Ecuavisa .- En días recientes, un enfrentamiento puso de manifiesto la creciente frecuencia de los narcovelorios en el país. Una llamada de alerta movilizó a la Policía la mañana del 29 de octubre en Pascuales, una parroquia urbana de Guayaquil, que ya acumula 204 muertes violentas en lo que va de este año. En el lugar, se encontraban hombres fuertemente armados velando el cuerpo de un supuesto integrante de una banda criminal. El comandante de la Zona 8, general Víctor Herrera, informó que se trataría de un ‘narcovelorio’. Aunque no es algo completamente inédito en Ecuador, este año en Yaguachi se registró un hecho similar cuando se realizó el velatorio de alias La Mole. Sin embargo, es uno de los pocos casos en los que una autoridad lo menciona de manera explícita Este fenómeno para analistas en seguridad ponen en evidencia que Ecuador avanza un escalón más en la creciente penetración del narcotráfico en la sociedad, que se manifiesta de manera cada vez más pública, incluso, en situaciones relacionadas con la muerte que sucede bajo sus propios términos. ‘Los narcovelorios’ una muestra de poder La imagen de velar un cuerpo rodeado de armas o de individuos en motocicletas, ha quedado registrada en diversos videos virales compartidos en redes sociales. El caso del cantón de Yaguachi, Guayas, ocurrió el pasado mes de junio, cuando alias La Mole, cabecilla de Las Águilas, fue asesinado y su ataúd quedó en medio de la calle mientras un grupo de motociclistas circulaba alrededor. Este fenómeno, lejos de lo extravagante que visualmente puede ser, guarda diversos significados. Así lo expone el sociólogo e investigador Shura Rosero, quien explica que principalmente, responde a un sentido de pertenencia, «las organizaciones delictivas armadas tienden a tener un sentido de pertenencia que para ellos es fundamental», dice y agrega que, incluso, en la muerte se celebra este sentimiento, añadiendo un elemento heroico y de reconocimiento. Rosero también destaca otro componente: el religioso que está arraigado, sobre todo, en América Latina: «Se vuelve un acto público, con corridos, en el que celebran al muerto como si estuviera vivo». Sin embargo, también refleja verdades más profundas, como el abandono del Estado en estos territorios: «Estas bandas reclutan a la gente y les proporcionan un marco simbólico para que se sientan a gusto dentro de ellas», agrega. Lo que está ocurriendo en Ecuador, «no es una tradición propia del país, pero es el resultado de la presencia de cárteles internacionales en territorio ecuatoriano y una herencia que nace de Sudamérica desde Colombia», añade Katherine Herrera, experta en seguridad. En ese sentido, la analista explica que es un comportamiento que tuvo su origen en las décadas de los 70 y 80 en Colombia y que aún persiste en las comunas peligrosas de Cali, Medellín e incluso en Bogotá. Ahonda más en su origen, Johanna Rodríguez, analista en seguridad de Colombia, ella recuerda que este fenómeno ha existido en su país desde la época de Pablo Escobar, aunque recientemente comenzaron a denominarlos como ‘narcofunerales’. .Estos eventos, dice, «están asociados a los líderes del narcotráfico, se pone música, hay bebidas alcohólicas, tiros al aire y demostraciones de poder. Cuanto más extravagante sea el velorio, más se evidencia el dominio en el territorio». En otras palabras, lo que se busca demostrar es que, aunque el ‘líder’ haya fallecido, la organización aún conserva su poder. No obstante, Rodríguez destaca que pese a su existencia, no están normalizados ni ocurren a diario; más bien es a menor escala, sobre todo, en las zonas urbanas y ciudades: «Sigue pareciendo algo excéntrico». En contraste, en áreas rurales de Colombia, la dinámica es diferente, ya que en muchos casos son estos grupos los que ejercen el control, «municipios donde su economías se basan en el narcotráfico». Este fenómeno no solo comunica mensajes simbólicos, sino que también exhibe el poder a través del control territorial. Rodríguez destaca que los cabecillas de estas bandas terminan siendo reconocidos como figuras de autoridad en sus comunidades porque brindan, a veces, la ‘ayuda’ que el gobierno no da. Por ello, la experta cuenta que cuando ocurre un narcovelorio, los asistentes de las comunidades suelen asistir como muestra de lealtad. Pero, también hay casos de comunidades que son obligadas a asistir «para evitar levantar sospechas». Un escalón más del narco en Ecuador Ambos analistas coinciden en que los ‘narcovelorios’ muestran a su vez una escalada del narcotráfico en la sociedad ecuatoriana. El sociólogo describe que al principio, las organizaciones criminales operan en el anonimato, pero cuando se vuelven públicas, demuestran tener el suficiente poder para desafiar al Estado: «Cuando el carácter de lo delictivo se vuelve público es que esas organizaciones dan un pasó más, incluso, sobre el ámbito institucional». De eso, también ha sido testigo Ecuador, por ejemplo, cuando alias Fito, cabecilla de la banda narcodelictiva, Los Choneros, desde prisión dio una rueda de prensa anunciando un pacto de paz en las cárceles (que, por supuesto, no ocurrió). Ya no solo buscan un reconocimiento o legitimidad social, explica Rosero, sino también calar en otras esferas como la institucional que les permite, incluso, ser actores públicos o políticos. Lo que evidencia en gran medida el descontrol del Estado sobre estos territorios. El narcovelorio «muestra el nivel de escalamiento del narcotráfico y un poderío que va más allá», detalla la analista.