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Alberto Fernández: “No supimos sintonizar con la sociedad argentina”

El País .- El presidente de Argentina recibe a EL PAÍS a menos de tres semanas de entregar el poder al ultraderechista Javier Milei El peronista Alberto Fernández (Buenos Aires, 64 años) entregará en el 10 de diciembre el bastón de mando a su sucesor en la Presidencia de Argentina, el ultra Javier Milei. Ha estado al frente del país durante cuatro años convulsos, marcados por la pandemia de la covid-19, la ruptura con la vicepresidenta, Cristina Kirchner, y una economía endeudada, sin reservas y con una inflación de más del 140%. “Fue un momento muy difícil el que me tocó vivir”, asegura Fernández al hacer balance de su gestión, sin esquivar la responsabilidad de su Gobierno por no haber logrado “sintonizar con la sociedad argentina” y abrir la puerta al ascenso de la ultraderecha. Le cuesta incluso encontrar un día feliz a lo largo de su mandato. Recibe a EL PAÍS en su despacho de la Casa Rosada, la sede del Gobierno argentino, donde ya ha comenzado la mudanza. Aún cuelgan de las paredes los cuadros de los grandes próceres del país sudamericano con los que reemplazó los de arte contemporáneo que había elegido su predecesor, el liberal Mauricio Macri. Pregunta. ¿Cómo fue la reunión que mantuvo el martes con Javier Milei? Respuesta. Fue una reunión de tipo institucional. Busqué sacarle dramatismo a una reunión institucional donde una fuerza política deja el poder y otra fuerza política se hace cargo. Fue una charla cordial, donde claramente no pensamos igual pero pudimos escucharnos. P. Lo que él propone son medidas muy radicales. Dada su experiencia, ¿qué posibilidades tiene de llevarlas a cabo? R. Él básicamente entiende que todo el problema se concentra en el déficit fiscal, que hay que bajarlo drásticamente, que para eso hay que dejar de hacer obra pública, de invertir en educación y en salud y, si no alcanza el dinero, hay que vender las empresas del Estado. Esto es menemismo puro. Él reivindica mucho a [Carlos] Menem (1989-1999). Nosotros ese tiempo ya lo hemos vivido y las consecuencias no fueron buenas. P. ¿Por qué tanta gente está dispuesta a dejar pasar la experiencia menemista de los noventa? R. Hay motivos que tienen que ver con el presente. El proceso inflacionario que estamos viviendo lastima el bolsillo de la gente y enoja mucho. Puedo entender que mucha gente, en ese enojo, votase lo contrario a los que estaba sin entender qué significaba. P. ¿Por qué están tan enojados los argentinos? R. Porque este presente es muy difícil. La Argentina este año perdió 23.000 millones de dólares como consecuencia de la sequía. Los precios en la Argentina se vinculan al dólar y si faltan dólares eso se traslada a los precios de todos los bienes y servicios. El proceso inflacionario es muy nefasto. P. ¿Se podría haber hecho otra cosa para evitar llegar a esto? R. Faltándote 23.000 millones de dólares no se puede hacer nada. Es como si te quitaran de tu sueldo el 30%, es muy difícil poder hacer algo. P. Había un lugar común en la política de Argentina que decía que el peronismo era una vacuna contra el surgimiento de figura disruptivas como Fujimori o Bolsonaro. La llegada de Milei parece decir que el peronismo ha perdido esa capacidad…. R. (interrumpe) Son fenómenos post pandemia. La pandemia ha dejado efectos psicológicos en la sociedad muy difíciles. Hemos visto morir 15 millones de personas y en ese ese momento tan trágico la derecha de todo el mundo se fortaleció, también en Argentina. P. Pero en Argentina no fue la derecha tradicional la que se fortaleció, porque surgió un personaje distinto. R. Acá la derecha se llama antiperonismo y el antiperonismo tiene aproximadamente el 40 de los votos. Esta vez llegó a 55%. P. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, dijo que había que crear nuevas canciones para el peronismo. ¿Cuál sería ese nueva canción, tras la derrota? R. Me preguntaron si me sentía responsable de la derrota y lo que creo que acá no hay que buscar un responsable. Está claro que el que gobierna tiene una responsabilidad en todo esto. Está claro que hubo algo que no supimos sintonizar con la sociedad e hizo que la sociedad no nos acompañe. Tenemos que tener un sincero debate, que no es un debate contra nadie. Acá todo el mundo está pendiente si yo la trató mal a Cristina, si Cristina me trata mal a mí. P. O si no la trata. R. Sí, pero el problema que yo tengo no es Cristina, es la derecha. Algunos se ofenden más, se ofenden menos, por algo que uno dice tratando de explicar una situación, pero el verdadero problema lo tenemos ahí. Ya habrá un momento para que podamos juntarnos todos y decir qué salió mal, qué hicimos mal, qué fue lo que no pudimos sintonizar con la sociedad argentina, en qué fallamos. P. ¿Cuál es su hipótesis sobre por qué fallaron? R. Una primera hipótesis es que tuvimos demasiado debate público interno. También que el año de la sequía fue un año catastrófico para la economía argentina. Dejemos claro que en 2021 y 2022, Argentina creció 16 puntos y los salarios empezaron a recuperarse, pero vino la sequía y nos arruinó todo todos los planes. En 2022 sobrecumplimos las metas con el FMI, pero en 2023 se nos hizo imposible. P. Argentina ya arrastraba una crisis política previa a la sequía, al menos desde el rechazo del kirchnerismo al acuerdo fue firmó con el FMI. R. Eso es parte de los debates internos. P. Fueron más que debates, hubo una ruptura interna. R. No fue ruptura, porque siempre preservé la unidad y todos hicimos esfuerzos para preservarla. Lo peor que nos puede pasar es que nos rompamos. Estamos en un momento muy doloroso y si hablamos llenos de este dolor es muy posible que lastimemos a otros y a nuestra fuerza. Yo no quiero romper nada, yo quiero unir. P. El expresidente Macri, como aliado de Milei, ha dicho que en la calle enfrentar a los orcos que se opongan a las medidas del nuevo Gobierno. ¿Qué piensa? R. Verifica una vez más que es un caradura. Macri debería llamarse

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El fútbol entra en la campaña electoral argentina incendiado por una propuesta de Milei

El País .- El candidato de ultraderecha quiere abrir los clubes profesionales al capital privado Rasgo indisociable de la cultura argentina, el fútbol se zambulló en la campaña para la segunda vuelta electoral que este domingo definirá al presidente entre el peronista Sergio Massa y ultraderechista Javier Milei. La propuesta de este último de transformar los clubes en sociedades anónimas ha incendiado el sector de tal manera que los afiliados a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) salieron abiertamente en contra del candidato libertario. En el caso de los jugadores, prácticamente todos han optado por el silencio. A diferencia de lo ocurrido en Brasil, donde en 2022 Neymar, Ronaldinho, Rivaldo y otras estrellas brasileñas anunciaron sus preferencias por Jair Bolsonaro o por Luiz Inácio Lula da Silva, solo un jugador de primera división se ha pronunciado públicamente a favor de un candidato. Aunque se trate de un asunto menor en comparación a los puntos más disruptivos de la campaña de Milei, como el negacionismo del terrorismo de Estado de la dictadura, la regulación de los mercados de armas y de órganos, la dolarización de la economía o la ruptura con el Vaticano y las economías chinas y brasileñas, el anuncio de un cambio drástico para la estructura de los clubes del fútbol profesional ha levantado ampollas. De convertirse este domingo en presidente, Milei anticipó que promocionará la llegada de las sociedades anónimas para las instituciones deportivas, un modelo de capitales privados que está prohibido por ley en Argentina, donde los clubes funcionan desde hace más de 100 años como sociedades civiles sin fines de lucro y son administrados por dirigentes electos a través del voto de sus socios. “A mí me gusta el modelo inglés, las sociedades anónimas, clubes que cotizan en Bolsa”, declaró Milei en octubre de 2022, cuando su fuerza política, La Libertad Avanza, parecía lejos de la Presidencia y faltaban dos meses para que la Albiceleste ganara el Mundial de Qatar. “Boca podría ser comprado por capitales árabes o River por capitales franceses. ¿Qué carajo te importa de quién es [el club] si le ganás 5 a 0 a River y sos campeón del mundo? ¿O preferís seguir en esta miseria, en este fútbol de peor calidad? ¿Cómo nos va cada vez que salimos de Argentina?”, dijo. Milei insistió esta semana con el modelo privatizador. “¿Por qué restringir la posibilidad de tener clubes que sean sociedades anónimas? ¿Qué pasa si alguien quiere que su club sea como el Manchester City? ¿Cuál es el problema? ¿En qué afecta a las otras instituciones?”, repitió el candidato libertario en las horas previas a la segunda vuelta. Sin embargo, en sintonía con el intento de moderación que mostró en las últimas semanas para sus propuestas más extremas, esta vez matizó: “Los clubes [también] pueden seguir como están ahora, sin problema. ¿Pero tiene que haber un sólo esquema de estructura societaria?”. La respuesta de los clubes fue lapidaria contra Milei. En gran parte por su característica histórica de no permitir capitales privados, pero también orientada por la cúpula de la AFA, que mantiene buena relación con Massa, que además de candidato y ministro es desde hace 20 años dirigente del club Tigre, de Primera División y con sede en la ciudad de ese nombre, vecina de Buenos Aires. Desde River Plate y Boca Juniors hasta los equipos más humildes del Ascenso, más de 100 clubes se pronunciaron en sus redes sociales en oposición a las sociedades anónimas, lo que en la práctica significaba un claro posicionamiento en contra del candidato libertario y de su nuevo socio político, Mauricio Macri, el expresidente de Argentina y de Boca que también aboga por la llegada de capitales privados. “Fiel a sus orígenes, respetuoso de los claros principios defendidos durante casi 120 años, Boca Juniors ratifica su carácter de asociación civil sin fines de lucro y la premisa de que nuestro club es de su gente, socios y socias que lo vuelven cada día más grande”, publicó la cuenta oficial. “Siguiendo el espíritu de nuestros fundadores, rechazamos a las sociedades anónimas en el fútbol argentino. El Club Atlético River Plate es una asociación civil sin fines de lucro, y siempre será de sus socios y socias, que son el sustento de estos 122 años de grandeza”, coincidió su clásico rival. Los clubes, que en Argentina no son únicamente equipos de fútbol –también ofrecen espacios para diversas actividades deportivas y conforman un tejido social en medio de la crisis económica–, concentran a multitudes no sólo los días de partido. Los 28 equipos que participan en la Liga Profesional suman 1,5 millones de asociados, el 3% de los 46 millones de la población argentina, un porcentaje que no incluye al resto de los simpatizantes que también son hinchas de los distintos equipos pero sin pagar la cuota mensual. Sin empresas privadas a cargo de los clubes, la Liga Argentina de Primera División y de las categorías del Ascenso es un caso atípico dentro del mapamundi del fútbol. En Sudamérica, sólo Ecuador y Paraguay repiten este patrón. En el resto de los torneos del subcontinente conviven los dos sistemas, en algunos casos con mayoría de gestión privada y en otros con autonomía. En Brasil, sólo seis de los 20 equipos de Primera División son sociedad anónima, y no los más poderosos. En Chile, la proporción es inversa: apenas dos de los 16 clubes de Primera son corporaciones, es decir clubes según la denominación argentina –el resto pertenece a empresas–. Algo similar ocurre en Colombia: de los 20 clubes de Primera, únicamente dos están por fuera de las sociedades anónimas. En Uruguay, de los 16 equipos de Primera, seis responden a capitales privados. En Perú gana el sistema tradicional: solo cuatro de los 18 participantes de Primera son gestionados por empresas. Pero más allá de la defensa de un modelo que atravesó generaciones de argentinos, que produce orgullo legítimo y que sigue generando buenos resultados –por éxitos deportivos y por generación de futbolistas con talento–, la avalancha de tuits en contra de Milei y de Macri también se

