‘Seguir adelante’
En Wajima, una ciudad costera a 60 km al norte de Shika, todo un barrio de casas de madera quedó destruido por las llamas. En esta península rural encajonada entre las montañas y el mar, el acceso de los servicios de emergencia es difícil en todas partes debido a las carreteras dañadas, derrumbadas o bloqueadas por desprendimientos de tierra.
Una calma inusual reina en las calles de las ciudades visitadas por los periodistas de la AFP, que también vieron muchos vehículos atascados en grietas del asfalto.
Los habitantes también hacen fila frente a los supermercados para abastecerse, aunque algunos comercios están cerrados por falta de suministros. “Hoy estamos cerrados. Estamos evacuando”, reza un cartel a la entrada de uno de estos locales. En algunos lugares, los obreros ya están trabajando para sellar las grietas y facilitar el paso de los bomberos, del ejército -que fue llamado como refuerzo- y de la policía.
Frente al ayuntamiento de Shika, Yuko, una mujer de 58 años, también espera recibir agua, distribuida por un funcionario con uniforme azul y mascarilla. “Necesitamos agua”, dice a la AFP. “Un acontecimiento como este nos recuerda lo esencial que es el agua”, señala.
“Estaba en mi casa, en el primer piso, viendo la televisión cuando se produjo el terremoto. Temí por mi vida”, cuenta la mujer. La forma en que comenzó 2024 “quedará grabada en mi memoria para siempre”, dice otra mujer de 46 años, Akiko, que junto con sus hijos estaba visitando a sus padres en Wajima para celebrar el fin de año.
Desde el sismo, toda la familia duerme afuera de la casa de madera de sus padres, que quedó inclinada. Y Akiko no puede de momento regresar a su casa debido a que las rutas están bloqueadas. Pero Akiko se mantiene positiva. “Ahora que hemos visto lo peor (…) hay que seguir adelante”.