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Ecuador: julio 26, 2024

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Ecuador, julio 26, 2024
Ecuador Continental: 22:34
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Alberto Fernández: “No supimos sintonizar con la sociedad argentina”

El País .- El presidente de Argentina recibe a EL PAÍS a menos de tres semanas de entregar el poder al ultraderechista Javier Milei El peronista Alberto Fernández (Buenos Aires, 64 años) entregará en el 10 de diciembre el bastón de mando a su sucesor en la Presidencia de Argentina, el ultra Javier Milei. Ha estado al frente del país durante cuatro años convulsos, marcados por la pandemia de la covid-19, la ruptura con la vicepresidenta, Cristina Kirchner, y una economía endeudada, sin reservas y con una inflación de más del 140%. “Fue un momento muy difícil el que me tocó vivir”, asegura Fernández al hacer balance de su gestión, sin esquivar la responsabilidad de su Gobierno por no haber logrado “sintonizar con la sociedad argentina” y abrir la puerta al ascenso de la ultraderecha. Le cuesta incluso encontrar un día feliz a lo largo de su mandato. Recibe a EL PAÍS en su despacho de la Casa Rosada, la sede del Gobierno argentino, donde ya ha comenzado la mudanza. Aún cuelgan de las paredes los cuadros de los grandes próceres del país sudamericano con los que reemplazó los de arte contemporáneo que había elegido su predecesor, el liberal Mauricio Macri. Pregunta. ¿Cómo fue la reunión que mantuvo el martes con Javier Milei? Respuesta. Fue una reunión de tipo institucional. Busqué sacarle dramatismo a una reunión institucional donde una fuerza política deja el poder y otra fuerza política se hace cargo. Fue una charla cordial, donde claramente no pensamos igual pero pudimos escucharnos. P. Lo que él propone son medidas muy radicales. Dada su experiencia, ¿qué posibilidades tiene de llevarlas a cabo? R. Él básicamente entiende que todo el problema se concentra en el déficit fiscal, que hay que bajarlo drásticamente, que para eso hay que dejar de hacer obra pública, de invertir en educación y en salud y, si no alcanza el dinero, hay que vender las empresas del Estado. Esto es menemismo puro. Él reivindica mucho a [Carlos] Menem (1989-1999). Nosotros ese tiempo ya lo hemos vivido y las consecuencias no fueron buenas. P. ¿Por qué tanta gente está dispuesta a dejar pasar la experiencia menemista de los noventa? R. Hay motivos que tienen que ver con el presente. El proceso inflacionario que estamos viviendo lastima el bolsillo de la gente y enoja mucho. Puedo entender que mucha gente, en ese enojo, votase lo contrario a los que estaba sin entender qué significaba. P. ¿Por qué están tan enojados los argentinos? R. Porque este presente es muy difícil. La Argentina este año perdió 23.000 millones de dólares como consecuencia de la sequía. Los precios en la Argentina se vinculan al dólar y si faltan dólares eso se traslada a los precios de todos los bienes y servicios. El proceso inflacionario es muy nefasto. P. ¿Se podría haber hecho otra cosa para evitar llegar a esto? R. Faltándote 23.000 millones de dólares no se puede hacer nada. Es como si te quitaran de tu sueldo el 30%, es muy difícil poder hacer algo. P. Había un lugar común en la política de Argentina que decía que el peronismo era una vacuna contra el surgimiento de figura disruptivas como Fujimori o Bolsonaro. La llegada de Milei parece decir que el peronismo ha perdido esa capacidad…. R. (interrumpe) Son fenómenos post pandemia. La pandemia ha dejado efectos psicológicos en la sociedad muy difíciles. Hemos visto morir 15 millones de personas y en ese ese momento tan trágico la derecha de todo el mundo se fortaleció, también en Argentina. P. Pero en Argentina no fue la derecha tradicional la que se fortaleció, porque surgió un personaje distinto. R. Acá la derecha se llama antiperonismo y el antiperonismo tiene aproximadamente el 40 de los votos. Esta vez llegó a 55%. P. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, dijo que había que crear nuevas canciones para el peronismo. ¿Cuál sería ese nueva canción, tras la derrota? R. Me preguntaron si me sentía responsable de la derrota y lo que creo que acá no hay que buscar un responsable. Está claro que el que gobierna tiene una responsabilidad en todo esto. Está claro que hubo algo que no supimos sintonizar con la sociedad e hizo que la sociedad no nos acompañe. Tenemos que tener un sincero debate, que no es un debate contra nadie. Acá todo el mundo está pendiente si yo la trató mal a Cristina, si Cristina me trata mal a mí. P. O si no la trata. R. Sí, pero el problema que yo tengo no es Cristina, es la derecha. Algunos se ofenden más, se ofenden menos, por algo que uno dice tratando de explicar una situación, pero el verdadero problema lo tenemos ahí. Ya habrá un momento para que podamos juntarnos todos y decir qué salió mal, qué hicimos mal, qué fue lo que no pudimos sintonizar con la sociedad argentina, en qué fallamos. P. ¿Cuál es su hipótesis sobre por qué fallaron? R. Una primera hipótesis es que tuvimos demasiado debate público interno. También que el año de la sequía fue un año catastrófico para la economía argentina. Dejemos claro que en 2021 y 2022, Argentina creció 16 puntos y los salarios empezaron a recuperarse, pero vino la sequía y nos arruinó todo todos los planes. En 2022 sobrecumplimos las metas con el FMI, pero en 2023 se nos hizo imposible. P. Argentina ya arrastraba una crisis política previa a la sequía, al menos desde el rechazo del kirchnerismo al acuerdo fue firmó con el FMI. R. Eso es parte de los debates internos. P. Fueron más que debates, hubo una ruptura interna. R. No fue ruptura, porque siempre preservé la unidad y todos hicimos esfuerzos para preservarla. Lo peor que nos puede pasar es que nos rompamos. Estamos en un momento muy doloroso y si hablamos llenos de este dolor es muy posible que lastimemos a otros y a nuestra fuerza. Yo no quiero romper nada, yo quiero unir. P. El expresidente Macri, como aliado de Milei, ha dicho que en la calle enfrentar a los orcos que se opongan a las medidas del nuevo Gobierno. ¿Qué piensa? R. Verifica una vez más que es un caradura. Macri debería llamarse

