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Indigencia y drogadicción revela el incendio en el puente de Guayaquil

El Comercio .- Las pruebas técnicas no detectaron defectos en su estructura. El paso a desnivel de la avenida Pedro Menéndez Gilbert, cerrado la semana anterior tras un incendio que duró ocho horas, sigue canalizando el tráfico en el norte de Guayaquil. De sus bases removieron 27 toneladas de desechos que convirtieron al puente en un ‘horno’; el asfalto alcanzó los 80°C. El fuego y el caos pasaron, pero revelaron la profunda crisis social de la ciudad: la indigencia ligada al consumo de drogas. “Cada vez hay más chicos que consumen drogas”, dice la psiquiatra Julieta Sagnay, especializada en el tratamiento de adicciones. “Y son chicos que está desarrollando trastornos mentales, que han normalizado vivir en la calle”. Los pasos elevados, particularmente, se han convertido en su refugio y lugar de acopio del material que reciclan a cambio de dinero para obtener las dosis diarias de H y otros estupefacientes. La semana pasada el Municipio de Guayaquil desalojó y limpió al menos seis pasos elevados. Refugios para la recuperación Colchones carcomidos, pedazos de viejos muebles, plásticos de todo tipo, cajas de madera improvisadas como sillas… Todo fue removido bajo los pasos a desnivel y sus dueños, dispersados. La ciudad recuperó el espacio público, pero sigue perdiendo a quienes viven en ellos debido a la adicción. La propuesta de la psiquiatra Sagnay, quien dirige un programa municipal de tratamiento contra las drogas, es crear albergues nocturnos. “Cuando se les propone un plan de recuperación lo primero que dicen es: no quiero encerrarme. Pero en un albergue temporal se puede hacer un triaje para evaluar algún trastorno mental, empezar un tratamiento, incluso planear la reinserción”. Para Sagnay hay puntos prioritarios por trabajar en Guayaquil, como la avenida 9 de Octubre y los alrededores de la Plaza Centenario. Desde las 17:00 sus aceras albergan a decenas de personas en indigencia. Las sombras también encumbren la prostitución y el tráfico de drogas. A Flourish chart Sobrevivencia en las calles El incendio bajo el paso elevado de la avenida Pedro Menéndez evidenció los submundos que conviven en Guayaquil. La indigencia está en el último escalafón y el sociólogo Carlos Tutivén la define como ese remanente de una sociedad que no logra incorporar a una parte de sus miembros en los sistemas productivos ni en la política social. “Lo que vimos debajo del puente, ese basurero, es el símbolo trágico de estos modos de existencia. Porque ni siquiera los podemos llamar modos de vida, son modos extremos de sobrevivencia ultra marginal”, dice el investigador de la Universidad Casa Grande, quien aclara que es una realidad presente en el mundo, no exclusiva de Guayaquil. En ese entorno, dice Tutivén, la droga opera como un método evasivo que hace más tolerable una existencia de penuria. Para el sociólogo, la pandemia radicalizó pobreza y esa podría de una de las causas de la delincuencia. “El narcotráfico cubrió esa deficiencia del sistema social”. Incluso los recursos de amortiguamiento han fallado para el especialista, como la educación y la religión, que son parte de los recursos que impulsan a mantenerse al límite de estos sistemas de vida. “Eso demuestra que hemos fracasado como sociedad”. Una crisis de salud mental Las consultas por trastornos relacionados al consumo de sustancias estupefacientes sufrieron una reducción tras la pandemia, por las dificultades en el acceso a los sistemas de salud. El aumento se refleja en las calles. Enrique Pesantes / EL COMERCIO Paranoia, delirios de persecución y de daño son algunos trastornos mentales más recientes, ligados al consumo de drogas. “En algunos casos no hay vuelta atrás -advierte Julieta Sagnay-. De 10, uno o dos podrían recuperarse. Si no hacemos algo se tendrá que abrir manicomios”. Por su experiencia en la atención de adicciones, la psiquiatra concluye que el comportamiento ha variado. Esa señal estaría relacionada con un cambio en las drogas de fácil acceso. Para Sagnay ya no solo se trata de H. “Están mezclando drogas, que pueden ser fentanilo y metanfetaminas, porque hay un cambio en la actitud. El síndrome de abstinencia ahora tarda 10, 15 días o más y regresa. Con estas drogas no hay posibilidad de recuperación”. La especialista dice que los jóvenes en condición de calle, por problemas de consumo, desarrollan una personalidad antisocial. Y un rasgo de esa personalidad es la piromanía, que pudo ser el detonante en el caso del paso de la Pedro Menéndez. “Ahora fue un incendio -dice Sagnay-. Pero en la medida que no hagamos algo por estos chicos, seguirán normalizando conductas como delinquir, robar un celular, hasta atacar a una persona”. Perfiles y sistema de atención Trastorno mental y del comportamiento debido al uso de múltiples drogas. Ese es el diagnóstico médico de las personas con adicciones. La sicóloga Diana Murillo explica que algunos rasgos de este trastorno son la obsesión, la compulsión y la pérdida progresiva de control. Al cuadro, agrega, el impacto sobre la salud física y mental, así como en las relaciones sociales y personales. “Y si sumamos el contexto de violencia, cada vez encontramos más rasgos de personalidad de tipo antisocial. Esa mezcla de pacientes consumidores con un trastorno de personalidad es compleja y debe ser abordada por profesionales”, dice la directora de la Unidad de Conductas Adictivas (UCA), del Instituto de Neurociencias de la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Murillo indica que la ciudad cuenta con un sistema para ese abordaje, con programas públicos, privados y municipales de atención. Sin embargo, el rápido incremento de pacientes con consumo problemático de drogas hace que la capacidad de respuesta sea limitada. La zona 8, que incluye a Guayaquil, acumuló el porcentaje más alto de atenciones nacionales por trastornos mentales y del compartimento debido al uso de sustancias psicoactivas. Según datos del Ministerio de Salud, antes de la pandemia concentró el 29% de casos. Y aunque en el 2021 descendió al 18%, se mantuvo como la cifra más alta del país. A Flourish chart Prevenir para frenar la crisis social La edad es clave para la prevención. La sicóloga Murillo explica que desde la niñez se debe trabajar en el desarrollo de habilidades para la vida. Estas funcionan como un freno para reducir el riesgo de introducción en el consumo de drogas. La creación oportunidades, la construcción de proyectos de vida desde pequeños, el desarrollo de la autoestima, de habilidades

