Se cumplen 16 años desde que se lanzó el primer iPhone; 15 de Android, 13 de Instagram, 12 de Snapchat, 7 de TikTok… Este ‘boom’ de tecnologías, redes sociales y aplicaciones se ha desarrollado a la par que crecían los adolescentes y los niños de todo el mundo, a los que literalmente han hechizado en una versión moderna del cuento de ‘El flautista de Hamelin’. La primera generación absolutamente digital se acerca a la mayoría de edad, llevando a cuestas una carga de problemas psicológicos, carencias emocionales, lagunas educativas y desórdenes de conducta que no tiene precedentes en la historia. Una ofensiva legal también sin precedentes aspira ahora a que las grandes tecnológicas sean declaradas culpables y paguen por ello. Miles de padres y educadores se preguntan ahora por qué estaban mirando hacia otro lado mientras sus hijos pasaban tantas horas con el móvil. Y muchos han dicho basta. Las escuelas públicas de la ciudad de Seattle y del condado de Kent (Washington, Estados Unidos) han demandado a cinco plataformas por arruinar la salud mental de los estudiantes. De acuerdo con la querella, presentada ante un tribunal federal, se aprovechan de las vulnerabilidades en el cerebro de los niños y los adolescentes para que estos se vuelvan adictos a sus aplicaciones, a sabiendas de que les pueden generar depresión, ansiedad y pensamientos suicidas. De prosperar, este proceso puede convertirse en un acontecimiento histórico. No solo llevaría a juicio a las empresas que operan Instagram y Facebook (propiedad de Meta), YouTube (Google) y TikTok (ByteDance). Lo novedoso es que cuestiona su modelo de negocio. Dicho de otro modo, son sus algoritmos, diseñados para maximizar el tiempo que pasan los usuarios en las plataformas, los que se sentarían en el banquillo. La abogada del caso. Felicia Craick es uno de los cinco abogados que firman la demanda. «Los algoritmos de estas compañías recomiendan contenido dañino a los niños y están diseñados para engancharlos», afirma. Pertenece al bufete Keller Rohrback, especializado en grandes litigios y azote de las tecnológicas. Se avecina una batalla legal formidable que puede generar un efecto bola de nieve más allá de Estados Unidos. Aunque a primera vista se enfrentan David contra Goliat –por un lado, 114 colegios con cerca de 75.000 estudiantes y, por otro, los grandes de Silicon Valley y la china TikTok–, la lucha no es tan desigual por varias razones. Una es que el bufete que lleva la demanda, Keller Rohrback, se ha convertido en el azote de las grandes tecnológicas. Consiguió que la matriz de Facebook acordase en diciembre pagar 725 millones de dólares para resolver una demanda colectiva por compartir información de los usuarios con Cambridge Analytica, una empresa al servicio de la campaña de Donald Trump. Y en julio denunció a Amazon por obtener datos biométricos de los residentes en Illinois a través de fotografías subidas a la nube. Keller Rohrback es una firma especializada en grandes litigios, cuyos altos honorarios están fuera del alcance de las escuelas, pero solo cobrará si gana el caso o se llega a un acuerdo fuera de los tribunales. Las tres tácticas de manipulación Otra razón es la propia demanda, de 92 folios, donde se detalla cómo estas compañías explotan la economía de la atención, que busca alargar al máximo el tiempo ante la pantalla. «Como su principal fuente de ingresos es la publicidad, cuanto más tiempo pasen los usuarios en sus plataformas, más anuncios pueden vender», exponen los denunciantes, que destacan tres tácticas de manipulación basadas en la psicología de la conducta. · Primero. «Los algoritmos proporcionan contenido personalizado para que los usuarios lo consuman hasta el agotamiento. Un flujo interminable que distorsiona la percepción del tiempo de los jóvenes». Segundo. «Se explota la reciprocidad, un fenómeno por el cual las personas se sienten obligadas a responder a acciones tanto amistosas como hostiles. Por eso, Facebook y Snapchat informan al remitente automáticamente de cuándo se ha visto su mensaje». · Tercero. «El uso de recompensas variables intermitentes que imita a las máquinas tragaperras, como “me gusta”, comentarios o emoticonos, que generan la descarga placentera de dopamina. El retraso de unos segundos en la carga del contenido, como hace Instagram, intensifica, además, la anticipación». La demanda señala que entre 2009 y 2019 los distritos escolares mencionados vieron un aumento del 30 por ciento en el número de estudiantes que decían sentirse «tan tristes o desesperados casi todos los días que dejaron de hacer algunas actividades habituales». Y añade: «La mala conducta de los demandados ha sido un factor importante en desencadenar la actual crisis de salud mental, con porcentajes en aumento de depresión, trastornos alimentarios, soledad, pensamientos de autolesión e ideación suicida en menores de edad». De hecho, el suicidio ya es la segunda causa principal de muerte entre los jóvenes. Las plantillas de las escuelas se han tenido que reforzar con psicólogos y trabajadores sociales y, aun así, no dan abasto. Miles de alumnos pierden incontables horas de estudio y de sueño, son incapaces de concentrarse, su rendimiento académico se ha resentido, tienen la autoestima por los suelos, sufren acoso… No es el contenido lo que atacan los abogados Las escuelas no lo van a tener fácil. La Sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones protege a las plataformas de la responsabilidad por el contenido publicado por terceros. «El argumento de la demanda es que la industria tecnológica es responsable del estado emocional de los adolescentes por recomendar contenidos que les causan daño. Pero sería absurdo demandar a una editorial porque un empleado recomendó un libro que hizo sentir mal a un adolescente», comenta Carl Szabo, abogado de NetChoice, una asociación que protege los intereses de las compañías digitales. Sin embargo, el equipo de cinco letrados que ha redactado la demanda considera que la Sección 230 no protege, en este caso, a las plataformas porque no son solo los contenidos los que están en el punto de mira, sino los algoritmos que empujan a los