Muy pocos países, así como contados activistas políticos, reconocen un supuesto triunfo de Nicolás Maduro, en las elecciones generales de Venezuela, realizadas el domingo pasado.
Muchos más son los estados que denuncian fraude, y que llaman a una auditoría al escrutinio, en vista de las enormes diferencias con los sondeos previos, las graves irregularidades detectadas durante la jornada electoral, y las violentas acciones implementadas por el chavismo para evitar que el proceso sea vigilado por la oposición.
A nivel internacional, los gobiernos de China, Rusia e Irán, cercanos al régimen de Nicolás Maduro, dieron por válidos los aparentes resultados, que permitirían al mandatario permanecer en el poder otros 6 años.
Vladimir Putin, presidente ruso, llamó a “proseguir nuestro trabajo constructivo sobre la actual agenda bilateral e internacional. Recuerde que usted siempre es bienvenido en tierras rusas”, dijo, en alusión a Maduro.
Parecido criterio esgrimió China. El portavoz de la Cancillería, Lin Jian, recordó que con Venezuela “son buenos amigos y socios, que se apoyan mutuamente”.
No se quedó atrás el portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, Naser Kananí. En su cuenta de “X”, antes Twitter, señaló: “Felicitamos al pueblo y al gobierno de Venezuela por la exitosa celebración de las elecciones presidenciales en este país, así como al presidente electo del pueblo venezolano”.
En cambio, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, se mostró “seriamente preocupado” por la validez de los resultados electorales, pues teme que “no reflejen la voluntad de los votos ni del pueblo venezolano”.
Asimismo, el alto representante de los Veintisiete para Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, consideró necesario asegurar “la total transparencia del proceso electoral, incluyendo el conteo detallado de los votos y el acceso a las actas de votación de mesas electorales”.
Maduro está en el poder desde el 2013.
