Consumirlos en exceso impacta en la función cognitiva y aumenta el riesgo de padecer enfermedades crónicas como obesidad, diabetes e hipertensión
Somos lo que comemos. Los nutrientes que obtenemos de los alimentos nos proveen de las vitaminas, proteínas y minerales necesarios para que el organismo cumpla las funciones fisiológicas y responda a las actividades cotidianas. Una dieta balanceada y saludable es condición necesaria si queremos vivir más y mejor.
En ese sentido, evitar los productos ultraprocesados o los alimentos con alto contenido de grasas, azúcar o sal; es parte del camino hacia una longevidad plena. Los estudios científicos dan razones para que así sea.
Esto no signifca que una única porción de papas fritas sea causal de daño cerebral, las investigaciones explican que una dieta con consumo excesivo de estos alimentos extendida en el tiempo, puede no sólo hacernos aumentar de peso, sino provocar efectos en la función cognitiva.
1 – Azúcar
El azúcar está presente no sólo en las dos cucharadas que se usan cada día para endulzar el café o en la taza que utlizamos para preparar budines o tortas caseras. Es una sustancia que se incluye en gran cantidad de productos industriales y naturales, muchas veces de manera “oculta” en las bebidas como refrescos o gaseosas, en los panificados industriales y también en los jugos de frutas.
El cerebro es sensible a la cantidad de glucosa (azúcar) que recibe. “Los niveles altos de azúcar en la sangre, con el tiempo, van dañando los vasos sanguíneos del cerebro que llevan sangre rica en oxígeno”, destacan los especialistas de la Clínica Mayo de EEUU y señalan que un consumo excesivo prolongado en el tiempo “puede provocar atrofia cerebral y causar problemas con la memoria y el pensamiento y, al final, causar demencia vascular”.
La ingesta de azúcar, además, está asociada al desarrollo de la obesidad, enfermedad que se define por un aumento excesivo de la grasa corporal. También la diabetes es una patología vinculada a altos niveles de azúcar en sangre. La diabetes de tipo 2 suele aparecer en pacientes con sobrepeso u obesidad y está relacionada con el tipo de dieta.
Asimismo, la obesidad y la diabetes tipo 2 son factores de riesgo de patologías cardiovasculares o neurodegenerativas, como el Parkinson o el Alzheimer. Algunas opciones para bajar la ingesta de azúcar son reemplazar las bebidas endulzadas por agua, los jugo de frutas por licuados vegetales y productos lácteos descremados.
2 – Alimentos ultraprocesados
Los alimentos ultraprocesados suelen incluir altos niveles de azúcar, grasas y sal. Además, suelen ser tener alto contenido calórico y bajo contenido en otros nutrientes. Ejemplos cotidianos de estos productos son las papas fritas, las pizzas congeladas, las salchichas, los aderezos industriales, las salsas o comidas preparadas.
Un amplia investigación publicada recientemente vinculó a los alimentos ultraprocesados con el deterioro cognitivo. El estudio fue presentado por un grupo de científicos brasileños durante la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer 2022, en San Diego, EEUU. Los expertos evaluaron a más de 10.000 personas durante una década, con una edad promedio de 51 años.
Los voluntarios fueron sometidos a pruebas cognitivas, como recuerdo inmediato y tardío de palabras, reconocimiento de palabras y fluidez verbal; y además se les preguntó cómo era su dieta.
“Las personas que consumieron más del 20 % de las calorías diarias de alimentos procesados tuvieron una disminución de la cognición global un 28% más veloz y una disminución del funcionamiento ejecutivo un 25% más rápida, en comparación con las personas que comieron menos del 20%”, explicó una de las autoras del estudio e investigadora del departamento de patología de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo, la doctora Natalia Gonçalves.
Previamente, otro amplio estudio que evaluó a 5.038 participantes arrojó resultados similares. “Un patrón dietético caracterizado por una mayor ingesta de carne roja y procesada, legumbres y alimentos fritos, y una menor ingesta de granos integrales se asoció con marcadores inflamatorios más altos y un deterioro cognitivo acelerado en edades más avanzadas”.
