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Venezuela trata de frenar la investigación de la Corte Penal Internacional sobre crímenes de lesa humanidad

El País .- La Fiscalía de la corte rechaza los alegatos de los representantes de Maduro, que dicen no haber recibido el detalle de los delitos. Los jueces del TPI autorizaron la investigación ante la falta de avances judiciales en Caracas Los representantes legales del Gobierno de Venezuela se han opuesto este martes en la Sala de Apelaciones del Tribunal Penal Internacional (TPI) a que la Fiscalía de la institución reanude las investigaciones sobre abusos de los derechos humanos supuestamente cometidos en el país en 2017, y que pueden constituir crímenes contra la humanidad. Alegan no haber recibido información detallada por parte del fiscal, Karim Khan, sobre los delitos en cuestión, perpetrados durante las protestas antigubernamentales que se produjeron en el país sudamericano entre abril y julio de ese año y que causaron más de un centenar de muertos. La Fiscalía del TPI abrió una investigación formal en 2021 y firmó un acuerdo de colaboración con Maduro. Un año después, Caracas dijo que los jueces venezolanos estaban trabajando en el caso y, por lo tanto, el TPI debía retirarse porque solo puede actuar si el país en cuestión no puede o no quiere hacerlo por su cuenta. En 2022, sin embargo, el fiscal jefe, Karim Khan, pidió que se reanudaran las indagaciones ante la falta de avances en el país. Los delitos investigados incluyen ejecuciones extrajudiciales, torturas y detenciones arbitrarias, y fueron perpetrados durante las protestas antigubernamentales que tuvieron lugar en el país caribeño entre abril y julio de 2017. En ese periodo, el Tribunal Supremo había bloqueado las competencias de la Asamblea Nacional, que contaba mayoría opositora, y los venezolanos se lanzaron a la calle. Más de siete millones de ciudadanos han salido de su país desde 2015 huyendo de la crisis económica y la represión gubernamental, según Naciones Unidas. Al principio de la sesión de este martes, Ben Emmerson, uno de los abogados del Gobierno venezolano, aseguró que la Fiscalía “nunca señaló a funcionarios de alto rango sospechosos de alguno de los delitos que se pretenda investigar: no había edades, fechas o ubicaciones específicas de los incidentes, el colectivo o las personas responsables de los mismos”. Debido a que la información recibida era tan general, ha advertido de que “no se pudo responder de forma práctica como estaba previsto y era requerido”. En respuesta, la fiscal Nivedha Thiru dijo que su oficina no estaba obligada a entrar en detalles al principio de la investigación, pero los documentos remitidos a Caracas eran “específicos y suficientes para que el Estado [venezolano] conteste y el fiscal [del TPI] tenga flexibilidad para proteger a las víctimas y testigos dado el contexto”. Para reforzar sus argumentos, ha indicado que en las notificaciones remitidas a Caracas había “calendarios, el ámbito geográfico, el grupo de personas presuntamente responsables y el tipo de crímenes contra la humanidad presuntamente cometidos”. A partir de ese momento, la sesión ha sido un continuo ir y venir de argumentos técnicos rebatidos por ambas partes, con especial énfasis rerspecto a la traducción al español de una serie de documentos considerados esenciales, pero desestimados. Venezuela hizo un envío en español para que fuesen tenidos en cuenta en lugar de hacerlo en francés o inglés, las lenguas de trabajo del TPI. El letrado Emmerson ha recordado que el español es una de las lenguas oficiales de este tribunal y “no es responsabilidad de Venezuela que la Corte ignorara la mayoría de las pruebas presentadas”. La Fiscalía ha respondido que Venezuela sabía que debía traducir esos escritos y que la Sala de Apelaciones no erró al no pedir la traducción, “porque los Estados deben aportar la información requerida en una de las lenguas en las que se trabaja”. Por otro lado, “la información sobre los cinco casos que Venezuela quiere que se admitan es muy limitada y poco específica y no permite al Tribunal señalar que las investigaciones nacionales avancen”. La apelación incluye a la Oficina del Defensor Público para las Víctimas (OPCV en sus siglas en inglés), y su jefa, Paolina