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Ecuador: junio 23, 2025

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Uribe, cada vez más cerca del banquillo de acusados y más lejos del ala de la Fiscalía

El País .- La justicia desestima, por segunda vez, la petición del fiscal de archivar la causa contra el expresidente por manipulación de testigos y fraude procesal   El expresidente Álvaro Uribe quiere ser un presidente histórico, de los que aparecen en negrita en los libros de texto. Una de sus colaboradoras, en un exceso de grandilocuencia, dijo una vez en público que ya percibía el brillo del bronce en él. Uribe escuchaba azorado. Sus ochos años de gobierno a principios de siglo cambiaron el rumbo de Colombia y, si por él fuese, habría permanecido otros cuatro más. En lugar de eso puso a los dos presidentes siguientes, candidatos elegidos a dedo por él. El uribismo era entonces una fuerza predominante en el país. Con el tiempo, su ciclo político se fue desgastando y la nación acabó en manos de Gustavo Petro, su némesis. Uribe teme que su legado se borre como las olas del mar deshacen las huellas de la arena.   Su mayor preocupación, según los que le rodean, es acabar siendo el primer presidente condenado de la historia de Colombia. Uribe está empantanado por un caso que arrancó en 2018 y del que quiere desembarazarse a toda costa. Por ahora no lo ha conseguido, pese a que maniobró para que cayese en la Fiscalía General, en manos de un fiscal elegido por uno de los presidentes que puso en la silla, Iván Duque. Los jueces, por ahora, han evitado el archivo de la causa. La segunda vez, este martes, cuando una jueza rebatió los argumentos de la Fiscalía para desestimar la causa por manipulación de testigos y fraude procesal. Verlo sentado en el banquillo de los acusados cada vez parece más probable.   En este tiempo, el presidente ha limitado sus apariciones en público. Ha salido poco de su zona de confort, se limita a aparecer en foros donde se siente respaldado o en actos de su partido, donde es poco menos que un Dios. Pasa largas temporadas rodeado de caballos en su finca antioqueña o en la cordobesa, lejos de Bogotá. El caso ha minimizado las apariciones de un hombre que marcó durante casi dos décadas la agenda del país. Le ha afectado tanto que nunca quiere hablar a solas con nadie en una habitación, siempre pide que haya un testigo. Sus palabras se registran como si fuera acompañado de forma perpetua por un notario.   El astuto Petro, nada más llegar al poder, señaló a Uribe como su opositor principal. Fue una forma de desactivar a los que quisieran sacar cabeza y de paso de empoderar a un enemigo político que estaba en sus horas más bajas. A la derecha de Petro se sienta el senador Iván Cepeda, quien empezó todo este laberinto judicial. Uribe demandó a Cepeda por manipulación de testigos —el senador insistía en que el expresidente tenía nexos con paramilitares— y, cuando la Corte investigó el caso, consideró que quien podía estar falseando información era Uribe, que intentaba enlodar a Cepeda.   El hombre de confianza de Petro maneja un discurso de reconciliación y perdón, similar al que se produjo en Irlanda del Norte con el fin del IRA. En su cabeza está formar un gobierno de concertación en unos años, cuando el país esté preparado. Cuando se le pregunta si ese entendimiento pasa por indultar a Uribe, Cepeda guarda un enigmático silencio. Su nombre ha salido en algunas de las reuniones que han mantenido Petro y Uribe, aunque este asunto no se ha tratado de manera tan frontal. Por supuesto, fue en presencia de testigos.   El organizador de estos encuentros entre los expresidentes que han dejado con la boca abierta a los colombianos es el abogado Héctor Carvajal, desconocido hasta ahora. Carvajal defendió a Petro cuando fue destituido e inhabilitado como alcalde de Bogotá y tiempo después se hizo cargo de un caso que implicaba a los hijos de Uribe. Uno y otro estiman a este jurista hecho a sí mismo, que ejerce también de cojuez —juez sustituto—en el Consejo de Estado y en la sala penal de la Corte Suprema de Justicia. El rumor más extendido entre los profesionales vestidos de toga es que Carvajal podría ser el siguiente fiscal general, después de Francisco Barbosa, a quien en la Casa de Nariño, la residencia presidencial, consideran un opositor de facto. En los próximos meses, Petro debe enviar a la sala penal de la Corte Suprema una terna de candidatos para suceder a Barbosa, que en febrero abandonará su cargo y dejará un poco más huérfano a Uribe.   Petro podría promocionar a alguien leal, un amigo personal, que de paso tiene el afecto y el cariño de Uribe. La jugada, en teoría, beneficiaría también al expresidente, aunque tal y como se está comprobando son los jueces los que le encaminan al banquillo. “Tiene derecho a un juicio justo. Es más de lo que tuvieron miles de personas durante sus gobiernos”, dice el periodista Daniel Coronell, con quien Uribe tiene varias denuncias cruzadas. El camino se acaba y no queda mucho para que se sepa si acaba en el banquillo de los acusados, donde nunca se imaginó. Una condena que mancharía el brillo del bronce.

