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Ecuador: octubre 10, 2024

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Ecuador, octubre 10, 2024
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Una persona con párkinson desde hace más de 25 años vuelve a caminar gracias a una prótesis neuronal

El País .- Los investigadores estimularon la médula espinal directamente y así lograron evitar las caídas y bloqueos en la marcha Cuando tenía 36 años, Marc Gauthier, un ciudadano de Burdeos (Francia), empezó a tener problemas de movimiento y coordinación, temblores y rigidez. Le diagnosticaron un párkinson muy precoz. A comienzos de siglo, le hicieron un doble implante en el cerebro. Por un lado, le instalaron un generador de dopamina, neurotransmisor clave en la organización del movimiento, y a la vez un estimulador cerebral profundo (ECP) en los ganglios basales, la parte del cerebro que debería producir dopamina de forma natural. Pero, tras una mejoría, las caídas volvieron e incluso se agravaron, también la incapacidad de levantarse o los continuos bloqueos mientras caminaba. Situaciones tan cotidianas como subir unas escaleras eran un suplicio; tras unos temblorosos primeros escalones, terminaba dándose la vuelta. Sin embargo, el domingo fue a tomar un café con Eduardo Martín Moraud, científico español que forma parte del equipo que le implantó una nueva neuroprótesis hace dos años. “Caminaba con normalidad y no tuvo problemas ni para entrar en el metro”, dice Martín. El propio Gauthier, que ahora tiene 63 años, describe: “Ya ni siquiera tengo miedo a las escaleras”. Martín trabaja con Grégoire Courtine, profesor de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza), desde que este le dirigía el doctorado. Junto a Courtine y la neurocirujana Jocelyne Bloch, del hospital universitario de la misma ciudad, llevan año Investigación científica Neurología s investigando cómo ayudar a los parapléjicos a volver a caminar. En esta carrera de fondo, primero lo investigaron con ratas. Tras obrar lo más parecido a un milagro, probaron su forma de puentear las lesiones medulares que cortocircuitaban la comunicación entre piernas y cerebro en monos. Validado en un modelo animal, empezaron a probarlo en humanos con resultados positivos ya en 2018. El año pasado lograron que tres personas parapléjicas recuperaran su capacidad de caminar al día siguiente de la operación. “Ya en la beca que solicitó Courtine en 2009, mencionaba que este sistema podría aplicarse también en personas que tuvieran párkinson”, recuerda Martín. Y es lo que han hecho con Gauthier. Eduardo Martin Moraud (derecha) conversaba con Marc Gauthier, el viernes en Lausana.GABRIEL MONNET (AFP) Los resultados del trabajo de este equipo, formado por una quincena de neurocientíficos, neurocirujanos, médicos, enfermeros y rehabilitadores, acaban de publicarse en la revista científica Nature Medicine. Tras años investigando con parapléjicos, puede parecer extraño que reclutaran a un enfermo de párkinson como Gauthier. En principio, una enfermedad neurodegenerativa que se produce en lo más profundo del cerebro no tiene mucho que ver con una paraplejia provocada porque un accidente le ha destrozado la médula a un joven. “Independientemente del origen del problema, todo control de las piernas pasa por la médula. En un caso no llega información al cerebro porque está seccionada, en el otro sí baja la información, pero es anómala”, explica Martín. En la zona baja de la espalda, en la porción de la médula de las regiones lumbar y sacra de la columna, se encuentra un conjunto de neuronas motoras que son las encargadas de ordenar a los músculos de las piernas que se activen. También son las que reciben la información de las piernas sobre su estado, ya sea de movimiento o reposo, y la envían médula arriba. Es ahí donde han actuado ahora, olvidándose en cierto modo del párkinson. En esta especie de engaño al cerebro, la estimulación epidural ha logrado algo así como corregir aquella información errónea que llegaba de la corteza motora cerebral. Ya ni siquiera tengo miedo a las escaleras” Marc Gauthier, enfermo con párkinson