La Cárcel Regional de Cotopaxi se maneja ahora bajo nuevas rutinas, una vez que elementos de las Fuerzas Armadas asumieron el control total de este centro.
Cerca de 1.200 militares tiene ahora el poder de la prisión, donde los últimos años se reportaron numerosos motines e incidentes, con un alto saldo de víctimas mortales.
Con el nuevo régimen, mujeres militares se encargan del manejo de las 441 reclusas, a quienes muy temprano obligan a despertarse, cantar el Himno Nacional, realizar ejercicios, desayunar y, por último, cumplir determinadas tareas. Solo entonces pueden volver a sus celdas.
Por su parte, en los 18 pabellones de varones, cerca de 1.000 soldados custodian a los casi 4.000 reos, mientras realizan tareas similares, pero separados de las internas.
Soldados de élite permanecen en los techos, atentos a reprimir un eventual motín, que felizmente no ocurre ya.
Todos los presos deben efectuar ciertas tareas, sea en limpieza, jardinería, sacar la basura o retirar la comida.
Los alimentos se consumen en grupos, bajo estrecha vigilancia de los militares, pero como paso previo deben orar.
Los internos deben lucir su uniforme naranja y el cabello corto. Se han suprimido todos los privilegios que algunos tenían, lo cual ha caído muy bien a los demás, quienes señalan que ya no se producen revueltas ni peleas.
Incluso Daniel Salcedo, deportado hace poco de Panamá, e implicado en el “Caso Metástasis”, es uno más dentro del grupo.
Los guías ahora solo realizan vigilancia externa.