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Bukele sustituye a Uribe como inspiración de la derecha en Colombia

EL PAÍS .- La admiración por el presidente de El Salvador crece entre figuras como María Fernanda Cabal mientras Petro lo busca como enemigo.   Un nombre de origen árabe ha entrado de lleno en la política colombiana. Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, se abre paso como nuevo representante de la polarización. Al mismo tiempo, la figura de Álvaro Uribe, que hasta ahora había ocupado ese lugar, se ha difuminado en los últimos tiempos. Entre la oposición tampoco hay un líder que lo releve. La buena y extraña relación entre el expresidente y Gustavo Petro ha dejado vacío el hueco del antagonista, necesario para una figura como Petro, que creció políticamente desde la confrontación al uribismo. El joven autócrata salvadoreño ha ocupado ese espacio con gusto. El presidente de Colombia ya tiene con quien pelear y la derecha más radical ha encontrado a quien encumbrar. Bukele se deja querer: “Creo que iré de vacaciones a Colombia”, dijo en Twitter.   El primero en nombrar al salvadoreño fue el propio Petro, aunque sus palabras podían haber pasado desapercibidas. En un acto en Bogotá, el presidente se refirió a la política de seguridad de su homólogo centroamericano: “El presidente de El Salvador se siente orgulloso porque redujo la tasa de homicidios a partir, dice él, de un sometimiento de las bandas que hoy andan en esas cárceles, en mi opinión, dantescas”. Bukele colgó el vídeo en su perfil de Twitter: “Los resultados pesan más que la retórica”, le contestó.   Ahí se abrió la veda. Empezó un intercambio de mensajes en la red social que se mantiene con el paso de los días. Los ataques entre ambos han ido en aumento. En uno de ellos Bukele interpela al colombiano: “No entiendo su obsesión con El Salvador. ¿No es su hijo el que hace pactos bajo la mesa y además por dinero? ¿Todo bien en casa?”. Un golpe bajo contra Petro, que días antes había solicitado a la Fiscalía que abriera una investigación a su propio hijo por corrupción. Nicolás Petro está la mira de la justicia por supuestamente utilizar su apellido para quedarse con dinero destinado a la campaña a la presidencia de su padre.   Petro, conocido por su afición a tuitear y no evitar ningún charco, respondió retador: “Estimado presidente Nayib, todo bien en mi casa. Aquí existe la presunción de inocencia, principio universal. Aquí el presidente no destituye ni jueces, ni magistrados; lucha por una justicia más autónoma y fuerte. Aquí en Colombia profundizamos la democracia, no la destruimos”. Así han seguido varios días. Este mismo jueves, aunque sin citar a Bukele, Petro se refirió a las cárceles salvadoreñas como “campos de concentración”.   El filón estaba servido para la derecha, tan huérfana de líderes desde las pasadas elecciones, donde los partidos tradicionales ni siquiera alcanzaron la segunda vuelta. La primera en entrar a la batalla en defensa de Bukele fue María Fernanda Cabal, senadora del ala más radical del uribismo. “Presidente Nayib Bukele, Gustavo Petro jamás construyó un colegio y menos una universidad. Lo que sí hizo fue promover centros de consumo de drogas, en vez de rehabilitar adictos”. Se refería a su época como alcalde de la capital.   Días después, la revista Semana, de tendencia conservadora, dedicó su portada al presidente de El Salvador. “El milagro Bukele”, tituló. Una referencia religiosa para un hombre que ya se presenta ante su pueblo como un “instrumento de Dios”. La publicación narra la carrera presidencial del joven mandatario, de 41 años, obviando deliberadamente algunos detalles no menores. Por ejemplo, se limita a decir que aspira a la reelección, pero no cuenta que la Constitución lo prohíbe. Tampoco explica su deriva autoritaria, su mangoneo sobre la justicia, sus abusos contra los derechos humanos amparado en un único fin: acabar con las pandillas. En solo dos semanas, Semana ha publicado más de 15 noticias sobre el salvadoreño.   El fenómeno Bukele que aterriza ahora en la política colombiana no es único. Más allá de su popularidad avasalladora en El Salvador por la caída espectacular de la violencia, que supera el 90%, sus vídeos, perfectamente coregrafiados, circulan en los chats de whastapp de tendencia ultraderechista de todos los países de América Latina y hasta de España. Una política de mano dura que genera tanta atracción en unos como rechazo en otros. Un episodio ya conocido en Colombia, en el que se prioriza la reducción de la violencia a la salud de la democracia. Países como Costa Rica ya han anunciado que copiarán el modelo Bukele.   Organismo internacionales han llamado la atención sobre los abusos en el país, que ha aumentado su política propagandística. En los vídeos que se difunden, con música ambiente y planos cinematográficos, se ven a miles de pandilleros sometidos, esposados de pies y manos y vestidos con un calzón blanco, durante su traslado a la supercárcel de máxima seguridad que Bukele inauguró hace un mes. Una prisión con espacio para 40.000 presos, lo que la convertiría en la mayor del mundo.   La senadora Cabal ya ha convertido en apuesta política su política de seguridad: “Prometo que vamos a replicar el modelo de Bukele en Colombia para que los niños puedan crecer con sus padres. No vamos a perdonar bandidos y no vamos a dar impunidad”, dijo en Twitter. La derecha tiene un nuevo ídolo. El presidente ya encontró enemigo.

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