ABC .- Forman una delgada capa sólida de entre 5 y 40 km de grosor justo en el límite entre el núcleo y el manto terrestres.
A cerca de 3.000 km de profundidad, allí donde el viscoso manto terrestre se encuentra con el núcleo externo del planeta, hecho de hierro fundido en rotación, los científicos se han topado con algo que no esperaban: una delgada capa rocosa, fina pero más densa que las rocas fundidas de su entorno, rodeando el núcleo como una cáscara rodea la yema de un huevo.
En un artículo recién publicado en ‘Science Advances’, un equipo de geólogos de las universidades de Alabama, Arizona y Leeds explica que las diferencias que se dan en las propiedades físicas a un lado y otro de este límite son mayores de las que existen, aquí en la superficie, entre la roca sólida y el aire. Los científicos creen que la recién descubierta capa rocosa podría ser el fondo de los primeros océanos de la Tierra, hoy hundidos en las profundidades del planeta.
Hasta ahora sólo había sido posible ver algunos parches sueltos de esta ‘cáscara’ alrededor del núcleo, pero los últimos datos sugieren que esa capa de fondo oceánico podría estar rodeándolo por completo, justo donde se encuentra su frontera con el manto. Subducida bajo tierra hace miles de millones de años, cuando las placas tectónicas cambiaron, esta zona de velocidad ultra baja (ULVZ por sus siglas en inglés) tiene una densidad muy superior a la del manto profundo, lo que frena las ondas sísmicas que estudian los geólogos para averiguar qué es lo que hay bajo la superficie.
Imágenes de alta resolución
«Las investigaciones sísmicas como la nuestra -explica Samantha Hansen, autora principal del estudio-, brindan imágenes de la más alta resolución de la estructura interior de nuestro planeta, y estamos descubriendo que es mucho más complicada de lo que se pensaba. Nuestra investigación proporciona conexiones importantes entre la superficie y las profundidades de la Tierra y los procesos generales que impulsan a nuestro planeta».
Comprender qué hay exactamente en el límite entre el núcleo y el manto es difícil, pero una red sísmica desplegada por Hansen y su equipo durante cuatro viajes a la Antártida consiguió recopilar datos durante tres años. Similar a un escaneo médico del cuerpo, las 15 estaciones de la red utilizaron las ondas sísmicas de terremotos de todo el mundo para crear una imagen detallada de lo que hay bajo la superficie de la Tierra.
Las señales recogidas revelaron la presencia de una fina capa de material ‘diferente’ en la región de estudio. Una capa de apenas unas decenas de kilómetros, muy delgada en comparación con el grosor del resto de las capas de la Tierra. Las propiedades de este revestimiento anómalo justo en el límite entre el núcleo y el manto incluyen fuertes reducciones de la velocidad de las ondas sísmicas, lo que lleva al nombre de zona de velocidad ultra baja.
Antiguos fondos oceánicos
Las ULVZ pueden ser antiguos fondos oceánicos que se hundieron después hasta el límite del manto con el núcleo. Como es sabido, los materiales de los fondos marinos son transportados al interior del planeta en las llamadas ‘zonas de subducción’, los límites entre dos placas tectónicas que se encuentran y una se sumerge bajo la otra.
Según el estudio, las acumulaciones de material oceánico subducido se acumulan a lo largo del límite entre el núcleo y el manto y son empujadas por la roca que fluye lentamente en el manto a lo largo del tiempo geológico. La distribución y variabilidad de dicho material explica el rango de propiedades observadas en las ULVZ, que se pueden visualizar como ‘montañas’ de entre 5 y 40 km de altura a lo largo del límite externo del núcleo.
Hay montañas en el núcleo terrestre hasta cinco veces más altas que el monte Everest
«Al analizar miles de grabaciones sísmicas de la Antártida -dice por su parte Edward Garnero, coautor del estudio-, nuestro método de imágenes de alta definición encontró zonas anómalas delgadas de material en el límite entre el núcleo y el manto en todos puntos que probamos. El grosor del material varía desde unos pocos kilómetros hasta decenas de kilómetros. Lo cual sugiere que estamos viendo montañas en el núcleo, en algunos lugares hasta cinco veces más altas que el monte Everest».
Según los investigadores, estas ‘montañas’ subterráneas pueden desempeñar un papel importante en la forma en que el calor se escapa del núcleo, la parte del planeta que alimenta el campo magnético terrestre. El material de los antiguos fondos oceánicos también puede quedar atrapado en las plumas del manto, o puntos calientes, que regresan a la superficie a través de erupciones volcánicas.