desde hace más de 25 años Cuando Gauthier llegó a los cuarteles generales de NeuroRestore, el centro donde trabaja Martín y del que son codirectores tanto Courtine como Bloch, hace dos años, su sistema locomotor presentaba serios problemas. Muchas de las veces que tenía la intención de levantarse de la silla, sus piernas no respondían. Cuando lo lograba se caía cinco o seis veces al día y era incapaz de caminar unos metros sin verse obligado a detenerse como congelado. En los vídeos que han distribuido los científicos, hay dos escenas que encogen el corazón. En una se ve como una cuidadora ayuda a un tembloroso Gauthier a subir unos escalones. Cuando apenas llevaba tres o cuatro, se detiene y tiene que girar y darse por derrotado. Otra parece cómica, si no fuera por lo desgraciado de la situación. Con pasitos cortos y como temerosos, el bordelés llega hasta la puerta de un ascensor. Espera a que se abra y cuando lo hace, es incapaz de entrar, está bloqueado, y la puerta se vuelve a cerrar. Así varias veces. Después del implante, el paciente pasó seis meses en Suiza, probando que todo el sistema y él se acoplaran en un programa intensivo de rehabilitación. Había que recuperar cosas que empezaron a perderse hace más de un cuarto de siglo. Desde que regresó a Burdeos, ha ido de viaje en varias ocasiones, es capaz de hacer caminatas de cinco kilómetros sin grandes problemas y, como le decía a Martín el domingo, se sentía muy bien y había perdido muchos miedos. En la segunda tanda de vídeos (ver arriba), después del implante y entrenado, logra levantarse de la silla, subir las escaleras él solo y entrar en un ascensor. Marc Gauthier, entre los codirectores de NeuroRestore, la neurocirujana suiza Jocelyne Bloch y el profesor de neurociencia de la Escuela Politécnica Federal de Lausana Grégoire Courtine, el viernes.GABRIEL MONNET (AFP) “Es impresionante ver cómo estimulando eléctricamente la médula espinal de forma selectiva, tal como lo habíamos hecho con los pacientes parapléjicos, podemos corregir los trastornos de la marcha causados por la enfermedad de Parkinson”, explica Bloch, la neurocirujana que le realizó el implante a Gauthier. Cada seis meses regresa a Suiza a una revisión. El francés usa la neuroprótesis más de ocho horas al día. Solo la apaga cuando prevé estar un rato sentado o cuando va a dormir, y la enciende al

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Identifican, por primera vez, dónde se representa el dolor en el cerebro

ABC .- Los hallazgos pueden ayudar en el desarrollo de tratamientos para pacientes con afecciones de dolor crónico   Por primera vez, un equipo de investigadores ha registrado datos relacionados con el dolor desde el interior del cerebro de personas con dolor crónico causado por un accidente cerebrovascular o una amputación (dolor del miembro fantasma). Estas señales cerebrales, explica un estudio publicado en «Nature Neuroscience», se pueden usar para predecir cuánto dolor está experimentando una persona. Los hallazgos, que son los primeros resultados de la detección directa en humanos del dolor crónico, pueden ayudar en el desarrollo de tratamientos para pacientes con afecciones de dolor crónico, como el dolor posterior a un accidente cerebrovascular o del miembro fantasma.   El dolor crónico a largo plazo es un importante problema de salud pública que contribuye a una discapacidad y costos económicos sustanciales. Los tratamientos actuales a menudo son insuficientes para controlar el dolor crónico y los opioides comúnmente recetados conllevan el riesgo de que los pacientes sufran una sobredosis de su medicamento. La gravedad del dolor generalmente se evalúa mediante la valoración personal, pero como se sabe que el dolor es subjetivo y varía entre individuos, esta es una medida imperfecta. Encontrar biomarcadores objetivos de dolor ayudaría a guiar el diagnóstico y los posibles tratamientos para el dolor crónico. Un objetivo perseguido durante mucho tiempo ha sido comprender cómo se representa el dolor mediante la actividad cerebral y cómo modular esa actividad para aliviar el sufrimiento del dolor crónico.   