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Ecuador: octubre 5, 2024

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Ecuador, octubre 05, 2024
Ecuador Continental: 14:34
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Las personas sin hogar en Brasil se multiplican por diez en una década y superan las 200.000

El País .- El presidente Lula anuncia un plan de 200 millones de dólares para darles asistencia social, aunque solo se prevé la construcción de 150 viviendas El paisaje en los centros de las grandes ciudades brasileñas es bastante elocuente: cientos de personas refugiadas bajo los soportales, viaductos o puentes, auténticos campamentos de plástico y cartón en las plazas más céntricas y en algunos casos, bolsas extremas de miseria y drogodependencia, como la célebre Cracolandia de São Paulo, un puñado de calles dominadas por los consumidores de crack. El problema de las personas sin hogar no es nuevo y salta a la vista, pero los datos muestran que se agravó enormemente en los últimos años. El número de sin techo se multiplicó por diez en una década, pasando de casi 22.000 en 2013 a más de 227.000 este año. Los datos son del Ipea, un órgano de investigación económica del Gobierno. Para afrontar esta problemática, el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva presentó el lunes un plan dotado con 982 millones de reales (200 millones de dólares) llamado Calles visibles. Sus objetivos centrales están más dedicados dar asistencia que a reinsertarlos en la sociedad o frenar el aumento. La mitad del presupuesto anunciado por el presidente Lula estará dedicado a alimentación, reforzando la dotación a Estados y municipios, quienes administran albergues y comedores. Además, se formará a 5.000 profesionales de la salud para trabajar en la calle y se creará una política de salud exclusiva para los sin techo. Casi la mitad (47,3%) de los brasileños sin hogar que viven en la calle explican su situación por problemas familiares o con sus compañeros sentimentales. El desempleo (40,5%), la adicción al alcohol y las drogas (30,4%) y la pérdida de la vivienda (26,1%) siguen en la lista de motivos. La edad media es de 41 años, la mayoría son hombres, y el estudio también evidencia que, como casi siempre, las diferencias raciales van de la mano de la desigualdad: el 69% de los sin techo en Brasil son negros, diez puntos por encima de su peso demográfico. Los autores del estudio concluyen que la explosión de gente que vive en las calles se explica por el estancamiento económico —Brasil lleva casi una década sin crecer con fuerza— y por los efectos de la pandemia del covid-19. Ipea advierte de que los datos que cifran este colectivo en 227.000 personas no pueden leerse como un censo oficial porque muchos de los afectados ocultan a las instituciones que viven en la calle: por la vergüenza del estigma social o en el caso de las mujeres, por ejemplo, por miedo a perder la custodia de los hijos. Una parte importante de los recursos irá para campañas contra la aporofobia (la discriminación de las personas sin hogar), la creación de puntos de apoyo como baños o lavanderías, casas de acogida para la población LGTBQIA+, cursos de alfabetización y programas para la regularización de documentos. También se prohíbe la llamada arquitectura hostil: el uso de materiales o estructuras destinados a evitar que los sin techo duerman en un determinado lugar. La política de vivienda, que a priori pareciera ser central para abordar el problema, es, de los siete ejes con los que cuenta el plan, el quinto con menor presupuesto. Son 3,7 millones de reales (750.000 dólares), con los que se pretende incluir a los sin techo en los programas sociales de vivienda pública y construir 150 viviendas en todo Brasil, “con prioridad para familias con niños y mujeres embarazadas”. El apartado destinado a cursos de capacitación, impulso de cooperativas y asociaciones e inserción en el mercado de trabajo tiene una dotación aún menor, de 1,2 millones de reales (243.000 dólares). La explosión del número de personas viviendo en la calle coincide con un momento en que grandes ciudades como São Paulo, Río de Janeiro, Belo Horizonte o Recife, están ejecutando planes urbanísticos para atraer residentes a los barrios más céntricos, en general abandonados y con muy pocos vecinos. Se dan millonarios incentivos y exención de impuestos a las constructoras para que se animen a rehabilitar los históricos edificios casi en ruinas y convertirlos en residenciales y para levantar vivienda nueva en los numerosos solares. En general, en estos planes, la creación de vivienda pública para las rentas más bajas brilla por su ausencia, aún más si es para ceder un espacio temporal para los que mendigan en esos mismos centros degradados. Unificar las intenciones del Gobierno federal y la de Estados y municipios es otro de los principales desafíos. La anterior política nacional para los sin techo estaba en vigor desde 2009, pero en los últimos años tan sólo la aplicaron cinco Estados y 15 ciudades. El nuevo programa ideado en los despachos de Brasilia por el Ministerio de Derechos Humanos tiene un fuerte carácter asistencialista que puede no casar del todo con los anhelos de las autoridades municipales. En Río, el alcalde Eduardo Paes, aliado de Lula, generó una polémica hace semanas al proponer un mecanismo que permita que personas drogodependientes que se niegan a ir a albergues puedan ser retiradas de la calle a la fuerza para recibir tratamiento. En julio de este año, el Tribunal Supremo aceptó un recurso de partidos y movimientos sociales de izquierdas y prohibió la retirada y transporte forzado de personas sin hogar, así como la confiscación de sus bienes.

