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Ecuador: julio 26, 2024

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Ecuador, julio 26, 2024
Ecuador Continental: 23:25
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Biocontroladores: hongos y bacterias sirven para combatir plagas en Ecuador

Primicias .- En el campo de la biotecnología, las empresas recurren a fórmulas innovadoras y libres de químicos para crear los biocontroladores, productos hechos con microorganismos. La sigatoka es una de las plagas más comunes del banano, uno de los principales productos de exportación de Ecuador. Si bien, los productores han usado químicos por décadas para tratarla, ahora tendrían en sus manos una alternativa biológica: los biocontroladores. Se trata de insumos biológicos que ya se han probado en suelo ecuatoriano y capaces de controlar la sigatoka y otras plagas, detalla el gerente de la división de Banano de la empresa agrícola Syngenta, Carlos Pozo. Pero, ¿qué son exactamente los biocontroladores? Pozo explica que básicamente son microorganismos, que se obtienen del ambiente, el agua o animales, “para producir ciertos insumos usados en la agricultura y controlar enfermedades o plagas”. En su esencia, son hongos y bacterias puestos al servicio de otros organismos vivos, como las plantas y cultivos. La técnica detrás de la elaboración de los biocontroladores es prometedora, de acuerdo con la FAO, porque estos productos tienen la capacidad de revolucionar la forma de cultivar “nuestros alimentos, con una agricultura más saludable para las personas, los consumidores, las comunidades y el ambiente”. Aunque también es un mercado millonario, puesto que el negocio de los tratamientos biológicos, tanto para semillas y control de plagas, prevé un crecimiento de USD 1.600 millones en 2030. Los biocontroladores, paso a paso La mayoría de los agricultores y productores saben que un cultivo mejora con riego y abono, pero pocos son conscientes del rol de la biodiversidad y el ambiente. En un intento por producir más, a veces en menor tiempo, y combatir plagas, recurren a costosos plaguicidas y fertilizantes. Como técnica opuesta a los químicos, surgen estos biocontroladores, que se han utilizado con buenos resultados en países de la región como Argentina. En este país, la FAO dirige capacitaciones para pequeños agricultores y que elaboren sus propios productos. Para entender qué es y cómo se crea un biocontrolador, piense en una serie de hongos y bacterias que se extraen de plantas y luego se reproducen en laboratorios, a cargo de un equipo de ingenieros químicos, agrónomos e investigadores, y bajo ciertas condiciones de temperatura, luz y humedad. “No puede ser cualquier laboratorio, debe ser un lugar especializado que pueda duplicar estos microorganismos de forma segura para al final el producto sea de beneficio y no cause daños”, precisa Pozo de Syngenta. Otra característica de los biocontroladores es que son insumos diseñados a la medida de la planta o la fruta, es decir, específicamente para controlar una plaga. Al momento, Syngenta, originaria de Suiza y con una división de investigación y desarrollo para la protección de cultivos, trabaja en la producción de un insumo biológico para controlar otra de las enfermedades más peligrosas para el banano: el hongo Fusarium. En 2024, se realizarán las primeras pruebas de campo en Ecuador y una vez que se obtengan buenos resultados, podrá obtener las certificaciones y salir al mercado local. Libres de agroquímicos Se estima que hasta tres tercios de los plaguicidas y otros agroquímicos no llegan a la planta, sino que se diluyen en el agua, contaminando fuentes hídricas y afectando a otros animales. Por fortuna, el mercado está cambiando y desde 2018, por ejemplo, Europa prohíbe el uso de tres químicos usados en pesticidas: clotianidina, imidacloprid y tiametoxam. La prohibición llegó luego de que la Agencia Europa de Seguridad Alimentaria (EFSA) alertara sobre los riesgos de estas moléculas, no solo para la salud humana, también para las abejas, los principales polinizadores en el mundo.  Después de todo, los europeos saben que sin abejas pueden desaparecer muchos de los alimentos que se consumen. Por ello, el surgimiento de los insumos biocontroladores es también una respuesta a las exigencias de la Unión Europea (UE), que exigen nuevos estándares de calidad en los alimentos que compran, y en el caso de Ecuador esto abarca al banano. Al menos, el 29% de la fruta ecuatoriana se exporta a la UE, según datos del gremio exportador Acorbanec, en octubre de 2023. “El mercado, especialmente el europeo, está exigiendo poco a poco que los productos y alimentos sean producidos con menor carga química”, reconoce Pozo de Syngenta. Ante ello, otras empresas se han volcado a la producción de inoculantes biológicos, con miras a generar mejores prácticas para el medio ambiente. “Aún hay agricultores escépticos, y piensan que mientras el producto apeste más, controlará mejor la plaga. Pero con tecnología e innovación, estamos cambiando esos principios”, añade Pozo.