En cuatro pacientes con dolor crónico, los investigadores implantaron electrodos de registro en la corteza cingulada anterior y la corteza orbitofrontal (regiones del cerebro asociadas con el dolor).   Durante tres a seis meses, los pacientes informaron sus niveles de dolor mientras los electrodos registraban su actividad cerebral. Usando métodos de aprendizaje automático, los autores pudieron predecir con éxito las puntuaciones de intensidad del dolor de cada individuo a partir de su actividad cerebral con alta sensibilidad.   También encontraron que podían distinguir el dolor crónico (que estaba más fuertemente asociado con la actividad de la corteza orbitofrontal) del dolor térmico agudo administrado por el experimentador (que estaba más fuertemente asociado con la actividad de la corteza cingulada anterior).   Los datos se recopilaron durante meses mientras los pacientes estaban en sus hogares, y se analizaron utilizando herramientas de aprendizaje automático.   De este modo, los investigadores identificaron un área del cerebro asociada con el dolor crónico y biomarcadores objetivos del dolor crónico en pacientes individuales. «Este es un gran ejemplo de cómo las herramientas para medir la actividad cerebral originadas a partir de la Iniciativa BRAIN se han aplicado al importante problema de salud pública de aliviar el dolor crónico persistente y severo», señala Walter Koroshetz, director del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidente Cerebrovascular. «Tenemos esperanzas de que, a partir de estos hallazgos preliminares, se pueda llegar a tratamientos efectivos para el dolor no adictivos».   «El dolor es una de las experiencias más fundamentales que un organismo puede tener», asegura Prasad Shirvalkar, de la Universidad de California-San Francisco, y autor principal de este estudio. «A pesar de esto, aún hay mucho que no entendemos sobre cómo funciona el dolor. Al desarrollar mejores herramientas para estudiar y potencialmente afectar las respuestas al dolor en el cerebro, esperamos brindar opciones a las personas que viven con afecciones de dolor crónico».   Tradicionalmente, los investigadores recopilan datos sobre el dolor crónico a través de informes personales de aquellos que viven con la afección. Ejemplos de este tipo de datos incluyen cuestionarios sobre la intensidad del dolor y el impacto emocional del dolor. Sin embargo, en este estudio también se observaron directamente los cambios en la actividad cerebral en dos regiones donde se cree que se producen las respuestas al dolor: la corteza cingulada anterior (CCA) y la corteza orbitofrontal (COF), mientras los participantes informaban sobre sus niveles actuales de dolor crónico.   «Los estudios de resonancia magnética funcional muestran que las regiones CCA y COF del cerebro se activan durante experimentos de dolor agudo. Nos interesaba ver si estas regiones también desempeñaban un papel en cómo el cerebro procesa el dolor crónico», asegura Shirvalkar.   En un estudio separado, los investigadores observaron cómo la CCA y la COF respondían al dolor agudo, que fue causado por la aplicación de calor en áreas del cuerpo de los participantes. En dos de los cuatro pacientes, la actividad cerebral nuevamente pudo predecir las respuestas al dolor, pero en este caso la CCA pareció ser la región más involucrada. Esto sugiere que el cerebro procesa el dolor agudo de manera diferente al dolor crónico, aunque se necesitan más estudios dado que los datos de solo dos participantes se utilizaron en esta comparación.   Este estudio representa un primer paso hacia la identificación de los patrones de actividad cerebral que subyacen a nuestra percepción del dolor.   Identificar una firma del dolor de este tipo permitirá el desarrollo de nuevas terapias que puedan alterar la actividad cerebral para aliviar el sufrimiento debido al dolor crónico, escriben los investigadores.   El beneficio más inmediato puede ser su uso en los estudios sobre estimulación cerebral profunda en el tratamiento del dolor crónico, que se aplica en el tratamiento de algunos trastornos cerebrales, como la enfermedad de Parkinson y el trastorno depresivo mayor.

