Luisa González: educación, seguridad y, tal vez, Asamblea Constituyente

Ni “abogada” ni “magister”. Le gusta que la llamen simplemente “Luisa”. Así, a secas y sin pompa. Está muy orgullosa de sus títulos profesionales, pero prefiere el nombre de pila. El nombre que la identifica. El que recibió en el bautismo, el de familia. Ahora, como participante de una contienda electoral, utiliza el nombre completo: Luisa Magdalena González Alcívar. La candidata. La aspirante presidencial de Revolución Ciudadana. La líder. La única mujer en una papeleta, donde afronta a 7 hombres. Es manabita hasta la médula de los huesos. Por sus venas corre sangre de Canuto, parroquia rural de Chone. Sin embargo, por casualidad nació en Quito. Sus padres –naturales de Canuto, como lo fueron sus abuelos, bisabuelos y una larga lista de antecesores- estaban de vacaciones en la capital, cuando a Luisa, entonces la pequeña Luisa, se le antojó nacer. Y claro, se volvió quiteña un poco a la fuerza, por más que casi que de inmediato la llevaron de vuelta a la tierra manabita. Con ella repasamos su vida, su trayectoria y sus ideales. Con ella analizamos sus planes de gobierno, en caso de triunfar en los comicios del 20 de agosto. O en la segunda vuelta, de así ocurrir. Luisa González, la postulante, fue nuestra más reciente invitada en “Al Centro Presidencial”, bajo la dirección de Carlos de Tomaso. Educación, una necesidad Su primera niñez, la más lejana, es un conjunto de recuerdos amenos, aunque matizados con la chancla materna. La chancla que enderezaba a los niños desobedientes, y que domaba voluntades equivocadas, cuando a alguien de la casa se aventuraba a una travesura pasada de la raya. Esa chancla que le enseñó el valor de la disciplina. Que le mostró el buen camino. Que le hizo valorar la importancia de la responsabilidad. Alternaría sus estudios. La primaria en Quito, parte de la secundaria en Chone, y el resto de nuevo en la capital. El cambio fue obligado. Fue necesario. Sus padres querían para ella la excelencia educativa, y en las zonas rurales de Manabí no encontraron. Episodios y falencias que le dejaron un mal sabor de boca. Una frustración. Es por ello que la educación, tal como la concibe –pública, de calidad y gratuita- es uno de los primeros puntos de su plan de gobierno. Uno de los pilares. La educación es la clave de cualquier desarrollo presente y futuro. Si llega a Carondelet –y está segura que así será- impulsará el cambio educativo. Esa excelencia que le gusta mencionar. Seguridad, el objetivo Devolver a los ecuatorianos la seguridad será otra de sus prioridades. Otro de los puntos altos de su lista. Para Luisa González, lo que vivimos hoy es, simplemente, intolerable. ¿Cómo? Mediante la coordinación. La responsabilidad. El trabajo en equipo. Pone como ejemplo la dinámica que regía en el gobierno de Rafael Correa. Los mecanismos integrados fueron entonces la respuesta, y promete que lo serán en su gobierno. Para empezar, el rescate del Ecu-911. Recuperarlo. Revalorizarlo. Darle el enfoque y la importancia que merece. Que alguna vez tuvo, y que siempre debió tener. El Ecu-911 como pilar de la fuerza pública. Como instrumento clave de vigilancia y respuesta. Luisa González destaca la necesidad de institucionalizar la fuerza pública. Si es electa presidenta, volverá el Ministerio Coordinador de Seguridad. Y ese organismo supervisará el combate al hampa. Un ministerio que tendrá bajo su mirada a Policía Nacional, Fuerzas Armadas, el propio Ecu-911, el Consejo de la Judicatura, Corte Nacional de Justicia y Fiscalía. Sí, a la función judicial también debe ser parte de los controles. De las soluciones. De las acciones. Sería por lógica y eficiencia. Cuando caiga un delincuente, de inmediato habrá seguimiento. ¿Policía? Debe presentar el informe. ¿Fiscal? Debe formular cargos. ¿Juez? Debe dictar prisión. Nada de que “lo liberaron por ahí”, “no hay pruebas” o “caben medidas sustitutivas”. Si están todos presentes, cualquier irregularidad, cualquiera, sería detectada –y sancionada- de inmediato. En una guerra de esta naturaleza, todos deben dar la cara. Todos deben cooperar. Y todos, por supuesto, tienen la responsabilidad de asumir su parte. Por supuesto habrá medidas complementarias. Luisa González expone la necesidad de reforzar a la Policía Nacional. De volverla una fuerza eficiente y capaz, bajo un liderazgo sólido. Y crear dentro de ella una unidad especial antivacunas. Dedicada exclusivamente a ello. No es posible, señala, que en los cuarteles policiales no exista siquiera espacio para recibir a los gendarmes. No es posible que los patrulleros no puedan circular por falta de gasolina. No es posible, en fin, que los miembros de la institución carezcan de todo. Que hasta para descansar unos instantes, requieran que la comunidad donde colchones a los UPC. La candidata valora el poder de la inteligencia, dentro de la lucha contra el crimen. La inteligencia que detecta, investiga, analiza y resuelve. La inteligencia que allana el camino para el golpe armado. La acción operativa. Su promesa es fortalecer esa labor de inteligencia. Porque a veces una investigación tiene más valor que muchos arrestos al azar. Empleo, la necesidad Pero de nada serviría una Policía más fuerte y eficaz, una justicia limpia de corrupción y una coordinación cronometrada, si no se atacan los problemas de fondo. Los motivos de la ola delictiva. El origen. Los verdaderos motivos. Dicen los físicos que toda “causa” produce “efecto”. Que la “acción” siempre genera una “reacción”. Y en el caso del hampa, de la criminalidad, de la violencia, para la postulante de la Revolución Ciudadana hay que buscar esa “causa” en el entorno social del Ecuador. En las circunstancias en que vivimos. En la pobreza. La falta de oportunidades, la falta de un futuro mejor, la falta absoluta de un horizonte, es el disparador de ese “efecto”. Es el motivo. Es la razón. Miles de jóvenes ecuatorianos levantan la mirada a diario, y a su alrededor solo encuentran desolación, vacío, puertas cerradas. Si no hay trabajo, si no hay formas dignas de llevar el pan a la casa, donde el hambre aprieta, solo queda la desesperación. Y ese sendero

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