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Massa arrincona a un Milei apagado en el último debate presidencial en Argentina

El País .- El ministro peronista expone las contradicciones ideológicas del ultraderechista, que apenas saca provecho de la crisis económica que pesa sobre su rival. El domingo se celebra la segunda vuelta Si un debate tiene alguna posibilidad de definir una elección, ninguno mejor que el celebrado este domingo en Argentina entre los dos candidatos a la Presidencia. El peronista Sergio Massa aporreó sin compasión durante dos horas a su rival, el ultra Javier Milei. El actual ministro de Economía concentró sus esfuerzos en exponer las contradicciones de Milei en la campaña, lo atosigó a preguntas que exigió contestar “por sí o por no”, puso en duda su estabilidad emocional y cerca estuvo de hacerlo perder los estribos. Milei ocupó la mayor parte de su tiempo en defenderse. Tildó a Massa de mentiroso y de ser parte de “la casta” que “ha empobrecido al país”, mientras agitaba el fantasma de un posible fraude en las elecciones del domingo próximo. Pero perdió, como un amateur, la oportunidad de sacar provecho de la crisis económica que dejará el kirchnerismo al presidente que llegará a la Casa Rosada el 10 de diciembre. El formato de este debate definitivo, que permitió las interrupciones y el diálogo entre los contrincantes, favoreció con claridad al peronista desde el inicio. Por algo es un político profesional con más de 30 años de experiencia, que fue candidato a presidente en 2015 despotricando contra el kirchnerismo (obtuvo el 21% de los votos) y ahora volvió al ruedo bajo la misma ala que tanto repudió. Milei, que saltó a la política hace poco más de dos años desde la televisión, padeció la falta de reflejos políticos y debió asirse a sus muletillas de campaña mientras perdía el tiempo respondiendo ataques. Javier Milei, durante el debate este domingo en Buenos Aires.POOL (VIA REUTERS) Massa se concentró en los cambios de opinión de su rival. Tras quedar segundo en la primera vuelta electoral, el ultra tomó distancia de sus propuestas más polémicas, como la libre portación de armas, el fin de las ayudas sociales o terminar con la educación pública. Massa le achacó también su alianza con Patricia Bullrich, tercera en el primer turno del 22 de octubre, y su jefe político, el expresidente Mauricio Macri (2015-2019). “Por sí o por no, ¿vas a eliminar los subsidios? Por sí o por no, ¿vas a dolarizar la economía? Por sí o por no, ¿vas a privatizar ríos y mares? Por sí o por no, ¿vas a eliminar el Banco Central? Por sí o por no, ¿vas a arancelar las universidades?”. “No me vas a condicionar, ustedes son unos mentirosos”, le respondió Milei, atosigado por lo que por momentos fue más una suerte de entrevista. “No vamos a tocar las tarifas. Vos nos reventaste los ingresos, si tuviéramos los ingresos de antes de la convertibilidad [del peso con el dólar, en 1991] tendríamos cuatro veces más que hoy. ¿Sabés por qué voy a terminar con la inflación? Porque es la forma en que ustedes nos roban a nosotros, el Gobierno de delincuentes que vos integrás”, le respondió. “Milei, el debate es largo, no te pongas agresivo”, le contestó Massa. “No te agredí, solo expreso con pasión lo que nos está pasando”, le dijo el ultra. Los primeros minutos del debate marcaron el tono de lo que serían las dos próximas horas. Milei estuvo titubeante, pero nunca llegó del todo a perder los estribos, pese a los esfuerzos de su contrincante. Siempre a la defensiva, sufrió la regla que le impedía tener apuntes. También el formato de los seis minutos. Ese era el tiempo del que disponía cada uno para desarrollar sus temas y perdían segundos cuando interrumpían al rival. Massa aprovechó la norma: disparaba preguntas cortas que dejaban sin tiempo a Milei, mientras él disponía más tarde de sus minutos para cerrar el bloque a gusto. “Entiendo que hiciste tu carrera en televisión, pero lo que está en juego hoy es el futuro de la nación. O te contradecís en la base que presentaste a la justicia electoral o en lo que decís esta noche. Estamos ante alguien que miente esta noche o mintió durante toda la campaña”, le achacó Massa a su rival. “Sos un mentiroso”, le respondía Milei a repetición. Sergio Massa, durante el debate este domingo en Buenos Aires.POOL (VIA REUTERS) El bloque de derechos humanos y convivencia democrática era una buena oportunidad para Massa, que inexplicablemente dejó pasar. El ultra propone la libre portación de armas y lleva de candidata a vicepresidenta a Victoria Villarruel, una negacionista del terrorismo de Estado. El debate, sin embargo, viró hacia la propuesta de Milei de reprivatizar el sistema de pensiones y sus constantes ataques a lo que llama “la casta política”. Fue en ese momento que Massa resumió cuál ha sido la estrategia de su campaña: “Esto no es entre [Mauricio] Macri o Cristina [Kirchner], Javier; esto es entre vos o yo. Ellos ya tuvieron su oportunidad, y los argentinos deciden sobre eso”. El bloque Seguridad fue, sin dudas, el que más benefició a Massa, que lleva años enarbolando la bandera de la mano dura contra la delincuencia, pese a pertenecer a un Gobierno que descree de ella. “El Estado se ocupa de la seguridad”, arrancó Milei, “pero como todo lo que hace el Estado lo hace mal, Argentina es un baño de sangre. No creemos en la lógica de que el delincuente es una víctima”. “Me alegra que por fin que coincidimos en algo”, le respondió el peronista, y usó su tiempo para explicar su política de seguridad en Tigre, el municipio del extrarradio de Buenos Aires del que fue alcalde entre 2007 y 2013. Massa instaló entonces cientos de cámaras de seguridad y se jactó de reducir al mínimo el delito en su distrito. Sergio Massa explicaba sus propuestas mientras Javier Milei esperaba su turno, este domingo en Buenos Aires.POOL (GETTY IMAGES) Para el final, Massa dijo que quiere ser presidente “para superar” la crisis, convencido “de que ahora viene el crecimiento”. Milei ya había perdido la oportunidad de sacar ventaja

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El apoyo electoral de Bullrich al ultra Milei dinamita al principal frente opositor argentino

El País .- Los sectores moderados de Juntos por el Cambio, la coalición que en 2015 llevó al poder a Mauricio Macri, advierten que no acompañarán la decisión de la excandidata a la presidencia Diez años tardó el expresidente Mauricio Macri en convertir a su partido, el Pro, en una alternativa al kirchnerismo; menos de 24 horas le bastaron para destruirlo. Mientras Patricia Bullrich, su candidata, derrotada con el 24% de los votos en la primera vuelta del domingo pasado, anunciaba su apoyo al ultra Javier Milei, el Pro estallaba. La ola expansiva alcanzaba también a Juntos por el Cambio, la coalición que el macrismo integra, al menos por ahora, junto a la centenaria Unión Cívica Radical (UCR) y otros partidos de centro, como la Coalición Cívica de la exdiputada Elisa Carrió. Las palomas del Pro se sintieron traicionadas y los radicales advirtieron que no acatarían una decisión “unilateral e inconsulta”. El apoyo de Bullrich y Macri a Milei se acordó durante una reunión tripartita y secreta celebrada el martes a la medianoche. “Mientras nos peleábamos halcones y palomas, nos surgió un pájaro loco”, resumió un senador integrante de la coalición. El “pájaro loco” es Milei. Javier Milei irrumpió hace dos años en la política argentina dispuesto a destruirlo todo. Se hizo de una motosierra y al grito de “la casta tiene miedo”, arremetió con furia contra lo que llamó la vieja política “chorra [ladrona] y asesina”. El kirchnerismo gobernante era “lo peor que le pasó a la Argentina, los radicales “unos estafadores mentirosos”, la izquierda “zurdos de mierda” y Bullrich una “montonera tirabombas” que en los setenta “mató niños en un jardín de infantes”. Cuando hablaba de Macri lo tildaba de “tibio”, el representante de un “kirchnerismo de buenos modales” que había arruinado al país como le resto de la “casta política”. Al grito de “Viva la libertad, carajo”, Milei destruyó durante la campaña todos los puentes posibles. Pero el lunes, tras quedar segundo en la primera vuelta detrás de Massa con el 30% de los votos, inició un acelerado proceso de reconstrucción. Llamó a hacer “tabula rasa” de los agravios que había lanzado en campaña y pidió a Juntos por el Cambio que se sumase a un gran frente para “aniquilar a la banda de criminales” que es, según su lectura, el kirchnerismo. “Sería una irresponsabilidad no perdonar”, dijo. Y Bullrich y Macri lo perdonaron. Los dos dirigentes más importantes del Pro, el partido más grande de la alianza Juntos por el Cambio, se reunieron en secreto con el ultra que los había insultado durante meses y acordaron, sin avisar al resto de la coalición, su apoyo en la campaña por la segunda vuelta. Bullrich justificó su voto a Milei con una frase del libertador José de San Martín: “Cuando la patria está en peligro todo está permitido, excepto no defenderla”. El “peligro” es “el kirchnerismo populista”, responsable “de la decadencia argentina”. Milei, Macri y Bullrich firmaron un acta en la que se comprometían a respetar algunos principios democráticos básicos puestos en cuestión por el libertario. Entre ellos, no avanzar en la legalización de las armas o la venta de órganos y no eliminar la educación y la salud públicas. El documento no menciona la dolarización de la economía, el caballito de batalla de Milei ante sus votantes. El anuncio de Bullrich tuvo el efecto devastador que todos esperaban. Dentro del Pro, puso en evidencia el quiebre soterrado que desde hace meses divide a halcones y palomas. El jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, está entre los moderados. Derrotado por Bullrich en la interna partidaria, dijo que se “sorprendió” cuando supo de la reunión de medianoche con el ultra. “Milei está en los bordes de la democracia y sus ideas son peligrosas. Massa es la reelección del populismo kirchnerista. La tercera alternativa es trabajar para mantener a Juntos por el Cambio lo más fuerte posible para que sea una alternativa”, dijo el miércoles por la noche en rueda de prensa. “Nos debemos una autocrítica sobre las formas de funcionar y decidir, porque así nos fue”, agregó, en referencia a la derrota del domingo. Rodríguez Larreta insistió en la necesidad de mantener unida a la coalición que desde 2015 fue la alternativa al peronismo kirchnerista, aunque no aclaró si eso supone que Macri y Bullrich queden fuera. Más claro lo tienen en el resto de los partidos que integran Juntos por el Cambio. El gobernador de Jujuy (norte) y presidente de la UCR, Gerardo Morales, dijo que Bullrich le daba “vergüenza ajena” y que Macri era “el gran responsable de la derrota” en la elección por un sitio en la segunda vuelta. “Esto es lo que quería desde un principio, joder a Juntos por el Cambio”, disparó sobre el expresidente. Elisa Carrió, fundadora de la Coalición Cívica, fue igual de directa: “Macri siempre quiso estar con Milei”. Para ambos, tanto el expresidente como Bullrich ya no pertenecen a la coalición opositora. La forma que tomará en el futuro Juntos por el Cambio es aún una incógnita. Rodríguez Larreta se erigió como el garante de la unidad y dio algunas pistas: el poder debería estar en manos de los diez gobernadores, de 24 que tiene Argentina, que salieron de las filas del Pro y la UCR. Esos dirigentes no están dispuestos a hacer campaña por Milei y necesitan de Juntos por el Cambio para garantizar la gobernabilidad en sus provincias. Unidos en un solo bloque serán más fuertes en sus negociaciones con el Gobierno Nacional, que a partir del 10 de diciembre estará en manos de Milei o del peronista Massa. Cualquiera sea el resultado en la segunda vuelta por la presidencia, serán oposición.