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Un hombre tetrapléjico vuelve a caminar gracias a un puente digital entre su cerebro y su médula espinal

El País .- El holandés Gert-Jan Oskam, de 40 años, quedó paralizado tras un accidente en bicicleta y ahora puede subir escaleras con muletas.   Un equipo internacional de científicos ha anunciado este miércoles “una nueva era” en el tratamiento de las enfermedades neurológicas. Los investigadores han instalado “un puente digital” entre el cerebro y la médula espinal de Gert-Jan Oskam, un holandés de 40 años que se quedó tetrapléjico tras un accidente en bicicleta en 2011, cuando regresaba de su trabajo. Dos implantes en su cerebro leen ahora sus pensamientos y los envían, sin cables, a un tercer implante que estimula eléctricamente su médula. El paciente es capaz de caminar largas distancias con muletas e incluso sube escaleras. Oskam ya había probado anteriormente un dispositivo más rudimentario en otro ensayo clínico, pero este martes proclamó con entusiasmo la diferencia en una rueda de prensa: “Antes la estimulación eléctrica me controlaba a mí. Ahora soy yo el que controla la estimulación”.   El accidente con la bicicleta provocó una lesión medular incompleta, que permitía a Oskam algunos movimientos residuales. Gracias a años de dura rehabilitación, el holandés logró recuperar bastante movilidad en los brazos. En 2014, llegó el rayo de esperanza: una nueva técnica científica, con estimulación eléctrica en la médula espinal mediante un implante, tuvo éxito en ratas en un experimento en la Escuela Politécnica Federal de Lausana, en Suiza. Aquellos roedores, con la médula cortada en dos, podían dar más de mil pasos. En 2016, la estrategia también funcionó en monos.   Oskam fue uno de los primeros humanos que probó en 2017 aquel dispositivo experimental, que emitía pulsos eléctricos en su médula sincronizándolos con sus torpes movimientos voluntarios. El propio paciente también podía controlar manualmente, con unos botones, la estimulación de sus piernas. La nueva tecnología va mucho más allá, según destaca el neuroingeniero español Eduardo Martín Moraud, que participó en los experimentos con animales. “Este estudio es un paso de gigante hacia el sueño de restaurar el control motor voluntario en pacientes que sufran enfermedades neurológicas, como pueden ser las lesiones medulares, los ictus, el párkinson y el temblor esencial”, celebra.   La neuroingeniera colombiana Andrea Gálvez, nacida en Bogotá hace 32 años, ha sido una de las principales autoras del nuevo estudio. “Gert-Jan ya tenía un implante en la médula espinal, que permite la estimulación eléctrica y que los músculos de sus piernas se reactiven. En este ensayo clínico hemos colocado dos implantes en la parte motora del cerebro, uno en cada hemisferio, que nos permiten leer la intención de movimiento, decodificarla y hacer ese puente digital para que la estimulación en las piernas sea deliberada” señala Gálvez. Sus resultados se publican este miércoles en la revista Nature, punta de lanza de la mejor ciencia mundial.   La neuroingeniera Andrea Gálvez, de la Escuela Politécnica Federal de Lausana, en Suiza.EPFL Los líderes de la investigación son el neurocientífico Grégoire Courtine y la neurocirujana Jocelyne Bloch, de la Escuela Politécnica Federal de Lausana. Su equipo lleva más de una década perfeccionando el dispositivo con inteligencia artificial adaptativa. Courtine reconoció en la rueda de prensa que “esta tecnología todavía está en su infancia” y anunció que el siguiente paso es miniaturizar los aparatos y ensayarlos en más pacientes. Hasta el momento, solo Gert-Jan Oskam los ha probado. El sistema requiere sustituir unos cinco centímetros cuadrados de cráneo por un material con titanio y llevar una pequeña mochila con una unidad de procesamiento. Bloch no esconde su entusiasmo: “A mí misma, al principio, me parecía ciencia ficción. Y ahora es una realidad”. La empresa Onward, fundada por Courtine y Bloch, está intentando desarrollar una versión comercial de este puente digital.   