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El centro de San Francisco se vacía en una lenta decadencia

El País .- El cierre de negocios minoristas, el aumento de delitos contra la propiedad y la crisis de las tecnológicas profundizan el éxodo de barrios que fueron vibrantes. La torre Salesforce domina el paisaje de San Francisco. Con sus más de 300 metros de altura, el edificio reclama un puesto destacado del centro de la ciudad. Pero la imponente edificación con forma de misil y con una instalación lumínica en lo más alto tiene un problema: está prácticamente vacía. La compañía de gestión empresarial, la principal empleadora en la urbe de las tecnológicas, sufre desde hace meses dolores de cabeza para que sus 12.000 empleados vuelvan a la oficina. Después de haber decretado en 2021 la muerte del horario laboral de nueve a cinco, Salesforce ha dado marcha atrás a un modelo híbrido entre presencialidad y teletrabajo. Este mes prometió donar 10 dólares a organizaciones sin ánimo de lucro por cada trabajador que acuda físicamente a la torre entre la calle Mission y la primera avenida. Salesforce asegura que desde febrero ha logrado que el 40% de su plantilla vuelva a la oficina.   Solo unas manzanas más allá, sobre la segunda avenida, se encuentran las ruinas de Alexander. La librería independiente celebró en abril 32 años desde que abrió sus puertas en una de las zonas más turísticas de San Francisco, a solo unos pasos de Embarcadero, en la orilla oriental de la ciudad. Su vitrina luce hoy un gran letrero color naranja con la palabra “cerrado”. “Lamentamos tener que cerrar y dejar a San Francisco sin una librería más, especialmente en este barrio”, dice una nota pegada en la puerta para los despistados que no se enteraron de la liquidación en sus tres pisos de 50.000 títulos con un 25% de descuento.   El local a la izquierda de la librería anuncia que está en alquiler y cuenta con equipo de cocina a la espera de que alguien se anime a poner un restaurante en una zona que era vibrante hace algunos años. La historia se repite con el edificio a la derecha, una antigua sucursal bancaria. La inmobiliaria Jones Lang LaSalle anuncia que tiene disponibles casi 1.000 metros cuadrados. Este tipo de carteles puede verse en decenas de edificaciones en varias manzanas a la redonda.   La zona ha dejado de ser buen negocio. Mike Stuppin, uno de los dueños de la librería, asegura que esas manzanas han perdido en los últimos años la mitad de su tráfico peatonal. “Ha sido todo un desafío colocar esas propiedades desde la pandemia por el aumento del teletrabajo y también por algunos problemas que San Francisco ha tenido en los últimos años”, afirma en un correo el corredor inmobiliario Ben Lazzarechi, quien tiene en su portafolio varias propiedades en la zona.   Un informe de finales de junio elaborado por una consultora del sector de bienes raíces estima que un tercio de las oficinas del centro de la ciudad estaban vacías al cierre del segundo trimestre. “Este porcentaje ha crecido periodo tras periodo a lo largo de tres años”, señala Max Sander, otro analista del sector. Este especialista menciona que los edificios desocupados podrían abrir un boquete de 200 millones de dólares [unos 183 millones de euros] en el presupuesto de la ciudad hacia 2028 si continúa la tendencia. El escenario ha sido comparado por algunos integrantes del Consistorio como el avistamiento de un iceberg que podría provocar una catástrofe en las finanzas de la ciudad.   Es difícil cifrar cuánta gente ha perdido el centro de San Francisco. Antes de que estallara la pandemia de covid-19, las autoridades calculaban que unas 245.000 personas trabajaban allí. En febrero pasado, un informe encargado por el Ayuntamiento aseguró que por lo menos 147.000 personas habían dejado de ir a la zona por el cambio de dinámicas forzado por la emergencia sanitaria. Algunos han vuelto, pero aquella cifra no contempla otra crisis, la económica. Decenas de tecnológicas han realizado recortes desde el año pasado. De acuerdo con la página web Layoffs.fyi, decenas de empresas, entre ellas Amazon, Meta, Google y el propio Salesforce, han despedido a unos 200.000 empleados en lo que va de 2023, aunque no todas las plazas estaban basadas en la ciudad. Un hombre pasa en bicicleta delante de varios locales cerrados en el barrio de Chinatown en San Francisco, el pasado 24 de mayo. La agonía del centro de San Francisco se nota en especial en los negocios minoristas. La crisis se agravó a mediados de junio. Westfield, uno de los centros comerciales más importantes de San Francisco, anunció entonces que tras 20 años dejará de operar el negocio a unos pasos de Union Square, una de las paradas obligadas para los turistas que visitan la Bahía de San Francisco. La compañía ha dejado de pagar el préstamo de 558 millones de la propiedad, que tiene 140.000 metros cuadrados de tiendas y oficinas. Y ha anunciado que busca traspasar el negocio a otro grupo empresarial. De momento, nadie se ha interesado.   Como justificación, Westfield citó las “difíciles condiciones de operación del centro”, que se han traducido en una caída de ventas (en parte por el aumento de las compras on line), ocupación y tráfico peatonal. Los grandes almacenes Nordstrom, que ocupaban el 20% del espacio, han informado de que no renovarán su contrato de arrendamiento y cerrarán sus puertas después de 35 años.   El ciclo de la ruina Aunque no las menciona, las condiciones adversas a las que hace referencia Westfield son bien conocidas. De hecho, se conocen entre los locales con el término “doom loop”, donde un problema desencadena otro provocando un ciclo de ruina. Entre estos está la crisis provocada por una población de casi 8.000 personas sin techo en la ciudad, que tiene unos 800.000 habitantes. Se concentran en el barrio de Tenderloin, enclavado en pleno centro. El abuso de sustancias estupefacientes, que puede observarse a plena luz del día, la crisis de salud mental de muchos afectados y el aumento de la delincuencia juvenil, causan dificultades a los