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Dos experimentos de biología sintética iluminan el camino de los futuros tratamientos contra el cáncer

Un trabajo con inmunoterapias permite que las células curativas se activen o desactiven según el progreso del cáncer y otro amplía el alcance de las exitosas terapias CAR-T a tumores como el de páncreas La historia de la lucha contra el cáncer es una batalla contra un enemigo interior. Las células tumorales son también nuestras y es difícil distinguirlas de las sanas, lo que explica la toxicidad de muchas terapias oncológicas. Las quimioterapias, los primeros fármacos contra el cáncer, matan a células enfermas y sanas con la esperanza de que estas salgan algo mejor paradas. Después, llegaron los tratamientos dirigidos, que buscaban bloquear la expresión de proteínas concretas, y detener así la progresión de la enfermedad. En los últimos años, inmunoterapias como las CAR-T han llevado la personalización de los tratamientos a un nuevo nivel. Estas células quiméricas se crean después de extraerle al paciente los linfocitos T (células especializadas del sistema inmune), introducirles modificaciones para que reconozcan antígenos determinados en las superficies de las células tumorales del enfermo, e inyectárselos de nuevo para que las eliminen.   Con cada avance, además de las mejoras en supervivencia, se hacen visibles las limitaciones, los efectos secundarios, o la gran capacidad del cáncer para adaptarse y burlar los tratamientos. Las CAR-T han mostrado eficacia con tumores líquidos, como la leucemia, pero no han conseguido superar las barreras inmunosupresoras que las desactivan antes de llegar a tumores sólidos como el de páncreas o el melanoma. Además, la actividad de estos tratamientos no se puede regular en el tiempo para responder a la capacidad de adaptación de las células cancerígenas. Esta semana, dos equipos científicos presentan en la revista Science soluciones que se apoyan en la biología sintética para superar algunas de estas limitaciones. De momento, esas tecnologías solo las han probado en ratones.   En uno de los trabajos, un equipo liderado por Ahmad Kalil, de la Universidad de Boston, desarrolló una serie de interruptores genéticos que se añaden a células inmunes humanas y permiten regular su actividad, haciendo, por ejemplo, que inicien su actividad antitumoral en un momento determinado, y que no actúen solo en el momento de inyectarlas en el paciente. Los científicos diseñaron el interruptor para que se active con fármacos ya aprobados y que han mostrado su seguridad, como el grazoprevir, que se utiliza para tratar la hepatitis C, el afimoxifeno, empleado para el cáncer de mama, o el ácido abscísico, una hormona presente en las plantas.   “La batalla entre los tumores y las células inmunes es cambiante y ahora mismo los linfocitos T no son capaces de adaptarse para derrotar al tumor” Emanuel Salazar-Cavazos, Instituto Nacional del Cáncer de EE UU   “La batalla entre los tumores y las células inmunes es cambiante y ahora mismo los linfocitos T no son capaces de adaptarse para derrotar al tumor”, apunta Emanuel Salazar-Cavazos, investigador mexicano del Laboratorio de Inmunología Integrativa del Cáncer del Instituto Nacional del Cáncer en Bethesda (EE UU) y coautor de un análisis que también publica hoy Science sobre los nuevos hallazgos. “En un momento dado, si se toma una muestra y ves que esos linfocitos T están perdiendo la batalla, podrías modificar algunos genes para regular una función que nos permita contrarrestar los mecanismos que esté empleando la célula tumoral para evadir al sistema inmune”, continúa.   Un cultivo de bacterias para crear una terapia CAR-T.GETTY Esta tecnología permitiría que inmunoterapias como los CAR-T se fuesen adaptando a una enfermedad tan dinámica como el cáncer. Grégoire Altan-Bonnet, líder del equipo en el que trabaja Salazar, apunta que “estas células se podrían modificar para que hubiese varias poblaciones, unas activas y otras en descanso, y se fuesen cambiando de estado para que siempre hubiese alguna activa y lista para atacar a las células tumorales”. Según explica Luis Álvarez-Vallina, director de la Unidad de Investigación Clínica en Inmunoterapia del Cáncer del Hospital 12 de Octubre y el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) de Madrid, esta combinación de apagados y encendidos permitiría evitar “que los linfocitos entren en agotamiento, algo que sucede cuando actúan de forma continuada”. Además, según indica este investigador, sería posible desactivar los CAR-T si se ve que el paciente se está intoxicando o potenciar su actividad en caso de necesidad.   En el segundo trabajo, un equipo liderado por Wendell Lim, de la Universidad de California, en San Francisco (EE UU), empleó unos receptores sintéticos para añadirlos a los CAR-T y así afinar el momento del ataque de los linfocitos mejorados. Ese nuevo punto de enganche sirvió para que los CAR-T produjesen interleuquina 2, una proteína que desencadena el ataque inmunitario, pero solo cuando hubiese contacto directo con las células tumorales. Por un lado, esta tecnología redujo los daños colaterales del bombardeo inmunológico, y por otro, permitió superar el entorno inmunosupresor que protege a los tumores sólidos y redujo su tamaño en los ratones que sirven como modelo.   Ensayos clínicos próximos La combinación de estas técnicas, si al final también funcionan en humanos, será una forma de adaptar las terapias a una enfermedad tan dinámica como el cáncer, manteniendo la actividad inmune a lo largo del tiempo, intensificándola cuando haya necesidad y dirigiéndola solo a los puntos donde se dañe el tumor sin herir al paciente. Lim explica que ya están “planeando utilizar esta tecnología en ensayos clínicos” y preparándose para “intentar empezar en uno o dos años”. Kalil apunta que aún no han llevado la tecnología a ensayos con humanos, pero que planean hacerlo en el futuro y que hay compañías biotecnológicas que también están desarrollando tecnologías similares para llevarlas al mercado. Wilson Wong, uno de los coautores del estudio, es cofundador de Senti Biosciences, una de esas compañías.   Además de los problemas técnicos, para que este tipo de tratamientos lleguen a muchas personas, deberán superar el coste de producirlos. Ahora, las terapias con CAR-T cuestan cientos de miles de euros y la incorporación de la biología sintética no los va a abaratar a corto plazo. A la larga, según comenta Altan-Bonnet, podría hacerlo: “Uno de los grandes problemas de los

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