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Javier Milei abandona la motosierra y activa el ‘plan seducción’

El País .- El candidato ultra a la presidencia de Argentina modera su mensaje para pedir el voto a aquellos dirigentes que trató de asesinos y ladrones durante la campaña de la primera vuelta Un cambio ya se ha iniciado en Argentina, y no porque haya asumido un nuevo Gobierno. Javier Milei, el candidato ultra que encandiló a millones de argentinos con sus llamados a “exterminar a toda la casta política”, ha iniciado la rápida reconstrucción de los puentes que derribó con furia durante la campaña para la primera vuelta. Segundo en las elecciones del domingo con el 30% de los votos, a seis puntos del peronista Sergio Massa, lleva desde la misma noche electoral bajando los decibeles de su verba incendiaria. Necesitado de votos para vencer a Massa en la segunda vuelta del 19 de noviembre, El León, como se hace llamar, ya no muestra los dientes. Su nueva estrategia de seducción se inició con Patricia Bullrich, la conservadora que quedó tercera y a la que durante el debate presidencial acusó de “montonera tirabombas” por su pasado en la guerrilla peronista Montoneros. El nuevo Milei alcanzó el paroxismo este martes, cuando ofreció un ministerio a la izquierda tradicional, la misma a la que acusaba con los ojos en llamas de ser “mugres”, “escoria” y “zurdos de mierda”. El domingo por la noche, Milei debió enfrentar a cientos de seguidores que esperaban un claro primer lugar. Dejó debajo del escenario la motosierra, símbolo de sus promesas de destrucción total de todo lo establecido, y no habló de acabar con la “casta política” sino con el peronismo kirchnerista. La derecha y la izquierda tradicionales quedaron de un plumazo fuera de la larga lista de enemigos de la patria. “Vengo a dar por terminado el proceso de ataques y hacer tabula rasa para terminar con el kirchnerismo. Más allá de nuestras diferencias, tenemos que entender que enfrente tenemos una organización criminal”, dijo, refiriéndose al actual Gobierno. Javier Milei, durante la noche electoral de este domingo, en Buenos Aires.MATÍAS BAGLIETTO (REUTERS) Milei recorrió luego radios y canales de televisión ofreciendo cargos a sus enemigos de ayer. Hace menos de un mes, Bullrich, exministra de Seguridad del presidente Mauricio Macri, era una terrorista que había “colocado bombas en los jardines de infantes”. La acusación le ganó al candidato una denuncia penal promovida por la aludida. El lunes, sin embargo, dijo que Bullrich había hecho una excelente gestión como ministra y le ofreció sumarla a un eventual Gobierno de ultraderecha. “Si ella quiere, cómo le voy a decir que no”, dijo. Que Bullrich acepte el convite no es descabellado. Los coqueteos del macrismo con Milei comenzaron antes de las elecciones, sobre todo por decisión de Macri. El expresidente vio, con acierto, que Milei le quitaba votos a su coalición, Juntos por el Cambio, y adelantó que su partido, el Pro, debía apoyar en el futuro Congreso las leyes que estuviesen a tono con los ideales liberales de movimiento. La oferta de Macri cayó muy mal entre los socios moderados de Juntos por el Cambio, y ahora en la derrota se acelera la posibilidad de una ruptura. Milei, al igual que Massa, ha salido a la caza de los 6,2 millones de votos de Juntos por el Cambio. El ultra solía llamarlos “Juntos por el cargo”, y ahora estudia la forma más elegante de tragarse sus palabras sin perder la compostura. Su metamorfosis tiene sus riesgos: no está claro hasta dónde sus votantes, casi ocho millones de personas, le perdonarán que ahora abra la mano a aquellos que trató de ladrones, terroristas y asesinos. La nueva estrategia de campaña de Milei es que solo la unidad “de los defensores de la libertad” podrá sacar del poder al kirchnerismo. Y el expresidente Macri es la figura en la que confía para sumar votos. “Con Macri entendemos el riesgo de la continuidad del kirchnerismo en alguien tan hábil y perverso como Sergio Massa. Si estoy dispuesto a abrir el diálogo para que terminemos con el kirchnerismo, la elección es muy fácil. ¿Se quieren quedar discutiendo lo que pasó en la campaña o damos vuelta a la hoja y sacamos a los kirchneristas del poder?”, dijo. Javier Milei saluda a un grupo de simpatizantes, este domingo en Buenos Aires.JUAN IGNACIO RONCORONI (EFE) Desde el macrismo no descartan aceptar, finalmente, algún tipo de acuerdo con Milei, aunque ello suponga romper con los sectores moderados de la coalición que integran. Federico Angelini, diputado y vicepresidente del Pro, dijo este martes que bastará con que Milei pida disculpas a Bullrich para dar por terminado el asunto de las bombas contra niños. “Lo personal tiene que estar por debajo del interés general, que es que Argentina salga adelante”, dijo Angelini. La invitación de Milei alcanza a Macri, pero no al resto de sus socios radicales de Juntos por el Cambio. El ultra tiene un odio visceral hacia los herederos del presidente Raúl Alfonsín (1983-1999), a los que acusa de haber traicionado a Bullrich votando por Massa el domingo pasado. No piensa lo mismo de la izquierda, al menos ahora que necesita sus 700.000 votos. Durante el último debate de candidatos los acusó de defender al comunismo, “una ideología que mató a 100 millones de personas”. “Con los zurdos de mierda no hay que negociar nada de nada”, repetía el ultra en las redes sociales. Este martes les ofreció un eventual Ministerio de Capital Humano, con el que piensa terminar con los actuales de Educación, Salud, Trabajo y Desarrollo Social. “Las personas de izquierda son las que más saben” sobre capital humano, dijo Milei. En cualquier caso, su campaña ya no habla de aniquilar a toda la casta política, dinamitar el banco central, dolarizar la economía y legalizar la portación de armas. La nueva batalla que ofrece a sus votantes es “libertad vs kirchnerismo”.

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Los votos de Patricia Bullrich, territorio de disputa en Argentina

El País .- Los 6,2 millones de personas que votaron por la candidata conservadora en la primera vuelta son la llave del triunfo del peronista Massa o el ultra Milei en el segundo turno de noviembre La segunda vuelta electoral del 19 de noviembre en Argentina será una pelea voto a voto. El peronista Sergio Massa, ganador del primer turno, y el ultra Javier Milei, el segundo en discordia, ya salieron de pesca. El botín más preciado le pertenece a Patricia Bullrich, la candidata conservadora de la alianza Juntos por el Cambio, la misma que en 2015 llevó al poder a Mauricio Macri. La exministra de Seguridad obtuvo 6,2 millones de votos que pueden ser la clave de un triunfo. Sus votantes no conforman un bloque homogéneo, producto del origen variopinto de los partidos que integran la alianza conservadora. Tanto Massa como Milei utilizaron los discursos de la noche electoral para pedir su apoyo. Tienen por delante cuatro semanas para convencerlos. En los votos de Juntos por el Cambio hay un núcleo duro y mayoritario que sale del Pro, el partido que Macri fundó en 2005 como plataforma para gobernar la ciudad de Buenos Aires y más tarde la presidencia. Sus integrantes se consideran republicanos y liberales, pero lo que realmente los une es un odio común hacia el peronismo, mucho más si se trata de su versión kirchnerista. El segundo grupo de votantes sale de la Unión Cívica Radical, la UCR. Fundado en 1891, fue el primer partido de masas de Argentina. A partir de la década del cuarenta, la política nacional se estructuró a partir de la relación dialéctica que los radicales mantuvieron con el peronismo. El protagonismo de los radicales alcanzó su cenit en 1983, con Raúl Alfonsín y la transición democrática, y se apagó el día que otro presidente del partido, Fernando de la Rúa, abandonó el poder anticipadamente en 2001, durante la crisis del corralito. La UCR nunca perdió control territorial, pero a nivel nacional quedó reducido a un apéndice del Pro en Juntos con el Cambio. Su votante es antiperonista, pero sin fanatismo. Massa fue por ellos el mismo domingo por la noche. “Quiero hablarles a esos miles de radicales que comparten con nosotros valores democráticos como la educación pública y la independencia de poderes. Voy a hacer el mayor de los esfuerzos en los próximos 30 días para ganarme su confianza”, les dijo. Milei, en cambio, simplemente detesta a los radicales. Hizo campaña insultándolos y el lunes los acusó sin matices de traicionar a Bullrich. “Subió el voto de Massa y bajó el de Bullrich. Ahí está claro quiénes son los que traicionaron” a la alianza, dijo el candidato ultra. El ministro de Economía y candidato presidencia, Sergio Massa, durante una rueda de prensa en Buenos Aires, el lunes.JUAN MABROMATA (AFP) ¿Por qué Milei se da el lujo de despreciar a los radicales? “Porque cree que ese voto ya se fue con Massa. Y que los seis millones de votos que se quedaron con Bullrich es el [voto] más puro y duro, y, por lo tanto, más cercano a quedarse con él”, dice Sergio Morresi, catedrático de la Universidad Nacional del Litoral. “El asunto es si realmente es cierto que los radicales ya votaron por Massa, porque Milei no tiene gente estudiando ese fenómeno con datos empíricos; por ahora es nada más que una impresión”, explica. Si Massa tiene más chances de sumar esos votos, Milei podrá quedarse con buena parte de los seguidores del Pro, un partido que “se declara muy republicano, pero que es ante todo profundamente antiperonista y antikirchnerista”, dice Morresi. Este sentimiento es más fuerte que los llamados de Milei a dinamitar todo el sistema político, legalizar la venta de órganos o cerrar los ministerios de Educación y Salud. Eduardo Fidanza, director de la consultora Poliarquía, coincide en que el voto de Juntos por el Cambio se dividirá entre Milei y Massa, pero advierte que es pronto para saber en qué proporción. “Tanto los radicales como el sector moderado del Pro no estarían dispuestos a votar a Milei”, dice, “pero indudablemente se llevará una parte, la de los votantes duros de Macri y de todos aquellos que aborrecen al kirchnerismo, que son muchos”. La migración hacia Massa “será más encubierta, como sucede con los votos vergonzantes”, agrega. En cualquier caso, si Milei logra quedarse con los 6,2 millones de votos de Bullrich tendrá suficiente para ganar la segunda vuelta. Por ahora no parece posible. Podrá completar la grilla con parte de los 1,7 millones de votos que obtuvo el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, un peronista profundamente antikirchnerista que en algún momento coqueteó con su ingreso a Juntos por el Cambio. Massa podrá compensar con los 700.000 votos de la izquierda tradicional, que en la primera vuelta fueron a parar a la candidata Myriam Bregman. El candidato de la Libertad Avanza Alliance, Javier Milei, se dirige a sus simpatizantes en la noche electoral.NATACHA PISARENKO (AP / LAPRESSE)

