La caída de Danilo Rueda pone en alerta al resto de ministros: “Nadie es intocable”
El País .- El presidente Gustavo Petro quiere resultados en el corto plazo y para ello no dudará en prescindir de quien sea necesario “Nadie es intocable”, desliza una fuente de la Casa de Nariño, la residencia presidencial de Colombia. Gustavo Petro quiere resultados en el corto plazo que saquen del letargo a su Gobierno y para ello no dudará en prescindir de quien sea necesario, como ha sido el caso de Danilo Rueda, el comisionado de Paz al que ha destituido de la noche a la mañana y sin mayor consideración. Los miembros del Gabinete saben que, llegados a este punto, ninguno es indispensable. El presidente, insisten estas mismas fuentes, considera que todo marcha muy despacio y que ya ha dado demasiado tiempo a algunos proyectos que no terminan de arrancar. El ministro que no cumpla con esos plazos tendrá los días contados. Petro tiene fama de cortar cabezas sin miramientos desde su época como alcalde de Bogotá, entre 2012 y 2015. Era común que provocara crisis en su Administración que concluían en cambio de nombres en los cargos más relevantes. Los que le conocen señalan que puede tener paciencia, pero que de repente, de un momento a otro, se le puede agotar y actuar de manera tajante. El caso de Rueda sirve como ejemplo al resto de funcionarios. En las últimas semanas ha habido rumores de cambios de ministros y de asesores muy cercanos, pero por ahora no son más que eso, conversaciones en voz baja en Palacio. Sin embargo, todo el mundo está alerta. “Al presidente le trasnocha no conseguir resultados en breve”, añaden. Hay varias señales de que la destitución de Danilo Rueda sorprendió a los involucrados, a pesar de que el alto comisionado había sufrido un evidente desgaste e incluso había congresistas que pedían insistentemente su renuncia. La decisión no se había comentado en sus círculos cercanos. La Oficina del Alto Comisionado de Paz incluso había convocado para este jueves una rueda de prensa que debió cancelar después del mensaje del mandatario. Más allá del escueto trino presidencial, en Casa de Nariño guardan como un secreto qué fue lo que detonó, la razón última, el despido de Rueda. En el Gobierno de la paz total, que implica dialogar en simultáneo con todos los grupos armados, la posición del comisionado cobra una enorme relevancia. Es la política bandera del presidente, para bien o para mal. Danilo Rueda impregnó el cargo con su personalidad. Sus críticos apuntan que solía caer en la improvisación en una posición que requiere estrategia. En el camino, tuvo fricciones en varios momentos con el ministro de Defensa, Iván Velásquez. En especial en torno a las negociaciones con las disidencias del llamado Estado Mayor Central. Incluso sostuvieron un tira y afloja sobre la presencia de militares en el corregimiento de El Plateado, un pueblo del cañón del río Micay, en el Cauca, donde operan los disidentes. También se mostró desarticulado con el ministro de Justicia, Néstor Osuna, ante la necesidad de un marco jurídico para el sometimiento de los grupos que no tienen un estatus político (y del cual todavía carece la paz total). Todas esas escaramuzas pudieron haberle hecho tambalear. Más allá de los desencuentros en el alto Gobierno, la salida de Rueda, que por momentos parecía omnipresente, implica un remezón considerable y ha puesto a todos los ministros en alerta. Sienten sus cargos amenazados. Petro se ha caracterizado desde sus tiempos como alcalde por ser inescrutable en cada ocasión en que decidió sacudir su equipo. En la Presidencia no ha sido diferente. En el año y medio en el poder, el presidente ya ha tenido dos grandes crisis de gabinete, y otros relevos a cuentagotas. Ya suma 30 ministros, alguna cartera ya ha tenido hasta tres encargados, y solo quedan siete de los 18 ministros originales (en Exteriores, Defensa, Justicia, Trabajo, Ambiente, Vivienda y Comercio). Desde que cumplió un año en el poder, el pasado agosto, no había hecho hasta ahora nuevos ajustes. Varios ministerios arrastran desgaste en la opinión pública, entre ellos algunos de los más codiciados. Como Interior, la cartera más política, en la que Luis Fernando Velasco no ha podido mejorar ostensiblemente la relación con el Congreso que tuvo Alfonso Prada. Defensa, un sector siempre neurálgico para un país que no consigue pasar la página del conflicto armado, con el ministro Velásquez en la diana de la oposición. O la Cancillería, con un Álvaro Leyva eclipsado por la diplomacia presidencial a punta de trinos a la que Petro suele recurrir. Junto a Interior, Defensa y Exteriores, la columna vertebral del Gobierno la completa el ministerio de Hacienda, que permanece en manos de Ricardo Bonilla, quien ya había sido muy cercano a Petro en tiempos de la Alcaldía. Por ahora, las carteras más determinantes se mantienen en manos de los sectores más afines. Pero nadie está a salvo. Las especulaciones acerca de los ajustes del equipo de ministros ―que en Colombia se conocen coloquialmente como gabinetología― vienen desde hace meses. Rueda puede ser el preludio en un momento de expectativa sobre una apertura que incluya a otros sectores políticos, el acuerdo nacional que Petro suele invocar. El Ejecutivo ha entablado conversaciones para armar (o rearmar, en realidad) una coalición más amplia que le permita tramitar una agenda legislativa que incluye reformas que enfrentan muchas resistencias, en especial la que afecta a la salud. Esta semana, Petro sostuvo dos reuniones clave que mostraron un talante más conciliador, una con los grandes empresarios y otra con el expresidente Álvaro Uribe. “No más sonajeros errados”, trinó el propio Petro este jueves al replicar una información que sostenía que Iván Velásquez dejaría su cargo. Para más de un observador, al mandatario le ha llegado el momento de relanzar su Gobierno. Con sus reformas atascadas en el Congreso, el revés en las elecciones regionales de octubre fresco y su popularidad alicaída, el Ejecutivo está en búsqueda de la gobernabilidad extraviada. La esperada remodelación del Gabinete para encarar la crisis refrendada en los comicios, aunque el presidente reniegue de los números de
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