El neurólogo Antonio Oliviero, del Hospital Nacional de Parapléjicos, en Toledo, aplaude el nuevo trabajo, pero con cautela. “Es un paso importante, pero de momento solo es un paciente. No sabemos hasta qué punto es generalizable”, subraya. Oliviero destaca que Oskam tenga una pequeña mejoría clínica incluso al apagar el sistema, lo que sugiere una reorganización de sus circuitos neuronales. “Puede ser una herramienta de rehabilitación”, opina. El neurocientífico Grégoire Courtine, el paciente Gert-Jan Oskam y la neurocirujana Jocelyne Bloch, en una rueda de prensa. Los puentes digitales no son la única alternativa prometedora para las personas con lesiones medulares. Oliviero pone algunos ejemplos. El hospital público madrileño Puerta de Hierro está probando un tratamiento con células madre del propio paciente, inyectadas en el lugar exacto de su lesión. En el Instituto de Rehabilitación de Chicago, la chilena Mónica Pérez experimenta con una estimulación eléctrica no invasiva en múltiples puntos, con resultados esperanzadores. Y el grupo del propio Antonio Oliviero ensaya el fármaco rimonabant, que favorece la excitabilidad de las neuronas motoras.   Martín Moraud, un neuroingeniero madrileño de 39 años que dirige su propio laboratorio en el Hospital Universitario de Lausana, cree que el nivel de precisión conseguido por sus colegas Courtine y Bloch no tiene precedentes. “Es algo que se lleva soñando desde hace décadas”, afirma. Martín Moraud intenta ahora trasladar la idea del puente digital a la enfermedad de Parkinson. “El concepto es similar: tener medidas neuronales de la intención motora —o de déficits motores— que se puedan utilizar para estimular la médula”, expone.   Las instituciones suizas implicadas han distribuido un emotivo vídeo de Gert-Jan Oskam, en el que se le ve acodado en la barra de un bar con una caña y unas patatas fritas, hablando con otras dos personas. “He pasado más de 10 años sin poder estar de pie tomando una cerveza con amigos. Son cosas que la gente normalmente no valora”, proclama Oskam.

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Así ha perjudicado la pandemia al cerebro de tu hijo adolescente

Los factores de estrés relacionados con la crisis sanitaria han hecho que sus cerebros envejezcan prematuramente. Un nuevo estudio de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, sugiere que los factores de estrés relacionados con la pandemia han alterado físicamente los cerebros de los adolescentes, haciendo que sus estructuras cerebrales parezcan varios años mayores que los cerebros de compañeros comparables antes de la pandemia, según publican sus autores en la revista ‘Biological Psychiatry: Global Open Science’. Sólo en 2020, los informes de ansiedad y depresión en adultos aumentaron en más de un 25% en comparación con los años anteriores. Los nuevos hallazgos indican que los efectos neurológicos y de salud mental de la pandemia en los adolescentes pueden haber sido aún peores. «Ya sabemos, gracias a la investigación global, que la pandemia ha afectado negativamente a la salud mental de los jóvenes, pero no sabíamos qué estaba haciendo físicamente en sus cerebros, si es que estaba haciendo algo«, apunta Ian Gotlib, profesor de Psicología David Starr Jordan en la Facultad de Humanidades y Ciencias, que es el primer autor del artículo. Los cambios en la estructura del cerebro se producen de forma natural a medida que envejecemos, señala Gotlib. Durante la pubertad y los primeros años de la adolescencia, el cuerpo de los niños experimenta un mayor crecimiento tanto del hipocampo como de la amígdala, áreas del cerebro que controlan respectivamente el acceso a ciertos recuerdos y ayudan a modular las emociones. Al mismo tiempo, los tejidos del córtex, una zona implicada en el funcionamiento ejecutivo, se vuelven más delgados. Al comparar las resonancias magnéticas de una cohorte de 163 niños tomadas antes y durante la pandemia, el estudio de Gotlib demostró que este proceso de desarrollo se aceleró en los adolescentes cuando experimentaron los bloqueos de COVID-19. Hasta ahora, dice, este tipo de cambios acelerados en la «edad del cerebro» sólo habían aparecido en niños que habían experimentado una adversidad crónica, ya fuera por violencia, abandono, disfunción familiar o una combinación de múltiples