Massida, ha resumido así la postura de colectivo: “Les parece que Venezuela no está, ni lo hará en un futuro, investigando los crímenes de sus familiares y amigos”. Para sus representados, el contexto es esencial para definir un crimen contra la humanidad, “y si no se integra la investigación nacional no se puede decir que estén siendo analizados”. En septiembre de 2018, varios países pidieron al TPI la apertura de una investigación por supuestos crímenes contra la humanidad perpetrados en Venezuela desde febrero de 2014. El grupo estaba formado por Argentina, Canadá, Colombia, Chile, Paraguay y Perú, y la solicitud iba acompañada de un informe de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas (OACDH). En ese escrito se documentaban los delitos que investiga la Fiscalía. La entonces fiscal jefe del TPI, Fatou Bensouda, al frente de los exámenes preliminares de este caso, dijo en 2020 que existían “fundamentos razonables para creer que en Venezuela han ocurrido delitos que son competencia de esta corte”. En noviembre de 2021, un nuevo fiscal, Karim Khan, resolvió abrir una investigación para dirimir los crímenes que se hubieran podido cometer bajo el Gobierno de Maduro. Khan y Maduro firmaron un acuerdo de colaboración en Caracas, y el líder chavista advirtió de que “no compartimos la decisión, pero la respetamos”. Un año después, la Fiscalía recibió una solicitud venezolana para que la labor del TPI fuese aplazada en favor de las investigaciones llevadas a cabo por las autoridades nacionales. El principio de complementariedad, que convierte al tribunal en uno de último recurso si el país que puede ser investigado actúa por su cuenta, ha sido invocado también durante la apelación. “Venezuela, como Estado soberano, ya investiga y ha cooperado con el TPI”, ha afirmado el propio Emmerson. Desde 2017, unos 200 miembros de la policía y el Ejército han sido acusados y condenados por violaciones de los derechos humanos, según anunció el Gobierno venezolano el abril de 2022. Según la oposición, se hizo para evitar precisamente una investigación de la justicia internacional. En junio de 2023, y a la vista

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El giro de Bukele con el aborto: de defenderlo a calificarlo de “genocidio”

EL PAÍS .- En El Salvador, la interrupción del embarazo está penada con hasta 50 años de cárcel. La Corte IDH podría obligar al país a reformar la ley en un tema en el que el presidente ha cambiado de opinión, según analistas,para ganar votos.   Es 31 de octubre de 2018. El Auditorio Ignacio Ellacuría de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) está más lleno que nunca. En una de las sillas, un joven y engominado Nayib Bukele, recibido como una rockstar, es abucheado por primera vez en el conversatorio. “En el tema del aborto, únicamente estamos de acuerdo cuando esté en riesgo la vida de la madre”, dice el que se convertiría cuatro meses después en el presidente más joven del continente. Los aplausos de los fans más incondicionales intentan eclipsar los gritos. “Cuando alguien de altos recursos tiene un aborto espontáneo, la tratan […] Y nadie la cuestiona”. Meses después de llegar a la Presidencia, el discurso dio un giro de 180°. “Algún día, nos vamos a dar cuenta de que es un gran genocidio”, dijo en la viral charla con el cantante puertorriqueño René Pérez, Residente.   “No es esquizofrenia”, advierte Celia Medrano, ex coordinadora general de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos de Centroamérica. “Es conveniencia y pura estrategia política. Pasa con el aborto y con todo lo que mueva votos en masa”. Esta tendencia, que los expertos definen como “ideología líquida”, se ha convertido en un patrón durante su controvertido mandato. Basta con recurrir a la hemeroteca para encontrar versiones del presidente antagónicas, también en materia de corrupción o sobre los derechos de la comunidad LGTBIQ+. Moisés Castellanos, estratega en comunicación política, lamenta que sus posiciones “siempre sean flexibles”: “Él siempre testea la percepción de un tema para ser él quien tome la decisión política. Y en eso es un experto. Con Bukele nada, absolutamente nada, es al azar”. Como un espejo, la “flexibilidad” en el discurso ha sido también la norma entre los diputados de