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Argentina elige presidente bajo la amenaza de la ultraderecha

El País.- Javier Milei, un negacionista de la dictadura que promete dolarizar la economía, encabeza los sondeos frente a opciones más moderadas de peronistas y conservadores Argentina enfrenta las elecciones de resultado más incierto desde el regreso a la democracia, hace 40 años. La irrupción de Javier Milei, un candidato que entró por la ventana a la escena política hace poco más de dos años, ha trastocado todas las previsiones. Con una agenda que impulsa la dolarización y la reducción del Estado, negacionista del cambio climático y la dictadura y contrario al aborto legal, Milei encabeza los sondeos de la primera vuelta presidencial que se celebra este domingo. Tiene enfrente al ministro de Economía, Sergio Massa, candidato del peronismo en una versión cada vez más alejada del kirchnerismo, la fuerza que domina la política argentina desde hace dos décadas, y a Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, la alianza que en 2015 llevó a Mauricio Macri a la Casa Rosada. La exministra de Seguridad de aquel Gobierno fallido ha perdido la estrella de la opción de un cambio, valor que le ha arrebatado Milei. Los argentinos están cansados de las crisis económicas recurrentes y las promesas incumplidas por un Estado con aspiraciones de benefactor que pierde recursos día a día y cada vez pide más y ofrece menos. De ese caldo de cultivo ha salido el votante de Milei, donde abundan jóvenes, sobre todo varones, convencidos de que vivirán peor que sus padres. Los seguidores del ultra achacan sus frustraciones al Estado y a sus administradores: los políticos. Hacia allí ha apuntado los cañones Milei, en un coctel muy efectivo de frases simples que acompaña con un gran despliegue en redes sociales y una estética de campaña vinculada al rock and roll más duro. Cuando un estadio comienza a cantar eufórico “la casta tiene miedo” o “dolarización, dolarización” sube la adrenalina y queda poco espacio para las sutilezas. La verba incendiaria de Milei, con llamados a “aniquilar” el Estado con una motosierra, ha echado raíces sobre todo entra las clases baja y media baja. Los enemigos de Milei son la “lacra” del kirchnerismo, pero también la derecha liberal clásica, a la que acusa de inepta y tibia. En las elecciones primarias obligatorias de agosto, Milei sumó siete millones de votos, el 30% de los emitidos, y quedó por delante de Juntos por el Cambio y el peronismo. Si este domingo repite el resultado, pasará a la segunda vuelta, agendada para el 19 de noviembre. Si, en cambio, obtiene el 45% o alcanza el 40% con una diferencia de 10 puntos sobre el segundo, será presidente. Los rivales de Milei tienen poco para ofrecer. Sergio Massa, el elegido por el peronismo gobernante, carga con el lastre de la gestión económica. Sus resultados son catastróficos. La inflación interanual se acerca al 140%, cuatro de cada 10 argentinos son pobres y las reservas del Banco Central están en rojo. El descalabro económico es tal, que la semana previa a las elecciones muchos comercios cerraron sus puertas por no tener precios de referencia para sus productos. Un acuerdo de última hora con China dio un respiro al Gobierno con el aporte de 6.500 millones de dólares de libre disponibilidad que le permitirá llegar con la economía a flote al menos hasta el 10 de diciembre, cuando asume el nuevo Ejecutivo. El candidato presidencial por el peronismo, Sergio Massa, saludaba el martes al público del acto de cierre de campaña de su coalición en la provincia de Buenos Aires.JUAN IGNACIO RONCORONI (EFE) Massa ha hecho campaña tomando toda la distancia posible del presidente, Alberto Fernández, una figura que se ha hundido en la irrelevancia política, y de Cristina Kirchner, ausente de la campaña electoral por voluntad propia. Pese a todas las dificultades, la candidatura de Massa sigue con vida y los sondeos auguran incluso que podría pasar a la segunda vuelta. Al final del día, tiene detrás al peronismo, una maquinaria que, aunque en declive, aún mantiene su poder de fuego y a un votante fiel. La cuesta de Bullrich es más empinada. Su alianza, Juntos por el Cambio, no vio venir al tsunami Milei y el segundo puesto que obtuvo en las primarias la sumió en el desconcierto. Los argentinos descontentos con el peronismo en su versión kirchnerista ya no consideran que el macrismo sea la esperanza de algo nuevo. Macri entregó el Gobierno en 2019 con un 50% de inflación y con más pobres que cuatro años antes. Bullrich, su heredera, estructuró su campaña alrededor de las ideas de seguridad y orden, sin percibir que la profundidad de la crisis económica había cambiado las prioridades de los votantes. En ese escenario de incertidumbre llegó Milei con sus promesas de romperlo todo para erigir desde los escombros, aunque no quede claro cuál es su plan definitivo. Argentina atraviesa un momento bisagra. La irrupción de Milei es evidencia de la crisis de un modelo de democracia que se sostenía sobre el eje peronismo-antiperonismo. El candidato ultra rompe el equilibrio con disparos hacia ambos bandos y se coloca fuera de esa relación dialéctica que, aunque conflictiva, ha garantizado la gobernabilidad durante 40 años. La única duda que carcome a los electores es la capacidad de gestión que tendrá, en caso de ganar la presidencia, el recién llegado. Sea cual sea el resultado, estará en minoría en las cámaras de diputados y senadores. Su partido no tendrá, además, ni uno solo de los 24 gobernadores que controlan el poder territorial argentino. El lunes se sabrá también si el peronista Axel Kicillof logra retener o no el poder en la provincia de Buenos Aires. El mayor distrito electoral del país no prevé una segunda vuelta y los sondeos son favorables al político kirchnerista, aunque sea por una mínima ventaja. La candidata presidencial de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, cerraba el jueves su campaña en la periferia de Buenos Aires.MARTIN COSSARINI (REUTERS) El éxito encontró desprevenido a Milei, que durante el último mes ha apurado la construcción de puentes con el mundo político y empresarial que no le tiene confianza. Se ha rodeado para ello de políticos con historia, muchos

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El declive del kirchnerismo da alas a la oposición en Argentina

El País .- Una derrota del oficialismo en las urnas en las generales de octubre sería un golpe mucho más duro que el de 2015, cuando Mauricio Macri sucedió en el poder a Cristina Kirchner A las dos máximas figuras opositoras de Argentina las une un objetivo común: terminar con el kirchnerismo. Las diferencias entre el ultraderechista Javier Milei y la conservadora Patricia Bullrich desaparecen a la hora de vapulear al movimiento político que ha dominado la vida política de Argentina durante las últimas dos décadas, pero que está en un momento de debilidad sin precedentes. En los primeros kilómetros del maratón electoral de 2023, el oficialismo perdió el control de provincias que eran bastiones históricos; en el ecuador de la carrera, las primarias del 13 de agosto, se estrelló: quedó tercero, con el 27% de los votos, detrás de La Libertad Avanza, de Milei, y la alianza Juntos por el Cambio, de Bullrich. 02:19 Javier Milei: «La justicia social es una aberración» Vídeo: EPV De repetirse el resultado de las primarias en las elecciones generales del 22 de octubre, el candidato oficialista y acutal ministro de Economía, Sergio Massa, quedaría fuera de una segunda vuelta y el kirchnerismo pasaría a ser oposición. La derrota sería un golpe mucho más duro que el infligido en las urnas por el conservador Mauricio Macri en 2015, cuando sucedió en el poder a Cristina Kirchner.   Macri recibió un país con una economía estancada, pero en 2015 el recuerdo de los 12 años del peronismo kirchnerista todavía era positivo para muchos sectores. Desde la oposición, podían exhbir la recuperación de los indicadores tras la crisis económica y social de 2001. La realidad ahora es bien distinta. Con una inflación que supera el 113% interanual, un 40% de pobres, déficit fiscal y comercial y las reservas del Banco Central en rojo, su rol opositor sería mucho más complejo, reconocen fuentes del Gobierno. Si hace ocho años el kirchnerismo dejaba la heladera llena, hoy la deja vacía.   Salida por la izquierda El kirchnerismo nació como respuesta a la crisis del corralito de 2001-2002. Fue una salida por izquierda al derrumbe del modelo neoliberal de Carlos Menem (1989-1999). El presidente Fernando de la Rúa huyó en helicóptero en vísperas de las fiestas navideñas de 2001, con 39 muertos en las calles producto de la represión policial, índices récord de pobreza y los ahorros de los argentinos atrapados en los bancos. Argentina tuvo cinco presidentes en poco más de una semana, hasta que el peronista Eduardo Duhalde tomó las riendas. Devaluó la moneda, ajustó la economía y repartió dinero entre los más golpeados.   En las elecciones de 2003, Duhalde pensó en el desconocido gobernador de la lejana provincia patagónica de Santa Cruz, Néstor Kirchner, para derrotar a Menem. Quedó segundo detrás del expresidente, con el 22% de los votos, pero no tuvo que competir en segunda vuelta porque Menem renunció, convencido de antemano de su derrota.   Kirchner asumió el 25 de mayo y en poco tiempo se alejó de Duhalde y construyó un poder propio que llevó al fragmentado peronismo a alinearse detrás de él. El aumento internacional del precio de los alimentos y una moneda devaluada y competitiva permitió que la economía argentina creciese por arriba del 8% entre 2005 y 2007. Con el impulso a los juicios por crímenes de lesa humanidad, Kirchner se convirtió también en el referente de las organizaciones de derechos humanos. Muchos jóvenes educados en el neoliberalismo de los noventa vieron en la versión progresista del peronismo una razón para entrar en la política.   Con el viento de cola regional, Kirchner entregó ayudas estatales a los más desfavorecidos —la pobreza pasó del 50% al 30%—, potenció el consumo interno y enarboló otra bandera, la del desendeudamiento. En enero de 2006, el Gobierno canceló de forma anticipada casi 10.000 millones de deuda con el Fondo Monetario Internacional. Después de cuatro años de presidencia, Néstor Kirchner eligió a su esposa como sucesora. Cristina Kirchner completó dos mandatos mandatos consecutivos. En esos años se aprobaron las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género, que pusieron a Argentina a la vanguardia de los derechos de las minorías sexuales.   Desgaste En 2015, tras doce años en el poder, el desgaste del kirchnerismo era evidente. La crisis del campo de 2009 —provocada por un aumento de impuestos que tuvo que ser retirado— le puso en contra al motor económico del país sudamericano. Superó el golpe, pero la ralentización económica se aceleró desde entonces, al igual que la inflación, y se revirtió la curva descendente de la pobreza, pese al apagón estadístico para ocultarla. Massa supo leer por aquellos años la debilidad del kirchnerismo y lo atacó: saltó a la cancha en las elecciones legislativas de 2013 y ganó como opositor. En 2015, sin embargo, su ambición de llegar a la presidencia por fuera del aparato peronista terminó en un fracaso rotundo.   Macri fue el vencedor de esas elecciones y con su llegada a la Casa Rosada en 2015 el kirchnerismo fue dado por muerto. Cristina Kirchner ni siquiera logró retener su gran bastión, la provincia de Buenos Aires, el mayor distrito electoral del país. La macrista María Eugenia Vidal fue elegida gobernadora bonaerense. Pero el kirchnerismo se reinventó durante el mandato de Macri y en 2019, con el país sumido en una crisis económica y de nuevo endeudado con el Fondo Monetario Internacional, regresó a la presidencia con una fórmula encabezada por Alberto Fernández y con Kirchner como vicepresidenta.   La alianza interna se rompió pronto y el binonio gobernó enfrentado. Massa aprovechó las peleas para tomar el poder desde dentro, como súper ministro de Economía. Un año después, el apoyo de los gobernadores le permitió imponerse como candidato de unidad del peronismo, pese a permitir después una competencia desigual con el referente social Juan Grabois en la interna partidaria.   La decepción de los argentinos con el Gobierno es enorme. Entre las primarias de 2019 y las de 2023 el peronismo kirchnerista