factores. Aunque estas experiencias están vinculadas a una mala salud mental más adelante, no está claro si los cambios en la estructura del cerebro observados por el equipo de Stanford están relacionados con cambios en la salud mental, precisa Gotlib. «Tampoco está claro si los cambios son permanentes –puntualiza Gotlib, que también es el director del Laboratorio de Neurodesarrollo, Afecto y Psicopatología (SNAP) de la Universidad de Stanford–. ¿Su edad cronológica acabará alcanzando su »edad cerebral«? Si su cerebro sigue siendo permanentemente mayor que su edad cronológica, no está claro cuáles serán los resultados en el futuro. En el caso de una persona de 70 u 80 años, cabría esperar algunos problemas cognitivos y de memoria basados en los cambios del cerebro, pero ¿qué significa para un joven de 16 años que su cerebro envejezca prematuramente?«. Impacto del Covid-19 en su cerebro Originalmente, explica, su estudio no fue diseñado para observar el impacto del COVID-19 en la estructura del cerebro. Antes de la pandemia, su laboratorio había reclutado una cohorte de niños y adolescentes de la zona de la bahía de San Francisco para que participaran en un estudio a largo plazo sobre la depresión durante la pubertad, pero cuando llegó la pandemia, no pudo realizar las resonancias magnéticas programadas para esos jóvenes. «Entonces, nueve meses después, tuvimos un duro reinicio», recuerda Gotlib. Una vez que Gotlib pudo continuar con las exploraciones cerebrales de su cohorte, el estudio llevaba un año de retraso. En circunstancias normales, sería posible corregir estadísticamente el retraso mientras se analizan los datos del estudio, pero la pandemia dista mucho de ser un acontecimiento normal. «Esa técnica sólo funciona si se asume que los cerebros de los jóvenes de 16 años de hoy son los mismos que los de los jóvenes de 16 años antes de la pandemia con respecto al grosor cortical y al volumen del hipocampo y la amígdala«, apunta. «Tras analizar nuestros datos, nos dimos cuenta de que no lo son -añade-. En comparación con los adolescentes evaluados antes de la pandemia, los evaluados después de los cierres de la pandemia no sólo tenían problemas de salud mental internalizantes más graves, sino que también tenían un menor grosor cortical, un mayor volumen del hipocampo y la amígdala, y una edad cerebral más avanzada». Estos hallazgos podrían tener importantes implicaciones para otros estudios longitudinales que han abarcado la pandemia. Si los niños que experimentaron la pandemia muestran un desarrollo acelerado en sus cerebros, los científicos tendrán que tener en cuenta ese ritmo anormal de crecimiento en cualquier investigación futura que involucre a esta generación. «La pandemia es un fenómeno global: no hay nadie que no la haya experimentado -recuerda-. No hay ningún grupo de control real». Estos hallazgos también podrían tener graves consecuencias para toda una generación de adolescentes en el futuro, añadió el coautor Jonas Miller, que fue becario postdoctoral en el laboratorio de Gotlib durante el estudio y ahora es profesor asistente de ciencias psicológicas en la Universidad de Connecticut. «La adolescencia ya es un periodo de rápida reorganización en el cerebro, y ya está vinculada a mayores tasas de problemas de salud mental, depresión y conductas de riesgo -señala Miller-. Ahora se produce este acontecimiento global, en el que todo el mundo experimenta algún tipo de adversidad en forma de alteración de sus rutinas diarias, por lo que podría darse el caso de que los cerebros de los chicos que tienen 16 o 17 años hoy no sean comparables a los de sus homólogos de hace unos años«. Ahora, Gotlib planea continuar el seguimiento de la misma cohorte de niños durante la adolescencia y la juventud, para comprobar si la pandemia de COVID ha cambiado la trayectoria de su desarrollo cerebral a largo plazo. También planea hacer un seguimiento de la salud mental de estos adolescentes y comparará la estructura cerebral de los que se infectaron con el virus con los que no, con el objetivo de identificar cualquier diferencia sutil que pueda haberse producido.   Fuente: ABC

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