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Dramático informe: sin las ayudas sociales, la indigencia llega a 20% y la pobreza, al 50% de la población en Argentina

Son datos del Observatorio Social de la UCA del tercer trimestre de este año. El 40% de los hogares recibe algún plan. Mientras avanza la presión en el oficialismo y en la oposición por recortar los planes sociales, durante 2022, el 40% de los hogares donde vive el 50% de la población urbana recibió alguna asistencia social. Sin esos programas o complementos, la tasa de indigencia habría alcanzado en vez de 8% a casi el 20% de la población, y la tasa de pobreza en vez del 43% el 50%, de acuerdo al Informe del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina ( UCA) en base a los datos del tercer trimestre de este año. Esos porcentajes representan 21,5 millones de pobres urbanos de los cuales 8,5 millones serían indigentes. Los datos de la UCA marcan que sin las ayudas sociales, tanto la indigencia como la pobreza se ubican en niveles superiores a los años anteriores a la pandemia. Según el Informe, “el impacto de los programas sociales de transferencias de ingresos en la reducción de la indigencia es superior al evidenciado en la prepandemia”. En tanto, “como es de esperar, el efecto “inmediato” de las transferencias de ingreso sobre la pobreza es menor que el registrado sobre la pobreza”. La indigencia creció del 11,8% en 2017, subió al 11,3% en 2019 y en 2022 es del 19,6%. Y la pobreza total del 32,4% en 2017, trepó al 43,3% en 2019 y al 50% en 2022. Al presentar el Informe, Agustin Salvia, director del Observatorio Social señaló que sin las ayudas sociales, “actualmente el 43,1% de la población urbana es pobre por ingresos y 8,1% de indigentes. En 10 años ha crecido en más de 15 puntos porcentuales la pobreza: ¿Quiénes son estos nuevos pobres? Las clases trabajadoras de sectores medios y populares, vulnerables a las crisis, a la falta de trabajo y a la inflación. Mientras tanto, los pobres estructurales logran protegerse reproduciendo una economía informal de subsistencia, que nos los saca de la pobreza, pero al menos la alivia”. Salvia agregó: “Entre los sectores excluidos se han multiplicado los trabajos informales, poniendo los hogares mayores esfuerzos, y recibiendo del Estado permanentes líneas de asistencia, las cuales a su vez dinamizan la denominada economía social de subsistencia”. Otras datos claves del Informe marcan: • La participación de la suma del desempleo y las sub ocupaciones inestables vienen subiendo casi ininterrumpidamente, alcanzado este año al 32% de la población económicamente activa. Si  les sumamos los trabajos regulares pero precarizados (28%), la suma de los problemas de empleo alcanza al 60% de la fuerza de trabajo (12 millones de trabajadores). De tal forma que sólo el 40% de la población económicamente activa cuenta con un trabajo decente o digno, sea a través de un empleo asalariado o no asalariado. • En los hogares pobres, menos de 2 de cada 10 trabajadores logran acceder a un empleo pleno, mientras que, en los hogares no pobres, aunque en descenso, más de 5 de cada 10 trabajadores lo logra. Si bien debido a la inflación crece el fenómeno de los trabajadores pobres de manera generaliza a partir de 2018, en los sectores micro informales y de la economía social, su empobrecimiento es previo, ya que se  inicia en 2012. • El ciclo de estancamiento iniciado en 2013 provocó un incremento de la pobreza entre los  ocupados, que llegó a 18,1% tras el estancamiento y el alza inflacionaria iniciada en 2016. A partir de la crisis de 2018-2019, profundizada por la pandemia de COVID-19 (más de 31% si se considera a los cesanteados), la pobreza de trabajadores se ha instalado en un nuevo nivel estructural: 29,8% en 2022. • Actualmente, la pobreza monetaria y no monetaria afecta a aproximadamente a 4 de cada 10 personas: 17 millones de argentinos. La marginalidad más estructural, afecta a 2 de cada 10: o sea a 8,5 millones de argentinos. Y si bien, la situación presente parece socialmente sostenerse gracias a una parte de la economía que mantiene activas sus fuerzas productivas, a la vez que otra lucha por su subsistencia y cuenta con la asistencia pública, el futuro proyectable se asoma lastimoso y desgarrador, corrosivo a nivel social y político. Fuente: El Clarín

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