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Sergio Massa, ministro de día y candidato de noche en Argentina

El País .– El titular de Economía y precandidato presidencial del peronismo transforma la inauguración de un gasoducto en un acto electoral arropado por la plana mayor del peronismo Desde que debutó en política en la adolescencia, Sergio Tomás Massa ha querido ser presidente de Argentina. Amigos y enemigos le reconocen una cualidad: la persistencia. Ambicioso y temerario como pocos, intentó conquistar la presidencia por su cuenta en 2015 y fracasó. A los 51, el hijo pródigo del peronismo pelea de nuevo por el puesto, esta vez con el respaldo de toda la maquinaria partidaria. Este domingo, por primera vez desde que asumió como ministro de Economía hace 11 meses, Massa estuvo arropado en un acto público por el presidente, Alberto Fernández, y su vice, Cristina Fernández de Kirchner. El motivo fue la inauguración de la mayor obra de infraestructura energética de este Gobierno, el gasoducto Néstor Kirchner. “Frente a aquellos que plantean que Argentina es un país de frustración, de fracaso, sin destino, sin futuro, en el que está todo mal, hoy es uno de esos días en los que aparece en el alma y el corazón de cada argentino el orgullo de ser argentinos”, dijo Massa entre aplausos. El peronismo eligió el 9 de julio, día de conmemoración de la independencia de Argentina, para celebrar lo que considera un paso “histórico” hacia la recuperación de la soberanía energética. El primer tramo del gasoducto recorre 750 kilómetros a lo largo de cuatro provincias desde la formación de hidrocarburos no convencionales de Vaca Muerta, en Neuquén, hasta Salliqueló, en el corazón de Buenos Aires. Permitirá ahorrar más de 4.000 millones de dólares al año en importaciones de gas. El tono épico que envolvió la puesta en escena es acorde al desafío que enfrenta el peronismo: ganar las elecciones presidenciales del 22 de octubre con una economía en terapia intensiva y una ciudadanía recelosa de la clase política. Massa forma parte de ella desde los 17 años. Nació en 1972 en un hogar de clase media del conurbano bonaerense, el extenso cinturón de municipios que rodea la capital argentina y donde viven unos once millones de personas, casi el 25% de la población del país. Hijo de Alfonso, un empresario de la construcción, y de Lucía, ama de casa, Massa se inició en la política al filo de los noventa en la Unión de Centro Democrático (Ucedé). Este partido de derecha se alineó con el peronismo durante la presidencia de Carlos Menem y el joven político dio un paso más: saltó la valla para cruzarse a sus filas. La decisión tuvo una rápida recompensa: en 1999 fue elegido diputado provincial por el peronismo y menos de tres años después alcanzó su primer cargo con gran visibilidad mediática y poder: la dirección de la seguridad social, la ANSES. Asumió en medio de la grave crisis social del corralito, con el país en llamas, y logró un éxito inesperado: el aumento de las jubilaciones mínimas, al que se oponía el ministro de Economía de entonces, Roberto Lavagna, tras haber estado nueve años congeladas. Sacar ventaja El gesto le granjeó la simpatía de un sector clave en su crecimiento político y significó también su primera victoria en una interna del Gobierno. Desde entonces, se ha convertido en un axioma de Massa “potenciar al máximo los recursos propios y sacar ventaja de las limitaciones ajenas”, en palabras de Diego Genoud, autor de la biografía El arribista del poder. Nadie ha sacado tanta ventaja como Massa de la pelea entre Fernández y Kirchner y de su falta de diálogo en los dos últimos años de Gobierno. Tras su experiencia como intendente del municipio de Tigre y los seis años en solitario al frente de su propio partido, el Frente Renovador, Massa fue invitado como tercer socio a la fórmula orquestrada por Kirchner para derrotar a Mauricio Macri en 2019. La victoria legislativa con la que Massa sorprendió al kirchnerismo en 2013 quedó opacada por su tercer puesto en las presidenciales de 2015 y la severa derrota electoral de 2017, que lo dejó fuera del Congreso. Un año antes de sellar su regreso al peronismo, quien fue jefe de Gabinete de Cristina Kirchner entre 2008 y 2009 dijo que la expresidenta “debería estar presa” y se mostró partidario de eliminar los fueros parlamentarios con ese fin. A las bases kirchneristas les costó asimilar la reintegración del traidor. Cuatro años después, desconfían todavía de quien ven como un político capaz de pactar con el diablo para salirse con la suya. No olvidan su acercamiento efímero a Mauricio Macri, la amistad de larga data —y cercanía ideológica— que lo une al candidato opositor Horacio Rodríguez Larreta y sus vínculos con Estados Unidos. Sin embargo, la figura e importancia de Massa en el Gobierno ha crecido a medida que la de Alberto Fernández se empequeñecía. “Sergio es capaz de anunciar por lo bajo que a un tipo o una mujer no lo quiere, pero al día siguiente lo ves abrazado y sacándose una foto y charlando de todo”, lo describió su suegro, el dirigente peronista Fernando Galmarini, en una reciente declaración radial. Galmarini cree que la capacidad de su yerno de hablar con todos, hasta con el que parece su enemigo más feroz, lo asemeja a Carlos Menem. Otros lo han comparado con Néstor Kirchner, por la habilidad para construir poder propio. “Yo trato de aprender de todos y en ese sentido no tengo pruritos. Diría que soy una esponja”, se ha autodefinido él. Massa lleva 22 años casado con Malena Galmarini, hoy al frente de la empresa pública de agua y saneamiento (Aysa). Viven en Tigre, en la periferia norte de Buenos Aires, y tienen dos hijos. El momento justo Calculador y astuto, Massa creció entre las grietas internas del Gobierno y supo esperar el momento justo para jugar las cartas que lo han llevado a ser designado precandidato presidencial del peronismo. La primera partida ganada fue la asunción del Ministerio de Economía el pasado agosto, cuando el peso rodaba barranco abajo y la inflación

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Cristina Kirchner renuncia definitivamente a ser candidata en Argentina: “No voy a ser mascota del poder”

