideramos nuestros.
Las referencias a esos recuerdos modifican la experiencia propia, cambian las versiones originales y se guardan. Más o menos cuando las aplicaciones se “actualizan”, solo que en este caso vienen con errores.
Hay ejemplos muy interesantes. Las personas mayores –me incluyo- recordamos con afecto los dibujos animados “Looney Tunes”, creados hace casi un siglo. Muchos de nosotros juraríamos que el nombre original era “Looney Toons”, ya que “toons” se asemeja más al vocablo inglés “cartón” (dibujo animado), pero no es así.
Qué decir del famoso juego “Monopolio”, que tiene como personaje a un simpático hombrecito vestido de forma elegante. Si preguntan a los fanáticos, una enorme mayoría describirá al muñequito con una característica especial: un monóculo. Sin embargo, jamás fue personificado con el lente, en ninguna versión.
En el episodio 5 de “Star Wars”, el villano Darth Vader le revela a Luke que es su padre. ¿Qué dice la frase original? Antes de repasarla, ustedes dirán: “Luke, yo soy tu padre”. Error. Lo que dice es: “No, yo soy tu padre” (porque segundos antes el joven héroe acusó a su antagonista de matarlo, según le relató Obi-Wan Kennobi). Y no es necesario revisar el doblaje. Es similar en inglés y en español.
¿Quieren algo más moderno? Revisen la lista de emojis en sus teléfonos celulares, aplicación WhatssApp, y busquen al “ladrón”. ¿Seguro que estaba ahí? Nunca estuvo, pero todos, o casi todos, pensamos que existía.
Y qué decir del famoso Pikachu, personaje de la franquicia Pokémon (1998). ¿Recuerdan su cola? ¿Tenía algo de particular? Si dicen que contaba con una franja negra, serán otras de las víctimas del “Efecto Mandela”. Pero tranquilos: no son los únicos.