Nuevas Ideas, el partido de Gobierno. Si bien en 2017, la diputada Suecy Callejas pedía en sus redes sociales despenalizar cuatro causales del aborto para “garantizar nuestras libertades y autonomía”, la actual vicepresidenta de la Asamblea Legislativa, fue tajante este miércoles: “El aborto no es ni será legal”. Nayib Bukele sostiene una bandera gay junto a miembros de la Asociación Generación de Hombres Trans de El Salvador, durante la campaña electoral de la Alcaldía de San Salvador.RR SS Sus tuits, y los de más de una decena de diputados, no fueron casuales. Este miércoles se llevó a cabo en Costa Rica la audiencia en la la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) del caso Beatriz vs El Salvador. Esta es la primera vez que el máximo órgano judicial de la región investiga explícitamente las consecuencias de la penalización absoluta del aborto que rige en el país desde 1998. En El Salvador, la interrupción voluntaria o no del aborto está penada con hasta 50 años de cárcel. Además, los médicos que ayuden o lo recomienden pueden ser condenados hasta a 12 años de prisión. El presidente, que llamó “fanáticos” a quienes no dejaron abortar a la joven salvadoreña con lupus en 2013, esta vez no se pronunció. Pero sus simpatizantes, fuera y dentro del Gobierno, no tardaron en hacerlo.   “Sin posibilidades de que el aborto se legalice en El Salvador”   “Que quede totalmente claro: mientras Nuevas Ideas sea mayoría en la Asamblea Legislativa, no existe ni la más mínima posibilidad de que el aborto se legalice en El Salvador”, dijo en Twitter Ernesto Castro, el presidente de la Cámara. Un fallo positivo para Beatriz, implicaría un cambio en la legislación más restrictiva de América. Y esta normativa pasaría ineludiblemente por la Asamblea Legislativa, ampliamente oficialista. Morena Herrera, la feminista que preside la Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto, se muestra optimista, a pesar de las declaraciones ultraconservadoras: “El Gobierno tiene claridad de que las sentencias de la Corte IDH son de obligado cumplimiento. Aunque digan que no van a aceptar injerencias de ningún organismo internacional, son un mero discurso coyuntural. Ellos saben que tienen que cumplir”.   Castellanos, sin embargo, se muestra más escéptico. “Aquí ya no existe separación de poderes. No existe ni una sola propuesta gubernamental que vaya en contra del presidente. Lo que le dicen los diputados a Bukele es: ‘Sí, señor presidente. Lo que usted ordene’. Esto, en efecto, lo convierte en el CEO de El Salvador”.   La audiencia en la corte IDH fue un altavoz de la opinión gubernamental frente al derecho al aborto. “Los argumentos de la defensa estuvieron llenos de imprecisiones y usaron mucha información tergiversada y falsa. Lo que dijeron las abogadas es idéntico al argumentario de los grupos antiderechos; permea mucho en la posición oficial”, explica por teléfono Sonia Rubio Padilla, oficial del programa senior de la Fundación para el Debido Proceso. Uno de los dos peritos aportados por las abogadas, el polémico Doctor Rafael Barahona, puede ser de hecho desacreditado como testigo ya que nunca tuvo contacto directo con la víctima, como reconoció tímidamente ante los siete magistrados del sistema interamericano.   La injerencia de los autodenominados grupos “provida” es cada vez más palpable. A finales de 2022, el Ministerio de Educación despidió al director del Instituto Nacional de Formación Docente y anunció una “reestructuración” de la institución, por emitir un programa televisivo de educación a distancia que explicaba el concepto de la orientación sexual. Además, la primera dama ha tomado las riendas de políticas vinculadas con la infancia y la mujer que ignoran cualquier contenido LGTBIQ+ e introduce estructuras con mayor peso gubernamental.   Para Medrano, también periodista experta en derechos humanos, el peso de sectores ultraconservador es “evidente”. “Bukele y su equipo representan un sector ultraderechista donde la mujer no tiene apenas derechos. No se puede entender su política de manera aislada, es de una línea muy trumpista. Y es muy cercano a sectores religiosos católicos”. Y añade: “Ya el gesto de delegar en la primera dama todo lo vinculado a la mujer

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