El País .- La vicepresidenta vuelve a denunciar que la condena por corrupción que recibió en diciembre supone una proscripción Cristina Kirchner no participó este martes del congreso nacional del peronismo, pero volvió a ser el centro de sus discusiones. Mientras cientos de militantes del Partido Justicialista clamaban en un estadio de Buenos Aires porque se presente a las presidenciales de octubre, la vicepresidenta argentina ha ratificado una vez más que no buscará ser candidata. “Ya lo dije el 6 de diciembre del 2022. No voy a ser mascota del poder por ninguna candidatura”, ha escrito la expresidenta (2007-2015) en una carta publicada en sus redes sociales. Kirchner, a quien sus militantes le piden desde hace meses que vuelva a encabezar a un peronismo sin otros referentes en las elecciones, ha justificado su decisión achacando un uso político de la Justicia, que en diciembre pasado la condenó a seis años de prisión e inhabilitada de por vida a ejercer cargos públicos por corrupción. Kirchner, de 70 años, no está inhabilitada de participar en las elecciones de octubre. La sentencia del juez federal que leyó su condena el pasado 6 de diciembre por supuestas irregularidades en la adjudicación de 51 obras viales en la provincia de Santa Cruz, el bastión patagónico del kirchnerismo, no es firme y le quedan instancias de apelación. Pero la expresidenta alienta desde ese día la teoría de que sus rivales políticos, los medios opositores y los jueces federales quieren impedir que sea candidata para eliminar al peronismo de la carrera electoral. “La condena e inhabilitación en dicha causa tiene una única traducción política y electoral: la proscripción”, ha escrito en la carta dirigida a su militancia. “Como vengo sosteniendo desde hace mucho tiempo, no se trata solo de la proscripción de una persona, sino del peronismo”. La carta publicada por la vicepresidenta ha sido un nuevo baldazo de agua fría al peronismo gobernante mientras corre contra el reloj. Según la última encuesta del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), la ultraderecha encabeza la intención de voto en primera vuelta con un 29,3%, y el 77% de la población evalúa de forma negativa la gestión del actual Gobierno peronista. El presidente, Alberto Fernández, resignó presentarse a la reelección a finales de abril para priorizar que los militantes elijan un candidato en las primarias abiertas, pero la coalición gobernante aún no ha dado señales de definición. La vicepresidenta ha repetido en las contadas intervenciones públicas desde su condena que no quiere ser candidata, pero gran parte de las esperanzas de la militancia peronista descansaban en que tome las riendas para unir a su partido que, según el estudio de CELAG, mantiene el 26,1% de la intención de voto dividida en al menos seis candidatos. “Debemos ser inteligentes para salir de este laberinto y romper la trampa a la cual nos quieren llevar: que tengamos una candidatura prohibida por el Partido Judicial”, ha advertido la vicepresidenta en su escrito difundido este martes. La inflación desbocada, que el pasado abril alcanzó el 108,8% interanual, es solo uno de los problemas del Gobierno. El presidente y la vicepresidenta dejaron de hablarse hace casi un año y la gestión del Gobierno ha pasado a depender del ministro de Economía, Sergio Massa, que también encabeza la tercera pata de la coalición gobernante. A pesar de que la inflación ha empezado a encadenar marcas inéditas desde la crisis del corralito en 2001, Massa todavía es una de las cartas fuertes que mantiene el Gobierno para presentarse a las elecciones. Pero no desata pasiones. La inflación mensual ya había roto su propio récord en marzo con un 7,7%, y lo hará seguramente durante mayo, cuando se mida el impacto de la corrida contra el peso que a finales de abril disparó las cotizaciones del dólar en los mercados financieros. El índice no deja de subir desde hace seis meses y las pocas chances de que Massa sea el candidato de la unidad se desvanecen mientras la sombra de los dos dígitos asoma para mayo. El congreso del Partido Justicialista concluyó con la ratificación de sus autoridades nacionales en una reunión que terminó en anécdota tras la carta de Cristina Kirchner. El renunciamiento de la vicepresidenta, junto al de Alberto Fernández y del expresidente Mauricio Macri, que también renunció a postularse en marzo pasado mientras los referentes de su partido pelean por encabezar su lista, inaugura un panorama inédito en Argentina. Ningún referente de los últimos 20 años peleará por las presidenciales. La oposición ha celebrado la renuncia definitiva de la vicepresidenta a las elecciones. Desde la ultraderecha libertaria, lo toman como una oportunidad perdida de “verla tercera” en las elecciones; desde la coalición que lidera el macrismo como “una puerta a la necesaria renovación de la política”. El peronismo, mientras tanto, aún se aferra a una última decisión de su líder. El próximo 25 de mayo, cuando Argentina celebre la independencia, Cristina Kirchner volverá a encabezar un acto público. El gran renunciamiento frente a la militancia ya está fuera de la mesa.

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El derrumbe de la economía argentina pone a prueba la capacidad de gestión de un peronismo fracturado

El País .- La gravedad de crisis argentina devuelve la centralidad política a Cristina Kirchner dentro de la coalición de Gobierno El peronismo tiene por delante ocho meses al frente de la Casa Rosada. Todo indica que será un largo via cucis. Dividido y sin armas para revertir la peor crisis económica en 20 años, la popularidad de sus dirigentes está por los suelos. La imagen negativa del presidente, Alberto Fernández, roza el 70%, según un sondeo publicado durante el fin de semana por la consultora Opina Argentina. La crisis se aceleró esta última semana y hundió las posibilidades electorales de la que hasta ahora era la principal apuesta del partido, el ministro de Economía, Sergio Massa. El desconcierto es tal que ha vuelto al centro de la escena Cristina Fernández de Kirchner, la dirigente del Gobierno mejor posicionada en las encuestas, pero autoexcluida de cualquier candidatura electoral desde diciembre, cuando fue condenada por corrupción. La inflación interanual está en el 104%, las reservas líquidas del Banco Central apenas superan los 2.000 millones de dólares y el peso perdió desde el lunes el 10% de su valor ante el dólar en los mercados no regulados por el Estado. El golpe de gracia lo ha dado la sequía, la más grave en 60 años. Los ingresos por exportaciones se reducirán este año en 20.000 millones de dólares, la mitad de lo que Argentina le debe al Fondo Monetario Internacional (FMI). Massa tiene un trabajo ingrato: debe evitar una devaluación del peso que dispare aún más el hambre y la pobreza, que en el segundo semestre de 2022 alcanzó el 39,2%. El índice del primer semestre de 2023 será mucho peor. La única esperanza del ministro es que el FMI adelante los desembolsos acordados hasta diciembre; y que el campo acelere la liquidación de sus ventas al exterior gracias al “dólar soja”, con una cotización casi 50% por encima de la oficial. El plan para llegar hasta diciembre encuentra al peronismo sin candidato para las presidenciales de octubre. Alberto Fernández se bajó de la reelección el viernes, luego de que el kirchnerismo lo presionara de todas las formas posibles para que lo haga. Pero ahora que lo ha logrado, no tiene a quien poner en su lugar. Por primera vez desde el regreso a la democracia, en 1983, el peronismo no logra encontrar la puerta de salida y pone a prueba, como nunca antes, su capacidad de gestión. El partido fundado hace ochenta años por Juan Domingo Perón lleva desde hace 20 años puesta la chapa de salvador. En 1989, el recién eleegido Carlos Menem asumió antes de tiempo cuando el Gobierno del radical Raúl Alfonsín se hundía en el mar de la hiperinflación. En el año 2001, tras la salida anticipada de otro radical, Fernando de la Rúa, el peronista Eduardo Duhalde se puso al frente de la peor debalce económica de la historia reciente y salió a flote. En 2019, Fernández recibió de manos de Mauricio Macri una economía con más del 50% de inflación y prometió resolver el problema. Cuatro años después la ha más que duplicado. Fernández es sin duda el presidente peronista con menos poder. Cristina Kirchner lo ungió como candidato en 2018, convencida de que necesitaba una figura disruptiva que sumara los votos de esos peronistas que no la soportaban. La jugada de ajedrez le dio el triunfo al Frente de Todos ante Macri, que buscaba la reelección, pero pronto se volvió profundamente disfuncional. A medida que la economía se hundía, las diferencias en el binomio presidencial se agrandaban. Fernández quedó solo y el kirchnerismo pronto hizo oposición desde dentro mismo del Gobierno. Ahora han llegado al punto en que deben buscar un candidato a presidente antes de junio y no tienen un nombre.   La pelea pasa ahora por cómo elegir al sucesor. En el video de su renuncia, Fernández se erigió como garante de una elección primaria abierta y transparente en agosto para votar un candidato en las urnas. El kirchnerismo había defendido hasta ahora la idea de participar en una interna electoral, pero sin Fernández en la contienda pretende que sea Cristina Kirchner quien elabore la estrategia del Frente de Todos. El sábado, en un mitin organizado en Buenos Aires, el diputado Máximo Kirchner, hijo de la vicepresidenta, dijo que así como “ayer nada era sin Perón, hoy nada es sin Cristina”. Es decir, que la expresidenta debe quedar otra vez como única electora y dueña del peronismo. En el kirchnerismo reina el desconcierto, porque Cristina Kirchner se ha mantenido hasta ahora en sus trece y no quiere ser candidata ni da señales de quien es su elegido para la papeleta. La vicepresidenta sabe que sus posibilidades de ganar son mínimas, pero sabe también que es la dirigente que dentro del movimiento cosecha la mayor cantidad de votos.   El peronismo está en una encrucijada. Si Kirchner no es candidata, su hombre es Sergio Massa. Pero para ello, Massa debe al menos evitar una catástrofe que ponga en peligro, incluso, la gobernabilidad. Es un misterio como haría Massa para ser ministro y candidato al mismo tiempo, pidiendo el voto mientras la economía se derrumba. En ese río revuelto aparecen las figuras de la antipolítica.   La crisis de 2001 engendró al kircherismo, surgido desde la izquierda del peronismo. De esta crisis, en cambio, afloran figuras como Javier Milei, un economista que promete terminar “con la casta política” cerrando el Banco Central, dolarizando la economía y cerrando ministerios como el de Educación o Desarrollo Social.   Desde los márgenes, Milei está obligando a los precandidatos de la alianza opositora Juntos por el Cambio a derechizarse. Crece en las encuestas Patricia Bullrich, exministra de Seguridad de Mauricio Macri. Bullrich tiene origen peronista, pasó por el radicalismo y ahora es una ferviente macrista. Su discurso extremista complica las aspiraciones presidenciales del alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, que prefiere hacer campaña desde el centro de la coalición opositora. En agosto se definirán los nombres de los candidatos a presidente de los distintos partidos. Con el peronismo sumido en el desconcierto y

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Cristina Kirchner: “Si me van a meter presa, no me importa”

EL PAÍS .- El Grupo de Puebla arropa a la vicepresidenta de Argentina en un evento con críticas a los jueces que la condenaron por corrupción.   Cristina Kirchner dice que no le importa si la meten presa por corrupción. “Lo que me importa es reconstruir un país como el que alguna vez tuvimos”, aclaró. Se refería a “la década ganada”, como llama a los 12 años, entre 2003 y 2015, en los que gobernó Argentina junto a su marido ya fallecido, Néstor Kirchner. Cristina Kirchner ya no habla de la gestión que integra como vicepresidenta y ni siquiera nombra a Alberto Fernández, el presidente. Prefiere destinar las pocas apariciones que hace a criticar a los jueces que en diciembre la condenaron a seis años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Esta vez fue en centro cultural que lleva el nombre de su marido, ubicado en la exsede del correo, a metros de la Casa Rosada en Buenos Aires. Kirchner cerró un encuentro del Grupo de Puebla organizado en su honor bajo el lema Voluntad Popular y Democracia. Del partido militar al partido judicial. El partido judicial trabaja, según la lectura del kirchnerismo, por la proscripción de Kirchner en las elecciones generales de octubre.   Lo de este martes fue un mitin kirchnerista. Participaron tres expresidentes latinoamericanos – Rafael Correa, Evo Morales y Ernesto Samper- y el español José Luis Rodríguez Zapatero. Entre el público estaba el uruguayo José Mujica. La excusa fue la presentación de un libro coordinado por el exjuez Baltasar Garzón que desgrana con duras críticas la causa judicial contra Kirchner, a la que consideran víctima de lawfare, esto es el uso político de la Justicia para perseguir opositores. Garzón agradeció al presidente argentino, Alberto Fernández, por promover la creación del Grupo de Puebla. La mención de Fernández, que no asistió al evento, no mereció un solo aplauso. Pero cuando el colombiano Samper nombró a Kirchner, los 2.500 asistentes estallaron en un “Cristina, presidenta” que duró varios minutos. Kirchner apoyó la mano en el corazón y escuchó el clamor con una sonrisa. “Qué bueno una caricia después de tantos golpes”, dijo en el arranque de su discurso.   Kirchner recibió el primer golpe el 1 de septiembre, cuando un hombre intentó asesinarla de un disparo en la cabeza en la puerta de su casa. El 6 de diciembre, fue condenada en la llamada causa Vialidad por recibir sobornos para el reparto de la obra pública. Dijo entonces que era víctima de un “pelotón de fusilamiento judicial”, se declaró proscripta y anunció que no sería “candidata a nada” en las próximas elecciones.   En cada de sus apariciones escucha el pedido de sus seguidores para que revea su decisión y se presente a la presidencia. El “Cristina presidenta” interrumpió varias veces su discurso. Kirchner habló de lawfare, de economía, del FMI y de la oposición, a la que acusó de entregar en 2019 “el país hecho percha”. Criticó también al Fondo Monetario Internacional y el crédito de 44.000 millones de dólares que en 2018 entregó a Mauricio Macri.   “Discúlpenme si hablo mucho de economía últimamente, pero todas las persecuciones tienen que ver con la economía. Tiene que ver con esa Argentina que vino a reconstruir el Estado democrático constitucional”, dijo. Sobre la Justicia, la acusó de “disciplinar a los dirigentes del campo popular”. Al final, el público volvió a pedir que sea candidata, pero Kirchner nada dijo al respecto.   El entuerto judicial en el que está complica la estrategia electoral de la vicepresidenta, pese a que es la dirigente que más caudal de votos tiene dentro del peronismo. En la práctica puede ser candidata, porque su condena a inhabilitación para ejercer cargos públicos no está firme. Pero Kirchner teme que si se lanza a la carrera, la Corte Suprema se apure a ratificar la sentencia antes de las elecciones. Por ahora solo puede aspirar a que, tras el operativo clamor de sus seguidores, el peronismo se rinda a su popularidad y le ceda la estrategia para las elecciones de octubre.

