La familia de Nelson Mandela se preparaba ayer para lo inevitable, con una reunión de varios familiares en Qunu (sur), el pueblo donde vivió su infancia el expresidente sudafricano, que seguía hospitalizado “sin cambios” en su estado crítico, según informó el gobierno.
Una de sus hijas y varios nietos llegaron a la casa que el exprisionero y militante anti-apartheid se hizo construir después de ser liberado de la cárcel al caer el régimen racista.
“Es una reunión de AmaDlomo”, dijo uno de los participantes que requirió el anonimato, refiriéndose a una rama del clan Thembu, al cual pertenecen los Mandela. Ningún miembro de la familia quiso hablar del orden del día, pero rumores dan cuenta de divergencias sobre el lugar en el que debe ser sepultado Mandela.
Oficialmente Mandela, de 94 años, debe ser enterrado en Qunu. “Mi familia está aquí y quisiera ser enterrado aquí, en la casa”, había declarado Mandela en el 2003.
Sin embargo, algunos allegados prefieren que sea enterrado en Mvezo, su aldea natal, situada a unos 40 km de Qunu.
Los sudafricanos parecían resignados a tener que decir adiós, inevitablemente, a Mandela. Madiba, como se lo llama con cariño, es reverenciado por la mayoría de los 53 millones de habitantes que lo consideran el arquitecto de la transición pacífica de 1994 a una democracia multirracial después de tres siglos de dominio blanco.