Infobae .– “El cantante”, ícono de la música latina para el mundo, murió el 9 de junio de 1993 luego de una existencia intensa, pasional y trágica. La canción escrita por Rubén Blades lo define en toda su dimensión Agobiado mentalmente por las grandes tragedias que se sucedieron a lo largo de su vida y con un físico notablemente deteriorado por el consumo excesivo de drogas y el VIH contraído a finales de los ‘80, el 29 de junio de 1993 moría a los 46 años en Nueva York el puertorriqueño Héctor Lavoe, el más grande cantante de salsa de la historia y gran responsable de la popularidad del género a nivel internacional. Probablemente, el destino del genial artista ya estaba marcado en los años ‘70, cuando su gran amigo y productor Willie Colón le sugirió a Rubén Blades que no había mejor intérprete para su composición “El cantante” que el propio Lavoe. Así fue que el autor de clásicos como “Pedro Navaja” y “Plástico” cedió la pieza que desgranaba versos como “vinieron a divertirse y pagaron en la puerta, no hay tiempo para tristezas, vamos cantante, comienza” a quien la convirtió en la mejor definición de su propia vida. La canción más popular de Héctor Lavoe es “El cantante”, escrita por Rubén Blades (Twitter). Precisamente, la canción que muchos años después iba a popularizar Andrés Calamaro entre el público rockero argentino terminó siendo la premonitoria gran carta de presentación del intérprete boricua. Y si bien es cierto que para cuando la registró en los años ‘70 la vida de Lavoe ya transitaba por el camino de los excesos con las drogas y había sufrido la pérdida de algunos seres queridos, todavía faltaban graves sucesos, como la muerte de un hijo adolescente, un fallido intento de suicidio, un devastador incendio de su casa y el decaimiento de su salud por el SIDA que coronarían una trágica existencia. Pero más allá del gran sentimiento con el que el intérprete dotaba cada canción, también es cierto que Lavoe sobresalió por su asombroso rango vocal y un carisma sobre el escenario que conquistó al público neoyorkino y, desde allí, al resto del mundo. No por casualidad el hombre bautizado en su nacimiento como Héctor Juan Pérez Martínez había adquirido como apellido artístico a una deformación en la pronunciación con la que los estadounidenses lo definían: La Voz. Es que Lavoe fue algo así como el Frank Sinatra de la salsa y los ritmos caribeños, que en su momento de apogeo llenaba estadios como solista y, a la vez, como integrante clave de la Fania All-Stars, un combo por el que pasaron nombres rutilantes del género, como Tito Puente, los propios Willie Colón y Rubén Blades, Celia Cruz, Ray Baretto, Johnny Pacheco, José Feliciano y Jorge Santana -el hermano de Carlos-, entre otros. Héctor Lavoe (1946-1993) Fue tal el impacto mundial de esta agrupación que en 1974 fue convocada por el famoso promotor de boxeo Don King para animar, junto a James Brown y B.B. King, la épica velada en Zaire conocida como Rumble in the Jungle en la que Muhammad Ali recuperó su título de campeón de los pesos pesados ante el hasta entonces invencible George Foreman. Esa noche, el poder latino se hizo presente de manera fuerte, tal como lo demuestran los registros audiovisuales, con Lavoe en un sobresaliente papel. “El cantante de los cantantes”, tal como lo definía su público y la crítica en su momento de esplendor -en una prueba más de su dimensión artística-, había nacido el 30 de septiembre de 1946 en Ponce, Puerto Rico, en donde desde muy chico inició estudios musicales en el conservatorio, bajo la influencia de su padre, un guitarrista aficionado que amenizaba las fiestas de su vecindad en pequeñas orquestas locales. Pero, de a poco, el joven estudiante de música, que para entonces ya había perdido a su madre cuando solo tenía tres años, fue dejando de lado la academia, y acercándose a los ritmos populares de su región, como la salsa, el guaguancó, el bolero, la guaracha y el son. Héctor Lavoe tuve una intensa y trágica vida, pero en escena se transformaba (Foto: Jhonny Torres) A los 16 años decidió probar suerte en Nueva York y fue hacia Queens, en donde vivía uno de sus ocho hermanos, pero la tragedia otra vez se hizo presente en su vida. Poco antes de llegar allí, su hermano murió en un accidente automovilístico. Los planes no cambiaron para la futura estrella de la salsa, quien igual se radicó en esa ciudad, en la casa de otra de sus hermanas. En medio de distintos trabajos para ganarse la vida, comenzó a entremezclarse con colegas latinos que tocaban en clubes nocturnos, hasta que, por recomendación de su padrino artístico Johnny Pacheco, finalmente conformó una sociedad musical que duraría varios años con Willie Colón. La dupla fue fichada en 1967 por el sello Fania, la principal discográfica de música caribeña en esa ciudad, en medio de la gran explosión del género entre el público local, por lo que los años siguientes serían los de la consagración definitiva. Entre finales de los ‘60 y mediados de los ‘70, tanto en binomio con Willie Colón como con la Fania All Stars, Lavoe protagonizó conciertos multitudinarios en estadios, en lo que es considerada su etapa más brillante. Pero antes de la mencionada velada boxística, la dupla se rompió, un poco por las intenciones de Colón de probar suerte como solista y, otro poco, por los problemas con las drogas que comenzaban a hacer mella en Lavoe. No obstante esto, en 1975, el sello Fania le propuso registrar su primer disco solista, que se iba titularía La voz y se produjo un acercamiento con Colón, quien terminó produciendo la placa. Pero a pesar de que en 1976 grabó un segundo disco y de seguir cautivando con su voz, la carrera del talentoso intérprete comenzaba a naufragar debido a su fuerte adicción a las drogas, lo cual hacía que su comportamiento en escena transitara por momentos erráticos. Junto a Willie Colón, Rubén Blades, Celia Cruz, Ray Baretto y Johnny Pacheco, Héctor Lavoe es uno de los grandes de la salsa En ese