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Batalla del Pichincha: 202 años del sello de nuestra independencia

Picture of Por: Fernando Castilla Fassio

Por: Fernando Castilla Fassio

Ultima actualización: 2024-05-23 18:16:55

Ecuador es rico en episodios de gran contenido histórico. De proezas y hazañas. De gestas heroicas, cargadas de sacrificio y valor.

Y curiosamente, uno de esos capítulos, el que selló nuestra independencia, fue, posiblemente el único en el cual, hablando en términos deportivos, partimos como supuestos favoritos. Algo que de modo alguno resta méritos a la campaña libertadora, tomando en cuenta que fue el resultado de largos años de entrega a la causa.

¿Por qué ese “favoritismo” relativo? Porque fue un combate en el cual las fuerzas independentistas, conformadas por quiteños –ahora ecuatorianos-apoyados por colombianos, peruanos, argentinos, chilenos, bolivianos e incluso ingleses, eran algo superiores en número a las españolas, diezmadas por una larga guerra.

Hablamos de aproximadamente 2.900 o 3.000 soldados partidarios de la independencia, contra 2.000 o 2.100 ibéricos. Los cálculos sobre los contingentes exactos varían de acuerdo a cada historiador, pero coinciden en que los primeros superaban a los segundos.

Pero hasta ahí la presunta ventaja. Al menos un tercio de los hombres comandados por Antonio José de Sucre eran reclutas. Es decir, carecían de experiencia en combate. Mientras, el resto era la suma de múltiples nacionalidades, y venían de una marcha de semanas enteras, sin descanso. En cambio, los soldados españoles eran muy curtidos y cohesionados, y llevaban varios años peleando en suelo americano. Además, estaban acantonados en Quito un largo tiempo, por lo cual ya estaban aclimatados.

A nivel logístico, la batalla del Pichincha ocurrió el 24 de mayo de 1822, en las faldas del volcán Pichincha –de ahí su nombre- a más de 3000 metros sobre el nivel del mar, cerca de nuestra capital, Quito.

A Sucre se oponía el ejército realista, comandado por el comandante Melchor Aymerich. El valeroso general venezolano, eficaz en la independencia de Guayaquil, decidió llevar las tropas hacia Cuenca primero, para de ahí dirigirse a Quito. Su objetivo era evitar que España enviara refuerzos desde Lima, y a su vez recibir los propios, ofrecidos por San Martín.

Como paso previo, ambos bandos combatieron en Tapi, cerca de Riobamba, con el triunfo de los patriotas. Tras unos días de descanso, Sucre emprendió el viaje a la capital.

Sabedor de la astucia de Aymerich, quien colocó puestos de artillería en los principales pasos montañosos que conducen a Quito, el comandante venezolano ordenó marchar por las laderas del volcán Cotopaxi, para así poder llegar al Valle de los Chillos, tomando a sus rivales por la retaguardia.

Solo entonces los españoles retrocedieron.

Así llegamos a la madrugada del 23 de mayo de 1822. El ejército patriota empezó a ascender por las laderas del volcán Pichincha, una labor muy difícil, debido a la fuerte lluvia. Este retraso provocó que en la mañana fueran avistados por los centinelas españoles.

Aymerich temió verse flanqueado, y ordenó a su ejército hacer lo mismo, es decir, el ascenso al volcán. El terreno, tan difícil y empinado, dificultó las maniobras, y el éxito de la causa libertadora corrió peligro debido a la falta de municiones. Solo cuando estuvieron reaprovisionados, los patriotas se lanzaron a la ofensiva, en algunos casos a punta de bayoneta sometieron al enemigo.

Finalmente, y ya exhaustos, los españoles se rindieron cerca del mediodía. Dos horas más tarde, Aymerich ordenó arriar la bandera y entregar las armas al ejército de la Gran Colombia, que tomaba oficialmente Quito y declaraba la independencia.

El héroe niño

Dentro de la historia de la Batalla del Pichincha, un episodio en particular llena el imaginario popular. Hablamos de Abdón Calderón, el “héroe niño”, quien se cubrió de gloria en la jornada, si bien fue a costa de su vida.

Calderón, de apenas 17 años, fue hijo del coronel cubano Francisco Calderón. Vivía en Guayaquil, y no dudó en alistarse por la libertad.

Durante el combate, el joven soldado recibió 4 heridas de bala. Lejos de pedir atención médica, alentó a su batallón y levantó incansablemente la ahora bandera celeste y blanco de la ciudad de Guayaquil. Tras la victoria fue llevado a Quito, donde murió 14 días después.

Tanto valor fue reconocido. Cuando Simón Bolívar llegó a la ciudad y conoció el hecho, ascendió de forma póstuma a Calderón al grado de capitán, y decretó que su sueldo fuera entregado a su madre. La compañía del Batallón Yaguachi, a la cual pertenecía el joven oficial, ya no tendría capitán, y en las revistas, al mencionarse su nombre, la tropa contestaría siempre: “Murió gloriosamente en el Pichincha, pero vive en nuestros corazones”. Una tradición que aún persiste en el ejército ecuatoriano.

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