La clasificación a la selección de Messi a la final en Qatar apaga las protestas en un mes que concentra reclamos salariales y movilizaciones sociales.
Diciembre suele ser un mes complicado en Argentina. La historia comenzó en 2001, con la crisis del corralito. Cinco presidentes pasaron por la Casa Rosada tras la huida en helicóptero del presidente Fernando de la Rúa. La represión de las revueltas dejó entre el 19 y el 20 de diciembre 39 muertos, la mayor parte en las inmediaciones de la Plaza de Mayo. Desde entonces, los Gobiernos se preparan para sobrevivir a diciembre. El final de año alimenta el reclamo entre los más pobres y en las calles crecen las protestas; los sindicatos piden subidas salariales o bonos que compensen la inflación. 2022 es especialmente complicado para el Gobierno de Alberto Fernández: diciembre terminará con una inflación cercana al 100% y con casi cuatro de cada diez argentinos por debajo de la línea de pobreza. La alianza peronista en la Casa Rosada está fracturada y la política más influyente del país, Cristina Kirchner, fue condenada la semana pasada a seis años de cárcel por corrupción. Pero cuando arreciaba la tormenta, la selección argentina de fútbol llegó a la final del Mundial en Qatar.
En Argentina no se habla de otra cosa. El triunfo contra Croacia el martes organiza el debate público, las familias discuten donde verán el partido definitivo del domingo y los políticos hablan bajito para no llamar la atención. Es tanto el ruido que pocos se enteraron de que el presidente, Alberto Fernández, celebró este miércoles los tres años de su Administración y los 39 años del regreso a la democracia.
Lo hizo con un acto en los jardines de la Casa Rosada, donde ubicaron 1.000 sillas que estuvieron semivacías. La convocatoria fue evidencia de las divisiones que hay en la Casa Rosada. No hubo ministros kirchneristas; viajaron a Buenos Aires solo uno de los 23 gobernadores del país; apenas participaron los movimientos sociales que tienen cargos en el Gobierno. Faltaba, en resumen, el peronismo en sus distintas versiones, que son muchas. Fernández dio un largo discurso y al final prometió que asumirá la dirección de la campaña para las generales de 2023.
“Garantizo que voy a ponerme al frente para ordenar nuestra fuerza política, vamos a ganar unidos y por el bien de la Argentina”, dijo Fernández, el único orador de un evento que suele realizarse en la Plaza de Mayo en un ambiente festivo y oradores de todos los colores. El presidente no aclaró si irá por la reelección. Lleva meses coqueteando con la idea, aunque su popularidad está por los suelos. La decisión de Cristina Kirchner de no ser candidata a cargo alguno, como dijo tras su condena, agitó al peronismo, que ahora debe buscar un relevo de peso.
El nombre del presidente no figura al tope de las preferencias. Hay allí otros nombres, como el ministro de Economía, Sergio Massa -ausente en el acto de este miércoles- aunque su destino político está atado a la evolución de la inflación y la pobreza. Está también Eduardo de Pedro, el ministro de Interior que es ojo y oídos de Kirchner en el Gabinete. Y es de esperar que aparezca el nombre de algún gobernador, el reservorio tradicional de los candidatos del peronismo.
Mientras tanto, todos confían en el fútbol para mantener la paz social. Si Argentina sale finalmente campeona habrá días y días de festejos. Luego vendrán las fiestas de Navidad y Año Nuevo y en enero inicia la temporada alta de las vacaciones de verano. Para entonces ya habrá pasado el peligro. Si pierde, la resaca mundialista será menos efectiva, pero la estropada de la final será suficiente para llegar a enero sin demasiados sobresaltos.
Si eso no alcanzase, el Gobierno tiene lista una bala de plata. Hay en agenda un bono de fin de año para los asalariados de menores ingresos y otro para los millones de argentinos que cobran un plan social. Alcanzará a 4,4 millones de personas y servirá para calmar el malestar de los hogares más golpeados por la crisis. La combinación de Mundial y dinero extra es la vacuna argentina contra el efecto diciembre.
Fuente: El País