El colapso de la plataforma FTX, cuyo fundador, Sam Bankman-Friedman, ha sido detenido y acusado de fraude y otros delitos, es el ultimo episodio de un año negro para las criptomonedas y su onda expansiva amenaza el futuro de una industria que reclama regulación como vía de supervivencia. 2021 fue un año excepcional para las criptodivisas. El bitcoin, la más conocida, marcó su máximo en casi 69.000 dólares y el valor total de los activos digitales llegó a 3 billones de dólares gracias a la abundante liquidez que había en los mercados con las políticas expansivas de los bancos centrales en la pandemia. LA BURBUJA CRIPTO SE DESINFLA El panorama, sin embargo, no puede ser más distinto en 2022: las criptomonedas se han desplomado en los mercados financieros y a lo largo del año se han ido sucediendo casos que han minado la credibilidad de estos activos digitales. La novedad que suponía el mundo cripto también ayudó a alimentar una espiral alcista que empezó a romperse con el endurecimiento monetario que han aplicado los bancos centrales desde el primer trimestre para combatir la alta inflación. Los primeros colapsos llegaron en primavera con el desplome de TerraUSD, un activo digital que mantenía su paridad con el dólar a través de un complejo algoritmo vinculado a Luna (una criptodivisa sin respaldo) y que perdió prácticamente la totalidad de su valor en cinco días. El hundimiento de ésta se extendió y afectó a las plataformas de intercambio como Celsius Network, que en junio suspendía todas las transacciones entre clientes y vetaba la retirada de fondos y al mes siguiente declaraba la quiebra. La puntilla llegó en otoño con la quiebra de la plataforma de intercambio FTX, que llegó a estar valorada en 32.000 millones de dólares, y supone para los expertos consultados por EFE un claro ejemplo de la falta de controles y supervisores en el sector. Su fundador, conocido en el pasado como el «rey cripto», está en prisión en Bahamas, un paraíso fiscal desde el que operaba la plataforma, y es reclamado por la Justicia estadounidense por fraude y blanqueo de capitales, entre otros delitos. El escándalo amenaza a Binance, la mayor plataforma del sector. LA REGULACIÓN, CADA DÍA MÁS NECESARIA La ausencia de un marco regulatorio es un factor esencial para explicar estos sucesos y su implantación va a ser clave para la configuración del sector en los próximos años. El director de estudios de Julius Baer, Carsten Menke, cree que la crisis retrasará la adopción y aceptación de las criptomonedas como un activo principal de inversión, mientras que la llegada un marco legal infundiría la confianza en los activos digitales, muy cuestionada tras el escándalo de FTX. Apunta en la misma dirección el portavoz de Bit2Me, Javier Pastor, quien se muestra «convencido» de que un entorno regulado posibilitará el crecimiento de la industria y la entrada de inversores institucionales que esperan integrar el bitcóin y otros criptoactivos en sus carteras. El profesor de la Universidad Internacional de Valencia (VUI) y experto de la industria, Alejandro San Nicolás Medina, pronostica que, a pesar de la actual coyuntura, el bitcóin recuperará el pulso y con él todo el ecosistema cripto. Los expertos coinciden en establecer una analogía con la crisis de las punto.com y la irrupción de internet a principios de siglo: algunas criptodivisas y actores desaparecerán pero otros tantos sobrevivirán y darán forma a los activos digitales del futuro. LOS CRIPTOACTIVOS SOBREVIVIRÁN A LA CRISIS El balance del año en términos de valor de mercado es desolador. Tras los sucesos de primavera, el bitcóin se desplomó el 67 % desde los máximos históricos y se estabilizó en torno a los 20.000 dólares hasta la quiebra de FTX, que hundió al activo a su mínimo anual en 15.485 dólares, niveles no vistos desde noviembre de 2020. El ethereum, la segunda criptodivisa de mayor valor, corrió una suerte similar y tras rozar los 5.000 dólares en noviembre de 2021 se negociaba este viernes a 1.200 dólares, un 73 % menos. Los expertos descartan que las criptomonedas se conviertan por ahora en un medio de pago (salvo en muy contadas excepciones como El Salvador, donde se reconoce al bitcóin como elemento dinerario) y su utilidad residirá como depositarias de valor a largo plazo. Esta explicación adquiere más peso, según Menke, en aquellas instituciones y países sin niveles altos de corrupción e inflación y que gozan de una gran confianza por parte de la ciudadanía. En estos casos, apunta, deben demostrar una utilidad para la sociedad y la economía si quieren asentarse y ser aceptadas. Pastor (Bit2Me) asegura que el bitcóin cumple un «papel histórico» y que cada vez más ciudadanos entenderán la importancia de atesorar riqueza mediante criptoactivos: fuera del alcance de terceros y con una emisión monetaria definida por las matemáticas, sin autoridad central que lo respalde pero seguro. Por su parte, San Nicolás considera que tras la reconfiguración de la industria con empresas más solventes y transparentes quedarán los NFT (del inglés, token no fungible), el bitcóin, el ethereum, la segunda criptodivisa de mayor valor en la que pone especial énfasis, y la comunidad descentralizada, intrínseca al ecosistema. Fuente: El Mercurio