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Fernando Villavicencio y sus promesas, en caso de llegar a Carondelet

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Por: Fernando Castilla Fassio

Ultima actualización: 2023-06-17 12:20:08

De izquierda sensata, pero con grandes amistades en la derecha. Amante de la poesía y la radiodifusión. Sencillo, pero apasionado.

Así se define a sí mismo Fernando Villavicencio, activista, ex asambleísta y ahora candidato a la Presidencia de la República. Con el deseo, dice, de cambiar al Ecuador para bien. De darle ese giro, ese golpe de timón que tanta falta le hace. De dirigirlo hacia el camino correcto.

Villavicencio –o “Don Villa”, como lo llaman algunos de sus compañeros- estuvo en “Al Centro Presidencial”, nuestro nuevo espacio de entrevistas, dirigido por Carlos de Tomaso, y que busca precisamente conocer ese “algo más” de los candidatos. Esos detalles de los que no se hablan todos los días. Que solo se mencionan entre amigos, y no en los estudios de noticias.

El aspirante repasó algunos episodios de su vida. De sus vivencias. De su infancia, adolescencia y juventud. Cuando ni siquiera soñaba tener en sus manos la posibilidad –si los votantes así lo deciden- de estar al frente del país que dice amar.

De Alausí y de Quito

Fernando Villavicencio nació hace 59 años en Alausí, provincia del Chimborazo. O más bien cerca de ahí, en una zona rural. Su origen es campesino. Su origen es el tren, al que veía pasar en su camino a Quito. El tren que representaba la unidad de los dos grandes sectores del Ecuador.

Creció en el campo. Trabajando en los sembríos. Oliendo y palpando cada mazorca de maíz, a las que veía desarrollarse. Porque alternaba sus faenas agrícolas con la educación. Porque en el agro, todos trabajan. Todos.

Con una sonrisa recuerda cuando una madrina le regaló una cementera. Es decir, un pedazo de tierra. Y en sus escasos momentos libres sembró su propio maíz. Poco, pero totalmente suyo. Con el orgullo de la adolescencia, constataba su crecimiento. A veces lo comparaba con el suyo. Tal vez entonces deseaba ser como esas mazorcas, que en unos cuantos meses llegan a la madurez. A él le costaría más tiempo.

Mientras otros muchachos disfrutan en la ciudad de complejas diversiones, “Don Villa”, entonces apenas “Fernandito”, tenía como mascota un becerro, que con el tiempo se convirtió en un toro de respetable tamaño. Nada de perros o gatos. Un toro con cuernos y todo, pero manso como él solo. Con cariño recuerda que poco faltaba para que duerma junto a él. A veces lo miraba asomar su enorme hocico en la ventana de su cuarto, ansioso de su compañía. Ansioso de cumplir su rol de animal doméstico.

El toro, su mascota, fue finalmente vendido por necesidad. No es difícil adivinar el final que tuvo. Villavicencio todavía recuerda el momento de la separación. Jamás juzgará la decisión de su familia, pero fue un episodio que marcó su vida.

La crisis económica –la de turno- golpeaba con dureza al país, y el padre de Villavicencio, agricultor y zafrero, tuvo que pensar en nuevos rumbos. La familia entera se trasladó a Quito, en busca de mejores días. En busca de trabajo y bienestar. Como muchos miles lo hicieron antes. Como muchos miles lo hicieron después. Lo hacen ahora.

En Quito tuvo que trabajar en lo que podía, para ayudar a la familia. Solo después de aportar con unos sucres al presupuesto de la casa, estudiaba el colegio en las noches. Pero tales exigencias le abrieron nuevas visiones de la vida. Entre sus compañeros había entusiastas debates de poesía y de literatura, y de inmediato se enganchó.

Tenía apenas 17 años cuando dirigió su primer programa radial, sobre música latinoamericana. Hasta entonces solo sabía la superficial. Para conocerla más a fondo, se aplicó a leer. A estudiar. A discernir.