3 – Grasas trans
Existen distintos tipos de grasas en los alimentos. Los lípidos que se encuentran naturalmente en productos de origen animal como la carne y los lácteos, no son la peor opción. Y hasta existen grasas buenas, como los ácidos Omega-3 presentes en el pescado, la palta, las semillas de chía y nueces.
Las grasas trans producidas industrialmente, conocidas como aceites vegetales hidrogenados, son las que deberían preocuparnos. Estas grasas trans artificiales se pueden encontrar en la manteca o margarina vegetal, las papas fritas, snacks dulces y salados, hamburguesas, galletitas y en budines o muffins industriales.
Una dieta alta en grasas extendida en el tiempo no sólo provocará aumento de peso, niveles poco saludables de colesterol, diabetes, hipertensión y enfermedades del corazón. Según un reciente estudio realizado por investigadores australianos y chinos, las capacidades cognitivas se deterioran con una alimentación de este tipo a largo plazo. “La obesidad y la diabetes afectan el sistema nervioso central, lo que exacerba los trastornos psiquiátricos y el deterioro cognitivo”, dijeron los investigadores.
Un estudio anterior, realizado por la Universidad de Kyushu, en Japón, analizó la dieta de 1.600 personas durante 10 años y sus efectos vinculados a las enfermedades neurodegenerativas. El trabajo, publicado en la prestigiosa revista científica Neurology, indicó que las grasas trans en niveles elevados en sangre puede aumentar entre un 50% y un 75% las probabilidades de desarrollar Alzheimer o demencia.
4 – Sal
En los últimos años, los científicos han descubierto que la inflamación en el cerebro, también conocida como neuroinflamación, juega un papel importante en el desarrollo de obesidad, la presión arterial alta y el colesterol elevado, que a su vez son factores de riesgo de enfermedades crónicas graves.
Un estudio, el primero de su tipo, dirigido por investigadores de la Universidad de Georgia, EEUU, reveló la relación entre la actividad neuronal y el flujo sanguíneo en el cerebro y cómo la función cognitiva se ve afectada por el consumo de sal.
“Cuando las neuronas se activan, normalmente se produce un rápido aumento del flujo sanguíneo en la zona. Esta relación se conoce como acoplamiento neurovascular o hiperemia funcional y se produce a través de la dilatación de los vasos sanguíneos del cerebro llamados arteriolas”, detalló Javier Stern director fundador del Centro de Neuroinflamación y Enfermedades Cardiometabólicas del Estado de Georgia y autor del estudio.
Los investigadores monitorearon el consumo de sal porque el cuerpo necesita controlar los niveles de sodio con mucha precisión. “Cuando se consumen alimentos salados, el cerebro lo detecta y activa una serie de mecanismos compensatorios para que los niveles de sodio vuelvan a bajar. Si se consume mucha sal de forma crónica, se produce una hiperactivación de las neuronas de vasopresina. Este mecanismo puede inducir una hipoxia excesiva, lo que podría provocar daños en los tejidos del cerebro”, concluyeron los investigadores.
5 – Alcohol
El consumo excesivo de alcohol provoca una reducción del volumen cerebral, cambios metabólicos y alteración de los neurotransmisores, que son las sustancias químicas que utiliza el cerebro para comunicarse.
Investigadores de las Universidades de Wisconsin y Pensilvania, EEUU, publicaron un estudio en la revista Nature Communications en el que analizaron el consumo de alcohol, incluso en niveles que la mayoría consideraría moderados (unas cuantas cervezas o copas de vino a la semana).
Examinaron las asociaciones entre la ingesta de alcohol y la estructura cerebral utilizando datos de imágenes multimodales de 36.678 adultos sanos del Biobanco del Reino Unido. Con sus hallazgos, lograron determinar por primera vez las consecuencias que el consumo de alcohol de leve a moderado ocasiona a la masa cerebral, con reducciones en el volumen general.
Según detectaron, el vínculo se hizo más fuerte cuanto mayor era el nivel de consumo de alcohol. Por ejemplo, en personas de 50 años, a medida que el promedio de consumo de alcohol aumenta de una unidad de alcohol (alrededor de media lata de cerveza) al día a dos unidades (una pinta de cerveza o una copa de vino), se producen cambios asociados en el cerebro, equivalente al envejecimiento de dos años.
Fuente: Infobae