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Guerra abierta entre el Gobierno argentino y la Corte Suprema

La Casa Rosada convoca al Congreso para tratar el juicio político contra los cuatro jueces del máximo tribunal   Ya es una guerra política en toda regla. Se inició en los medios hace casi tres años, en paralelo al avance de los juicios por corrupción contra la vicepresidenta, Cristina Kirchner. En el arranque de su gestión, el presidente, Alberto Fernández, envió al Congreso una profunda reforma de la justicia federal, a la que acusaba de redactar fallos a la medida de la oposición. El proyecto no prosperó. La tensión entre la Casa Rosada y los Tribunales creció y creció. Se esparció como la espuma entre altos funcionarios, diputados, senadores y jueces. El 6 de diciembre, un tribunal condenó a Kirchner a seis años de cárcel. Dos semanas después, la Corte Suprema falló contra el Gobierno en una demanda de la ciudad de Buenos Aires, opositora, por el reparto nacional del dinero de los impuestos. Esta semana que pasó, finalmente, la sangre llegó al río: Fernández convocó a sesiones extraordinarias del Congreso (no habrá receso de verano, muy que les pese a los legisladores) para tratar el juicio político contra los jueces de la Corte Suprema.   Al juicio político contra los cuatro supremos (hay un puesto vacante) se le suma un proyecto para llevar a 15 el número de magistrados. Los diputados del Frente de Todos, la alianza de las distintas corrientes del peronismo que está en el poder, ya presentaron formalmente el pedido de juicio “por mal desempeño” contra la Corte. El argumento es que “ha realizado arbitrarios ataques sobre las facultades constitucionales asignadas” a los poderes ejecutivo y legislativo. Además del asunto de los impuestos, que da recursos extraordinarios al alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, uno de los presidenciables del macrismo, critican un fallo que declaró inconstitucional una ley de 2006 que retiraba a la Corte del Consejo de la Magistratura, el órgano que elige y juzga a los jueces. Los supremos decidieron reflotar una ley anterior que había sido derogada por el Congreso.   El partido de Gobierno tiene los votos suficientes para abrir una comisión de juicio político que trabajará durante 60 días, pero chocará luego en el recinto, donde no alcanza los dos tercios necesarios para avanzar más allá de la acusación. Juntos por el Cambio, la coalición que reúne a la derecha liderada por Mauricio Macri, ya anticipó que rechazará la iniciativa peronista por considerar que “atenta contra el orden republicano”. Si el Gobierno insiste, paralizará el Congreso, amenazó.   La pelea entre los poderes del Estado crispará los ánimos en un año especialmente sensible: en octubre, los argentinos elegirán al sucesor de Alberto Fernández en la Casa Rosada. El clima político no podría ser peor. Fernández ingresó al último año de su mandato con la popularidad por los suelos, la economía en declive, la inflación cercana al 100% y a la sombra del poder que ejerce sobre su gestión Cristina Kirchner. A la Justicia no le va mejor. El 59% de los consultados en abril para un sondeo de la Universidad de San Andrés aseguró que tiene una imagen “muy mala” del Poder Judicial, 19 puntos más de los que opinaron lo mismo acerca del Fondo Monetario Internacional (difícil encontrar una institución con peor imagen en Argentina). Sorprendió a los encuestadores que el apartado “imagen buena” quedó en 0%.   El presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti, ensayó una explicación durante una entrevista con el periodista Carlos Pagni para LN+. “En la mayoría de las democracias consolidadas del mundo la imagen de la Justicia no es buena”, argumentó. Según su visión, el problema está en que el Poder Judicial asume conflictos que la sociedad no resuelve y eso genera “ciertas expectativas” que luego se ven frustradas. Los ciudadanos, dijo, ven “que la Justicia resuelve con lentitud, no correctamente o que no falla a su favor”. Esa “judicialización de los conflictos”, dijo, es atribuible a “cierta incapacidad” de la sociedad para resolverlos por vías no judiciales.   El conflicto por el reparto dfe los impuestos federales fue una muestra de ello. En 2016, el Gobierno de Macri subió del 1,4% al 3,75% la parte correspondiente a la ciudad de Buenos Aires, su principal bastión electoral, para financiar a una nueva policía. Cuando Fernández llegó a la Casa Rosada, una de sus primeras medidas fue bajar en forma unilateral hasta el 2,35% ese porcentaje. Como las negociaciones políticas fracasaron, el asunto terminó en la Corte, que en diciembre elevó el porcentaje correspondiente a la ciudad hasta el 2,95%.   Fernández primero dijo que no acataría el fallo porque no tenía el dinero para hacerlo; luego dio marcha atrás y prometió un pago en bonos del tesoro. Mantuvo, eso sí, su decisión de llevar a los jueces ante el banquillo del Congreso. Sumó en su estrategia el favor de 14 de los 23 gobernadores del país, temerosos de que el dinero que ahora iría a parar a Buenos Aires (unos 1.000 millones de dólares) saliese de sus propias partidas presupuestarias.   El juicio político no prosperará más allá de la comisión dominada por el Frente de Todos, pero habrá espectáculo. Los diputados quieren que declaren los cuatro supremos. Pidieron además la presencia de Silvio Robles, secretario privado del presidente de la Corte, y del jefe de Seguridad de la ciudad de Buenos Aires, Marcelo D’Alessandro, ahora de licencia. La Comisión les pedirá que expliquen por qué en unos chats filtrados a la prensa Robles adelanta al funcionario de la ciudad la decisión de su jefe respecto al diferendo por los fondos.   El Gobierno intentará demostrar que los mensajes son evidencia de la connivencia entre la Justicia y la oposición. En cualquier caso, lo que resta de enero y febrero será de mucha actividad política, mientras buena parte de los argentinos están de vacaciones. En marzo, el país ya estará lanzado de lleno en la campaña por la sucesión presidencial.   Fuente: El País

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Cristina Kirchner se declara víctima de una proscripción

En su primer discurso desde que fuera condenada por corrupción, la vicepresidenta de Argentina dijo que su decisión de no ser candidata en 2023 no fue “un renunciamiento ni una autoexclusión”   “Ni renunciamiento ni autoexclusión, acá hay proscripción”, dijo Cristina Fernández de Kirchner en su primera aparición pública desde que fuera condenada por corrupción el 6 de diciembre pasado. Aquel día, minutos después de la lectura del fallo, la vicepresidenta de Argentina se bajó de la carrera presidencial en 2023. “No voy a ser candidata a nada”, dijo entonces, y se consideró víctima de una “mafia judicial” que buscaba sacarla de la política. Este martes, ante cientos de personas reunidas en la inauguración de un centro deportivo a las afueras de Buenos Aires, dijo que lo suyo no fue un renunciamiento voluntario. “El único renunciamiento que tuvo el peronismo fue el de Eva Perón [a ser candidata a vicepresidenta, en 1951], y acá tampoco hay autoexclusión. Hay proscripción”, insistió Kirchner.   Cristina Kirchner pateó el tablero hace tres semanas. Sin ella como candidata, el peronismo se enfrascó en una carrera sin rumbo para encontrar un nombre que lograse unificar las múltiples corrientes internas que lo atraviesan. El presidente, Alberto Fernández, incluso jugó con la posibilidad de la reelección, pese a que su popularidad está por los suelos y la crisis económica arrecia. Lo de este martes fue parte del libreto con el que el kirchnerismo acompañó el juicio contra la expresidenta. Según su lectura, los jueces han creado en complicidad con la oposición un “partido judicial” cuyo objetivo es encarcelar a líderes populares como Cristina Kirchner. La estrategia, sostienen, es incluso regional; basta como ejemplo los más de 500 días que Luiz Inácio Lula da Silva estuvo preso a instancias del juez Sergio Moro, luego ministro de Justicia de Jair Bolsonaro.   Esta vez, sin embargo, el mitin kirchnerista sumó un elemento nuevo: en la previa del discurso de la vicepresidenta, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, le pidió que reconsidere su decisión de no ser candidata. “Te necesitamos”, le dijo, en el inicio de lo que sin duda será, a partir de ahora, un operativo clamor por el regreso. Kirchner, de hecho, habló con tono de campaña. Y concentró sus ataques en el Poder Judicial. “Lo que hicieron fue armar un juicio con denuncias, con una cronología electoral casi quirúrgica. Luego de un juicio armado de tres años, decidieron que el juicio oral en que me iban a sentar en el banquillo de acusados era el 21 de mayo de 2019. Quince días exactos antes de que cerraran los plazos para armar los frentes electorales donde se disputaría la Presidencia. Tres días antes yo desarticulé esa maniobra cuando anuncié que íbamos a un frente con quien hoy es presidente. Aquella fue una clara maniobra proscriptiva”, dijo.   Para Kirchner, su condena a seis años de cárcel e inhabilitación perpetua a ejercer cargos públicos fue la consumación de la estrategia. En la práctica, la vicepresidenta no está impedida de ser candidata hasta tanto el fallo judicial quede firme ante la Corte Suprema, un largo periplo que puede demorar hasta ocho años. Pero la vicepresidenta jugó la carta de la proscripción, una figura muy cara al peronismo. Tras el golpe de 1955, Juan Domingo Perón se exilió en España y no pudo regresar a Argentina hasta 1973. El “Perón vuelve” fue el grito de batalla del peronismo durante aquellos años de prohibición militar. Kirchner se coloca a la altura de aquella gesta del movimiento. Pero a diferencia de Perón, que a su regreso ganó las elecciones con comodidad, no está tan clara la suerte electoral de la vicepresidenta.   Argentina cerrará este año con una inflación por encima del 90% y una crisis económica que tiene al país al borde del abismo. El éxtasis mundialista apenas sirvió para patear los problemas para adelante. El Gobierno, mientras tanto, ya está enfrascado en una nueva guerra abierta contra la Corte Suprema y la oposición. La semana pasada, los supremos ordenaron a la Casa Rosada que suba del 2,32% al 2,95% la porción de fondos federales que recibe la ciudad de Buenos Aires, bastión del macrismo. Se inició así una crisis institucional sin precedentes en democracia, que arrancó en 2016 cuando el presidente Mauricio Macri aumentó por decreto las partidas de la capital del 1,40% del total al 3,75%. Fue una decisión política para aupar a Horacio Rodríguez Larreta, su delfín político y sucesor al frente de la alcaldía porteña. Rodríguez Larreta llevó al Gobierno ante la Corte cuando el presidente, Alberto Fernández, bajó el porcentaje de la torta al 2,32%.   Arropado por 14 gobernadores, Fernández anunció entonces que no acataría el fallo de la Corte. Esta semana ya había dado marcha atrás, a medias: dijo que pagaría, pero con bonos del Tesoro. Rodríguez Larreta volvió a la carga ante la Corte. Y Cristina Kirchner se metió en medio. “Estamos ante un hecho ajurídico, como su hubiera desaparecido el Estado de derecho”, dijo, y llamó al Gobierno “a despabilarse”. Fue, como no, un tiro por elevación al presidente. Fuente: El País