Nace una tendencia

Como tantos jóvenes de entonces, lo atrajo la ideología de izquierda. Casi como instinto. Al principio creía en la izquierda revolucionaria. En el activismo a carta cabal. Pero con el tiempo se dio cuenta que no todo es blanco o negro. Que hay una inmensa gama de matices en la mitad, y no necesariamente grises. Su carrera –teóricamente de izquierda radical- se encontró con empresarios y pensadores de derecha, que dieron nueva luz a sus ideas. La clave, dijo, fue abrir la mente a lo obvio. Y lo obvio era que en todos los sectores hay buenos y malos. Que la persona hace a la tendencia, y no al revés.

Su izquierda radical se convirtió en izquierda sensata, como le gusta llamarla. Villavicencio entendió que podía ser amigo de empresarios y sindicalistas. De agitadores y reaccionarios. Podía –y debía- ser amigo de todos, aprender de ellos, y buscar a su lado la receta que más convenga al país.

Siendo un hombre de izquierda, señala que, curiosamente, en los oscuros meses en que era perseguido por alguien, “de cuyo nombre no quiere acordarse”, como diría Cervantes, fueron empresarios quienes lo apoyaron. Los que estuvieron a su lado. Los que le dieron la mano. Y fueron los de la izquierda, muchos de ellos coidearios, quienes apoyaron la persecución. Los que estaban dispuestos a entregarlo.

El plan está listo

Como parte de su plan de gobierno, tiene varias propuestas listas. Tardarán lo que tarde la tinta en secarse, cuando las firme en Carondelet.

Villavicencio asegura que no perderá tiempo. Y entre sus promesas empieza con la libertad, derecho fundamental de todo ecuatoriano. La libertad que casi pierde por su lucha política. Que debió defender desde la clandestinidad.

Y esa libertad la trasladará al Estado. A los ciudadanos. Al sector productivo. A la sociedad. De ser electo presidente de la República, impulsará una vida cotidiana de libertad. El gobierno solo intervendrá si es necesario. Tal vez para un toque aquí o allá, que equilibre la balanza. Dar las herramientas, sí. Obligar a usarlas de una manera específica, nunca.

Si un sector de la economía está bien manejado por el sector privado, que siga así. ¿Para qué meter mano? Si el éxito es del sector público, con mayor razón. No hay nada escrito en piedra. Las concesiones no serán un tema tabú.

Una de sus principales propuestas se llamará “Poder Local”. La idea es entregar a los gobiernos seccionales –consejos provinciales y municipios- la mayor cantidad posible de competencias, obviamente acompañadas de los recursos necesarios. Que asuman su parte en la administración pública. Alcaldes y prefectos conocen más, mucho más, los problemas de su gente, y pueden solucionarlos con mayor rapidez. Con mayor eficiencia. Con menor costo.

El ejemplo más concreto es Manabí, explica. Una provincia de enorme riqueza, pero que depende de otras para sus servicios básicos. La electricidad, por ejemplo, la suministra y la cobra Guayaquil. El aeropuerto de Manta es manejado por el Ministerio de Transporte. ¿Por qué no darles a los manabitas la posibilidad, de solucionar ellos mismos sus necesidades?

La descentralización será el camino, promete Villavicencio. Con suficiente autonomía, cada provincia sabrá cómo salir adelante.

Fiscalizar a la justicia

Sus amargas experiencias con la justicia, un maltrato que han sufrido muchos otros ecuatorianos, llevó a Villavicencio a su siguiente idea. Dura, pero necesaria. Muy necesaria.

Si llega a Carondelet, la función judicial pasará por caja. Será fiscalizada minuciosamente. Para que ya nadie, nunca más, pueda “meter mano”.

Sí, porque “alguien” metió mano a la justicia. Y como resultado, hay 2.000 jueces heredados. Fueron elegidos gracias a proyectos “amarrados”, pese a su bajísimo nivel intelectual, profesional y moral.

