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El mejor City de Guardiola levanta la Copa de Inglaterra

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Ultima actualización: 2023-06-03 15:17:30

El País .– Dos goles de Gündogan en Wembley (2-1) derriban al United y consagran el doblete para la versión más depurada del equipo del técnico español, que el próximo sábado disputará la final de la Champions

 

Pep Guardiola se echó a llorar mientras recorría la cancha de Wembley abrazando a sus jugadores. A punto de cerrar su octava temporada en Inglaterra, acababa de ganar su segunda Copa al frente de la mejor versión de su Manchester City, esta vez coronado por Erling Haaland. El goleador más espléndido del mundo no marcó en la final, pero ha dotado al equipo de una dimensión nueva en la que resultan más desequilibrantes que nunca los mediapuntas volantes como De Bruyne, Bernardo Silva y Gündogan. El alemán fue el autor de los dos tantos de su equipo. El primero con la derecha, el segundo con la izquierda, ambos de media volea desde la frontal del área. Dos bolas de demolición para el Manchester United, que se quedó sin respuestas suficientes para remontar el duelo ante un vecino que adquiere dimensión de gigante.

 

La secuencia fue mayestática. El Rey Guillermo cantó Dios Salve al Rey, el árbitro pitó el comienzo, Ilkay Gündogan puso el balón en juego entregándoselo a su portero, su portero lo envió a 70 metros de distancia, a que Haaland y De Bruyne lo pelearan en los cielos, y cuando quedó botando al borde del área del United fue el propio Gündogan el que lo enganchó con el empeine. No había transcurrido ni medio minuto. El tiro entró como un suspiro, por la escuadra izquierda de David de Gea. El español lo vio pasar de hinojos. Se incorporó y durante un instante lanzó una mirada resentida al ángulo ya vacío por el que hacía unos segundos había pasado la pelota. La portería es enemiga de los porteros.

 

Así comenzó la primera final de Copa que disputaron el United y el City en 152 años de historia. El trofeo más antiguo del fútbol fue el penúltimo obstáculo que se presentaba entre el equipo de Guardiola y el triplete: conquistadas la Copa y la Premier, le queda la Champions para lograr una gesta que en Inglaterra únicamente alcanzó el United de Alex Ferguson. El patriarca observó los acontecimientos desde la tribuna, triste. De momento, la senda del City tiene apariencia de autovía de seis carriles. Gündogan los ha pavimentado y ha plantado las farolas.

 

El guión de la final se ejecutó según lo previsto. Incluso, después del 1-0. El United se agazapó alrededor de Casemiro, cual monumento al mediocentro en una plaza roja. “¡Calm, calm, calm…!”, gritaba el brasileño. Nada de emprender expediciones de riesgo. Todos a esperar mientras el City dominaba el balón y el campo. Provisto de varios motores, el equipo azul manejó el partido con cierta comodidad, a la espera de que su adversario saliera de su campo a presionar. Se apañó con una línea de tres, con Días en el medio, Akanji a la izquierda y Walker a la derecha; liberó a Stones en funciones de interior cada vez más suelto por delante de Rodri; y atacó alternativamente con el batallón de mediaspuntas explotadores de los carriles que abría Haaland con sus desmarques. El City es un equipo reventón. Guardiola ha cerrado otro círculo.

 

El City controlaba la situación sin grandes esfuerzos cuando Bruno Fernandes, el único capaz de generar situaciones peligrosas, colgó un balón aparentemente inerme sobre el área de Ortega. Wan-Bissaka lo disputó con Grealish, que lo tocó con la mano tras la dejada de cabeza del lateral. El VAR decretó penalti. Fernandes metió el 1-1 y David Beckham, en el palco, lo celebró abriendo las costuras de su traje de lana fría. Los dos equipos se fueron al descanso emparejados.

El rey y Guardiola

El United siguió especulando alrededor de la mole de Casemiro. Juntas las líneas, Haaland se pasó largos periodos sin tocar la pelota, mientras que Stones, que alternaba la defensa con la mediapunta, se metía entre líneas para combinar. Los toques dieron pocos frutos pero el United tampoco consiguió robar la pelota en disposición de generar ocasiones nítidas. Antes que las recuperaciones, prevalecieron las faltas. De una falta provocada por De Bruyne en la banda surgió el 2-1. Gündogan remató de aire, rápido, sin dejarla botar. La pelota salió escupida, mordida, botando entre las piernas de Casemiro y Varane, hasta meterse junto al palo derecho de De Gea. El portero apenas pudo lucirse. Hizo una buena parada a Haaland antes del final, cuando el partido se descompuso.

 

El United acabó encomendándose al intrépido joven Garnacho, autor de un tiro al palo. Entremedias colgó centros laterales para que los cabeceara Weghorst o McTominay. El City reaccionó replegándose y resistiendo. Los minutos de descuento añadieron emoción más que armonía. Cundieron el descontrol y los sentimientos desbordados en el banco ganador, en donde Guardiola parece ser consciente de que está a centímetros de conseguir algo que ningún entrenador ha logrado jamás. Su intercambio con el rey Guillermo, mientras recibía la medalla, evocó efusiones de barra de bar. Le espera Estambul, la final de la Champions, el próximo sábado, como un último aro de fuego camino de la eternidad.

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