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La crisis de indigentes amenaza con colapsar en Nueva York

EL PAÍS .- El conteo del año pasado estima que en la ciudad residen 3.439 personas sin hogar. Nueva York ha comenzado esta semana, con cientos de voluntarios, la labor titánica de contar a los vagabundos en sus calles. Las cifras de este censo determinarán los fondos federales destinados a esta comunidad.   El conteo del año pasado estima que en la ciudad residen 3.439 indigentes. El número había bajado a 2.376 en 2021, cuando la pandemia hizo que las autoridades ofrecieran un programa de alojamiento temporal en hoteles para desinfectar el metro. Con 472 estaciones y cientos de kilómetros en vías, el metro de Nueva York se ha convertido en el foco de la crisis de personas sin hogar en la Gran Manzana.   El problema amenaza con llegar a un punto de quiebre ante la llegada de miles de inmigrantes que saturan los espacios destinados a los indigentes. Desde hace meses, Nueva York y otras ciudades demócratas reciben autobuses llenos de migrantes desde Estados republicanos como una medida de presión hacia el Gobierno federal para atender la crisis fronteriza.   La muerte de Michelle Go, una mujer empujada a las vías del subterráneo por un vagabundo en enero de 2022, reavivó las preocupaciones por la seguridad de los viajeros. En respuesta, el alcalde Eric Adams lanzó un agresivo plan de lo que él calificó como “limpieza” de los túneles y estaciones. En 2021, el metro neoyorkino alcanzó un pico en el número de incidentes violentos con ocho asesinatos en doce meses.   En noviembre de 2022, Adams anunció un controvertido plan por el que personas sin hogar con trastornos mentales graves podrían ser internadas contra su voluntad en centros psiquiátricos. La medida ha sido criticada por su falta de visión a largo plazo para los detenidos bajo esta norma.

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