Como resultado, anota Villavicencio, el destino de los ecuatorianos a nivel judicial, se basa en una “arquitectura mafiosa”, que heredamos de quienes metieron la mano.

¿Cómo hacerlo? Simple. Dándole a la Unidad de Análisis Financiero y Económico (UAFE), que depende de la Presidencia de la República, las herramientas necesarias. Convertirla en un “motor”, destinado a perseguir los delitos de cuellos blanco. Y los primeros de la lista serán esos jueces y fiscales, que todos los días nos escandalizan cuando sueltan a delincuentes, a pesar de las abrumadoras evidencias en su contra.

La UAFE se encargará de establecer de dónde esos jueces, esos fiscales, sacaron el dinero para sus mansiones. Sus autos de alta gama. Sus bienes y recursos en paraísos fiscales. Ellos y sus familiares, porque hay evidentes casos de testaferrismo. Y los casos donde la sospecha sea más que razonable pasará a manos de la Fiscalía General.

En este diálogo, Villavicencio recuerda cuando la Asamblea Nacional, dominada por correístas y social cristianos, no dio paso al proyecto de ley de Extinción de Dominio, destinado a quitar los bienes mal habidos a unos cuantos pillastres. Claro, explica el aspirante presidencial. No les convenía aprobar una ley, que perjudicaría a ciertos líderes de la mafia.

Seguridad

Sus planes para recuperar la seguridad en el país son simples. Empezando por la obvia: políticas de control para el ingreso de ciudadanos extranjeros. Basta de permitir que entren venezolanos, colombianos, albaneses sin documentos de antecedentes penales.

Solidaridad no se debe confundir con impunidad. Quienes vengan, que tengan registros claros. Limpios. Que vengan a sumar. A apoyar. A participar del progreso. No a robar, matar, extorsionar.

Precisamente el problema que representan las extorsiones, será uno de los más combatidos. A través de la Asamblea Nacional, Villavicencio afirma que planteará la tecnificación de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas. Solo con mayor inteligencia, equipamiento y apoyo humano, será posible desbaratar a las bandas de “vacunadores”, que tanto daño hacen al país.

Pero no será solo un trabajo focalizado. La iniciativa incluirá llamados a Estados Unidos y la Unión Europea, que han mostrado un permanente deseo de ayudarnos. Con sus recursos, con su inteligencia y con su tecnología, venceremos este problema. Venceremos a las mafias a sus delitos conexos, en especial el lavado de activos.

Y tal como prometió muchas veces, la “tabla de consumo de drogas”, que establece las cantidades permitidas de portación, será eliminada. Después de todo, la distancia entre un adicto y un traficante está trazada por una línea muy tenue. Los adictos, señala, necesitan ayuda. Los traficantes, la cárcel.

Corrupción nos retrasa

La lucha será muy compleja, reconoce el candidato presidencial. Hay demasiados casos de corrupción que retrasan al país.

Comenzando por el tema de los subsidios a los combustibles. Según sus cálculos, hasta el 18% del diésel subsidiado –que tanto cuesta al Estado- es desviado, para abastecer a la flota pesquera china. Para alimentar las termoeléctricas de América Central.

Es decir, unos cuantos se enriquecen a costa de los demás. Y eso terminará.

También someterá a renegociación algunos contratos petroleros, porque solo sirven para llenar los bolsillos de algunos intermediarios. ¿Saben cuánto cobran ciertas empresas por extraer cada barril de petróleo? Hasta 42 dólares. Ni siquiera la ineficiencia de Petroecuador llega a tanto. Apenas 10 dólares.

Bastará un plumazo, entonces, para que el país recupere cientos de millones de dólares. Bastará el voto de la gente para empezar un nuevo rumbo.

Villavicencio lo promete. Aunque sea corto el tiempo, asegura que lo hará. Solo necesita llegar a la silla.

La entrevista completa, en el siguiente enlace:

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