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El Mundial de Qatar desactiva el temido ‘efecto diciembre’ en Argentina

La clasificación a la selección de Messi a la final en Qatar apaga las protestas en un mes que concentra reclamos salariales y movilizaciones sociales.   Diciembre suele ser un mes complicado en Argentina. La historia comenzó en 2001, con la crisis del corralito. Cinco presidentes pasaron por la Casa Rosada tras la huida en helicóptero del presidente Fernando de la Rúa. La represión de las revueltas dejó entre el 19 y el 20 de diciembre 39 muertos, la mayor parte en las inmediaciones de la Plaza de Mayo. Desde entonces, los Gobiernos se preparan para sobrevivir a diciembre. El final de año alimenta el reclamo entre los más pobres y en las calles crecen las protestas; los sindicatos piden subidas salariales o bonos que compensen la inflación. 2022 es especialmente complicado para el Gobierno de Alberto Fernández: diciembre terminará con una inflación cercana al 100% y con casi cuatro de cada diez argentinos por debajo de la línea de pobreza. La alianza peronista en la Casa Rosada está fracturada y la política más influyente del país, Cristina Kirchner, fue condenada la semana pasada a seis años de cárcel por corrupción. Pero cuando arreciaba la tormenta, la selección argentina de fútbol llegó a la final del Mundial en Qatar.   En Argentina no se habla de otra cosa. El triunfo contra Croacia el martes organiza el debate público, las familias discuten donde verán el partido definitivo del domingo y los políticos hablan bajito para no llamar la atención. Es tanto el ruido que pocos se enteraron de que el presidente, Alberto Fernández, celebró este miércoles los tres años de su Administración y los 39 años del regreso a la democracia.   Lo hizo con un acto en los jardines de la Casa Rosada, donde ubicaron 1.000 sillas que estuvieron semivacías. La convocatoria fue evidencia de las divisiones que hay en la Casa Rosada. No hubo ministros kirchneristas; viajaron a Buenos Aires solo uno de los 23 gobernadores del país; apenas participaron los movimientos sociales que tienen cargos en el Gobierno. Faltaba, en resumen, el peronismo en sus distintas versiones, que son muchas. Fernández dio un largo discurso y al final prometió que asumirá la dirección de la campaña para las generales de 2023.   “Garantizo que voy a ponerme al frente para ordenar nuestra fuerza política, vamos a ganar unidos y por el bien de la Argentina”, dijo Fernández, el único orador de un evento que suele realizarse en la Plaza de Mayo en un ambiente festivo y oradores de todos los colores. El presidente no aclaró si irá por la reelección. Lleva meses coqueteando con la idea, aunque su popularidad está por los suelos. La decisión de Cristina Kirchner de no ser candidata a cargo alguno, como dijo tras su condena, agitó al peronismo, que ahora debe buscar un relevo de peso.   El nombre del presidente no figura al tope de las preferencias. Hay allí otros nombres, como el ministro de Economía, Sergio Massa -ausente en el acto de este miércoles- aunque su destino político está atado a la evolución de la inflación y la pobreza. Está también Eduardo de Pedro, el ministro de Interior que es ojo y oídos de Kirchner en el Gabinete. Y es de esperar que aparezca el nombre de algún gobernador, el reservorio tradicional de los candidatos del peronismo.   Mientras tanto, todos confían en el fútbol para mantener la paz social. Si Argentina sale finalmente campeona habrá días y días de festejos. Luego vendrán las fiestas de Navidad y Año Nuevo y en enero inicia la temporada alta de las vacaciones de verano. Para entonces ya habrá pasado el peligro. Si pierde, la resaca mundialista será menos efectiva, pero la estropada de la final será suficiente para llegar a enero sin demasiados sobresaltos.   Si eso no alcanzase, el Gobierno tiene lista una bala de plata. Hay en agenda un bono de fin de año para los asalariados de menores ingresos y otro para los millones de argentinos que cobran un plan social. Alcanzará a 4,4 millones de personas y servirá para calmar el malestar de los hogares más golpeados por la crisis. La combinación de Mundial y dinero extra es la vacuna argentina contra el efecto diciembre. Fuente: El País

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Cristina Kirchner pronunciará sus “últimas palabras” en un juicio por presunta corrupción

La vicepresidenta de Argentina enfrenta una pena de 12 años de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos en la llamada causa Vialidad. La vicepresidenta de Argentina, Cristina Kirchner, hará uso este martes de su derecho, como todo imputado judicial, a pronunciar unas “últimas palabras” en la causa que la investiga por presunta corrupción durante sus dos Gobiernos. Por decisión propia, estará sola en su despacho en el Congreso, sin el apoyo de sus abogados. Hablará a una cámara, como ya lo hizo en otras oportunidades, para rechazar cada una de las acusaciones. En agosto, el fiscal Pablo Luciani pidió contra ella 12 años de cárcel y la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Si se cumplen los tiempos del proceso, Kirchner sabrá durante la segunda quincena de diciembre si los jueces la condenan o la absuelven. No irá presa, porque tiene fueros como vicepresidenta. Su eventual condena, en cualquier caso, iniciará un largo proceso de apelaciones que terminará en la Corte Suprema, que tendrá la última palabra. Kirchner ha sostenido desde el inicio de juicio, hace dos años y medio, que toda la investigación en su contra es un montaje de la oposición y “el partido judicial” para encarcelarla. Los fiscales, en cambio, la acusan de montar una asociación ilícita durante sus dos Gobiernos, entre 2007 y 2015, para beneficiar a amigos del poder con millonarios contratos de obra pública a cambio de sobornos. Entre los acusados hay funcionarios acusados de cobrar sobornos y empresarios sospechados de pagarlos. “Mañana a las 9.30 en el juicio de Vialidad: ‘últimas palabras’. Así le dicen…”, publicó este lunes Kirchner en sus redes sociales. Confirmó así que haría uso de su derecho. Se la podrá seguir en directo por su canal de YouTube y por la transmisión del Tribunal Federal que la juzga. Hasta ahora, ha dicho sus “últimas palabras” el exministro de Planificación Federal, Julio de Vido, quien ya está preso por su responsabilidad en la llamada tragedia de Once, un accidente de ferrocarril que dejó 52 muertos el 22 de febrero de 2012. De Vido dijo que el juicio era una “persecución injusta”, en línea con lo que ha sostenido Kirchner. La causa Vialidad es la que más complica a Kirchner, y la que está más avanzada. Según el fiscal Luciani, la expresidenta era la jefa de una asociación ilícita destinada a enriquecer a sus miembros con dinero público. Según su argumento, Kirchner montó un aceitado mecanismo donde el empresario Lázaro Báez, hoy condenado a 12 años de cárcel por lavado de dinero, recibía a cambio de retornos contratos millonarios de obra pública en la provincia de Santa Cruz, cuna política del kirchnerismo en la Patagonia. Luciani ha dicho que la vicepresidenta “no podía no saber” lo que sucedía bajo su mando. “Nos encontramos ante un crimen de extrema gravedad. Los imputados, en una estricta separación de roles, sustrajeron frutos del erario en provecho particular, adoptando todas las medidas necesarias para hacerlos con impunidad y desactivando todos los mecanismos de control”, dijo en agosto, durante la lectura de su alegato. El fiscal estimó en 1.000 millones de dólares el daño causado al Estado a través de 51 contratos de obras viales entregadas a Austral Construcciones, una empresa creada por Lázaro Báez, un ignoto empleado de banco que en pocos meses se convirtió en millonario. Como argumentos del presunto fraude, la fiscalía dijo que el patrimonio de Báez creció 12.000% entre 2004 y 2015 y el de su empresa un 46.000%. Durante las tres presidencias del kirchnerismo, Báez solo tuvo como cliente al Estado; mientras su fortuna se multiplicaba, celebrara una veintena de acuerdos comerciales privados con la familia Kirchner. El 23 de agosto, un día después del pedido de prisión presentado por Luciani, Kirchner se defendió de todas las acusaciones. Lo hizo, una vez más, mirando a una cámara montada en su despacho en el Congreso, como lo hará este martes. Kirchner denunció que la investigación que enfrenta es en realidad “contra todo el peronismo”, una “ficción” sin pruebas ni sustento jurídico. Colocó detrás de la jugada al expresidente Mauricio Macri (2015-2019), representante de “aquellos que van por todo, por los salarios, los derechos de los trabajadores y los jubilados”. Dijo además que su condena ya estaba escrita desde antes del inicio de la investigación. El peronismo cerró entonces filas alrededor de la vicepresidenta. Hubo marchas de desagravio y largas jornadas de vigilia frente al piso que ocupa en Recoleta, el barrio más acomodado de Buenos Aires. Las manifestaciones cesaron abruptamente la noche del 1 de septiembre, cuando un hombre de 35 años llamado Fernando Sabag Morel gatilló dos veces su arma contra el rostro de Kirchner, sin que saliese la bala. La vicepresidenta redujo entonces sus apariciones públicas. En la lista de acusados hay otras 12 personas. Además del exministro De Vido y el empresario Lázaro Báez, está el exsecretario de Obras Públicas José López, preso desde 2016 tras ser atrapado in fraganti cuando intentaba ocultar bolsos con nueve millones de dólares en un convento. Los jueces deberán ahora decidir si el fiscal ha probado que las decisiones de un Gobierno pueden considerarse fruto de una asociación ilícita, que por definición nace para delinquir. Fuente: El País

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