El secreto del éxito del manejo de las empresas públicas parte por manejarlas con criterios de empresas privadas, minimizar el poder de los políticos y premiar por los buenos resultados.
Las empresas que funcionan bien son las que tienen en común tres objetivos básicos: ganar dinero, ser eficientes y ser capaces de aprovechar al máximo sus recursos. Esto, sin embargo, no está dentro de las directrices de las empresas públicas que se han creado en el país durante los últimos 40 años.
Nelson Baldeón, empresario vinculado al sector petrolero y energético, explicó que Ecuador tiene las terceras mayores reservas de crudo en América Latina. Pese a esto, la producción nacional, a través de Petroecuador, está llena de ineficiencias; poca transparencia y cada cuatro meses se ha cambiado de gerente.
El resultado es que se han perdido oportunidades de atraer inversiones y el bajo número de barriles producidos al día está a la baja
A esto se suman los escándalos de corrupción, que son la consecuencia de un pésimo manejo económico, donde predomina, de acuerdo con Carlos Hurtado, economista y docente, la ideología y el cálculo político antes que los criterios empresariales.
Los mecanismos que utiliza la corrupción para enquistarse en las instituciones son el último eslabón del problema.
Dinero de todos y de nadie
En los últimos 40 años, los gobiernos han usado a las empresas públicas como caja chica; y las transferencias, en lugar de ser resultado de planes empresariales serios, se acomodan a las necesidades coyunturales y los gastos más convenientes para los políticos.
En otras palabras, el saqueo público, que se ve de manera clara en Petroecuador, ha provocado que sea prácticamente imposible hacer planes de inversión a mediano y largo plazos.
Esto debido a que si no se tiene seguridad de cuánto dinero se tiene para operar, las empresas públicas no invierten y se firman contratos sin ninguna planificación.
Expertos como Fernando Reyes, vicepresidente del Colegio de Ingenieros Petroleros, han señalado por años que uno de los problemas de fondo de Petroecuador es que genera miles de millones de dólares; pero no tiene un presupuesto autónomo.
Da lo mismo perder
En el sector privado, si la empresa pierde dinero, el propietario y los directivos también. En el sector público no existe un gran interesado en que a las empresas estatales les vaya bien.
En casi todos los casos, los directivos son colocados a dedo por políticos. Son funcionarios que van a cobrar un salario por poco tiempo (la inestabilidad es la regla); sin que estén capacitados para el puesto.
La semana pasada generó revuelo unas declaraciones del ministro de Energía, Fernando Santos Alvite, con respecto a que el actual gerente de Petroecuador, Hugo Aguiar, no cumple los requisitos mínimos.
Alvite dijo que hay que conformarse con “lo que da la tierrita”, porque los mejores perfiles del sector petrolero no quieren ir a la empresa pública.
La razón de fondo, más allá de que los sueldos para la posición de gerente son mucho mayores en el sector privado que en el público, es que como directivo estatal se sabe de entrada que el puesto es de muy corta duración y depende de motivaciones políticas.
Además, hacer las cosas bien representa un montón de problemas: negociaciones duras con proveedores, despedir trabajadores, discutir con funcionarios. Al final, lo más rentable es perseguir objetivos personales: contactos para oportunidades de negocios o empleo y ganar el sueldo mientras se pueda.
Escasa transparencia
El problema tampoco se resuelve poniendo a un empresario a dirigir las dependencias públicas; si antes no existe transparencia.
Aunque haya buenas intenciones en la dirección, las empresas públicas tienen cuentas financieras poco fiables, no se siguen estándares internacionales y tampoco existen formas objetivas de medir el rendimiento.
El mismo ministro Santos Alvite reconoció que ninguna de las cuatro grandes empresas de auditoría a escala mundial (Big Four) quisieron auditar las cuentas de Petroecuador porque esa empresa es considerada completamente corrupta.
En la mayoría de casos, los directivos de empresas públicas se dedican a apagar incendios (problemas de corto plazo) y se ven abocados a confiar en reportes poco transparentes de subordinados.
“Hay que restringir el poder de los políticos sobre las empresas públicas. Los directivos no deben ser cargos fusibles puestos a dedo. Y se debe apuntar a generar una verdadera carrera en el sector público y no ha contratar vía recomendaciones y palancas” añadió Hurtado. (JS)
Algunas soluciones
Las soluciones no son rápidas ni sencillas; pero un paso que debería tomarse en serio, luego de los anuncios fallidos durante el Gobierno de Lenín Moreno, es sacar a bolsa un porcentaje de cada empresa pública, manteniendo la mayoría de las acciones en poder del Estado.
En Ecuador, la privatización es mala palabra, pero esta sería una vía intermedia. Los accionistas minoritarios pueden presionar para que las empresas sean rentables.
Otra acción es cambiar la forma en que se nombra a los directivos, que deben tener formación adecuada y ser designados con ayuda de colegios y gremios profesionales.
Mientras se concretan las auditorías financieras, se deben implementar Informes detallados de las operaciones diarias.
Se deben comparar los resultados con los de los mejores ejemplos internacionales.
A noviembre de 2022, solo en cinco de 12 empresas públicas se perdieron $135 millones.
Las empresas supuestamente más rentables como Petroecuador no tienen balances auditados y es imposible saber realmente cuál es su salud financiera.
Fuente: La Hora