Los investigadores creen que este patógeno puede ser una amenaza para el baño y el consumo de marisco, ya que provoca intoxicación alimentaria La contaminación por plásticos de mares y océanos del planeta es uno de los problemas medioambientales más relevantes y, a la vez, más difíciles de resolver de nuestra era. No en vano, es objeto continuo de investigaciones científicas que, además de dimensionar esta realidad, intentan dar a conocer las consecuencias que tiene para la salud del planeta y sus habitantes. La última en llamar la atención sobre los efectos perversos de que mares como el Mediterráneo se haya convertido en una especie de sopa de microplásticos, entre otros residuos, ha sido un estudio que publica hoy la revistas Plos One, de la mano de un equipo de investigación de la Universidad de la Sorbona de París. En él, los expertos alertan de que han detectado por primera vez una bacteria que provoca intoxicaciones alimentarias alojada en las microfibras procedentes de la contaminación plástica, la industria textil y las actividades pesqueras. Este hallazgo, advierten, trasciende la mera anécdota y pretende servir de advertencia a las autoridades sanitarias. «La ‘vibrio parahaemolyticus’ es una bacteria potencialmente peligrosa que causa intoxicación. Este nuevo estudio es el primero en informar de su presencia y el descubrimiento es importante para evaluar los riesgos para la salud , porque (…) puede ser una amenaza para el baño y el consumo de mariscos», aseguran los investigadores en su trabajo. Esta especie de microorganismo tóxico es una de entre las 196 que pueden vivir alojadas en este tipo de microfibras. Tal y como han comprobado los autores del estudio con técnicas de microscopía avanzada y secuenciación de ADN de los residuos recolectados en el noroeste del Mediterráneo, solo en una de ellas pueden vivir más de 2.600 células de distintos tipos de microorganismos. ¿Qué grado de amenaza real suponen estas bacterias detectadas, especialmente la que es conocida por su toxicidad? El riesgo reside en que cuando las bacterias colonizan los citados residuos, estos huelen a comida y, por ello, son ingeridos por otros organismos marinos. Peces, moluscos, etc. Especialmente sensibles a este aspecto se han demostrado especies como los mejillones, por ejemplo. «Debido a su persistencia, es probable que las microfibras se acumulen en los organismos marinos a medida que avanzan en la cadena alimentaria», recoge el estudio, una cadena en la que los humanos también participamos. Imagen de las fibras analizadas al microscopio y las bacterias halladas en ellas aportados por el estudio. PEDROTTI ET AL, 2002/PLOS ONE Joaquim Rovira Solano, investigador del Centro de Tecnología Ambiental Alimentaria y Toxicológica (TecnATox) en la Universitat Rovira i Virgili, ha valorado la calidad del trabajo de sus colegas franceses, en una declaración recogida por Science Media Center (SMC) España: «Las conclusiones están respaldadas por datos sólidos que respaldan la evidencia existente». En opinión de este experto, «estas fibras pueden generar problemas de salud a estos animales y a las personas que los consumen». Sobre el posible origen de los patógenos, Rovira apunta a las plantas depuradoras de aguas residuales como una posibilidad, ya que de ellas se desprenden una gran cantidad de fibras que provienen de las lavadoras domésticas. A pesar de que califica los resultados como «realmente preocupantes», cree que harían falta más estudios para conocer la viabilidad de estos microorganismos (si están vivos, si se pueden reproducir, etc.) para conocer el verdadero alcance de su peligrosidad. En esta misma línea se pronuncia la autora principal de la investigación, Maria Luiza Pedrotti, quien pone el acento en el riesgo ambiental global que estos hallazgos plantean. Así, concluye: « la cantidad cada vez mayor de desechos plásticos en el medioambiente puede estar transportando bacterias peligrosas y otros contaminantes por todo el océano, lo que aumenta el riesgo de contaminación en comparación con las partículas naturales de vida corta, como la madera o los sedimentos». A más calor, más infecciones Maria Luiza Pedrotti, principal autora del trabajo de la universidad francesa, señala el papel del cambio climático en la propagación de la bacteria potencialmente patógena que han detectado alojada en estas microfibras de residuos en el Mediterráneo. «Los estudios han demostrado que la temperatura tiene una correlación significativa con el aumento de ‘Vibrio spp’ y la aparición de infecciones. En el momento en que encontramos esta bacteria, las temperaturas costeras de verano oscilaban entre 25,2 y 26,5 °C, mientras que este año, en el mismo lugar, alcanzaron los 29 °C». Fuente: ABC