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Argentina elige presidente bajo la amenaza de la ultraderecha

El País.- Javier Milei, un negacionista de la dictadura que promete dolarizar la economía, encabeza los sondeos frente a opciones más moderadas de peronistas y conservadores Argentina enfrenta las elecciones de resultado más incierto desde el regreso a la democracia, hace 40 años. La irrupción de Javier Milei, un candidato que entró por la ventana a la escena política hace poco más de dos años, ha trastocado todas las previsiones. Con una agenda que impulsa la dolarización y la reducción del Estado, negacionista del cambio climático y la dictadura y contrario al aborto legal, Milei encabeza los sondeos de la primera vuelta presidencial que se celebra este domingo. Tiene enfrente al ministro de Economía, Sergio Massa, candidato del peronismo en una versión cada vez más alejada del kirchnerismo, la fuerza que domina la política argentina desde hace dos décadas, y a Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, la alianza que en 2015 llevó a Mauricio Macri a la Casa Rosada. La exministra de Seguridad de aquel Gobierno fallido ha perdido la estrella de la opción de un cambio, valor que le ha arrebatado Milei. Los argentinos están cansados de las crisis económicas recurrentes y las promesas incumplidas por un Estado con aspiraciones de benefactor que pierde recursos día a día y cada vez pide más y ofrece menos. De ese caldo de cultivo ha salido el votante de Milei, donde abundan jóvenes, sobre todo varones, convencidos de que vivirán peor que sus padres. Los seguidores del ultra achacan sus frustraciones al Estado y a sus administradores: los políticos. Hacia allí ha apuntado los cañones Milei, en un coctel muy efectivo de frases simples que acompaña con un gran despliegue en redes sociales y una estética de campaña vinculada al rock and roll más duro. Cuando un estadio comienza a cantar eufórico “la casta tiene miedo” o “dolarización, dolarización” sube la adrenalina y queda poco espacio para las sutilezas. La verba incendiaria de Milei, con llamados a “aniquilar” el Estado con una motosierra, ha echado raíces sobre todo entra las clases baja y media baja. Los enemigos de Milei son la “lacra” del kirchnerismo, pero también la derecha liberal clásica, a la que acusa de inepta y tibia. En las elecciones primarias obligatorias de agosto, Milei sumó siete millones de votos, el 30% de los emitidos, y quedó por delante de Juntos por el Cambio y el peronismo. Si este domingo repite el resultado, pasará a la segunda vuelta, agendada para el 19 de noviembre. Si, en cambio, obtiene el 45% o alcanza el 40% con una diferencia de 10 puntos sobre el segundo, será presidente. Los rivales de Milei tienen poco para ofrecer. Sergio Massa, el elegido por el peronismo gobernante, carga con el lastre de la gestión económica. Sus resultados son catastróficos. La inflación interanual se acerca al 140%, cuatro de cada 10 argentinos son pobres y las reservas del Banco Central están en rojo. El descalabro económico es tal, que la semana previa a las elecciones muchos comercios cerraron sus puertas por no tener precios de referencia para sus productos. Un acuerdo de última hora con China dio un respiro al Gobierno con el aporte de 6.500 millones de dólares de libre disponibilidad que le permitirá llegar con la economía a flote al menos hasta el 10 de diciembre, cuando asume el nuevo Ejecutivo. El candidato presidencial por el peronismo, Sergio Massa, saludaba el martes al público del acto de cierre de campaña de su coalición en la provincia de Buenos Aires.JUAN IGNACIO RONCORONI (EFE) Massa ha hecho campaña tomando toda la distancia posible del presidente, Alberto Fernández, una figura que se ha hundido en la irrelevancia política, y de Cristina Kirchner, ausente de la campaña electoral por voluntad propia. Pese a todas las dificultades, la candidatura de Massa sigue con vida y los sondeos auguran incluso que podría pasar a la segunda vuelta. Al final del día, tiene detrás al peronismo, una maquinaria que, aunque en declive, aún mantiene su poder de fuego y a un votante fiel. La cuesta de Bullrich es más empinada. Su alianza, Juntos por el Cambio, no vio venir al tsunami Milei y el segundo puesto que obtuvo en las primarias la sumió en el desconcierto. Los argentinos descontentos con el peronismo en su versión kirchnerista ya no consideran que el macrismo sea la esperanza de algo nuevo. Macri entregó el Gobierno en 2019 con un 50% de inflación y con más pobres que cuatro años antes. Bullrich, su heredera, estructuró su campaña alrededor de las ideas de seguridad y orden, sin percibir que la profundidad de la crisis económica había cambiado las prioridades de los votantes. En ese escenario de incertidumbre llegó Milei con sus promesas de romperlo todo para erigir desde los escombros, aunque no quede claro cuál es su plan definitivo. Argentina atraviesa un momento bisagra. La irrupción de Milei es evidencia de la crisis de un modelo de democracia que se sostenía sobre el eje peronismo-antiperonismo. El candidato ultra rompe el equilibrio con disparos hacia ambos bandos y se coloca fuera de esa relación dialéctica que, aunque conflictiva, ha garantizado la gobernabilidad durante 40 años. La única duda que carcome a los electores es la capacidad de gestión que tendrá, en caso de ganar la presidencia, el recién llegado. Sea cual sea el resultado, estará en minoría en las cámaras de diputados y senadores. Su partido no tendrá, además, ni uno solo de los 24 gobernadores que controlan el poder territorial argentino. El lunes se sabrá también si el peronista Axel Kicillof logra retener o no el poder en la provincia de Buenos Aires. El mayor distrito electoral del país no prevé una segunda vuelta y los sondeos son favorables al político kirchnerista, aunque sea por una mínima ventaja. La candidata presidencial de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich, cerraba el jueves su campaña en la periferia de Buenos Aires.MARTIN COSSARINI (REUTERS) El éxito encontró desprevenido a Milei, que durante el último mes ha apurado la construcción de puentes con el mundo político y empresarial que no le tiene confianza. Se ha rodeado para ello de políticos con historia, muchos

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El presidente de Ecuador reveló que le dijo a Alberto Fernández que si quería ser reelecto debía dolarizar la Argentina

Infobae.- La conversación entre Guillermo Lasso y el mandatario argentino se dio cuando coincidieron en China para la inauguración de los Juegos Olímpicos de invierno. “Por lo visto, no me entendió”, sentenció el jefe de Estado ecuatoriano, que expuso en The Yale Club de Manhattan.   El presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, reveló este lunes que, en una conversación que tuvo con Alberto Fernández durante un encuentro en China cuando se llevaron a cabo los Juegos Olímpicos de invierno, le recomendó al presidente argentino que si quería ser reelecto debía impulsar la dolarización. El mandatario ecuatoriano expuso en The Yale Club en Manhattan, a dónde estuvo invitado por Carlos Díaz Rosillo, director del The Adam Smith Center for the Study of Economic Freedom, un centro de pensamiento de la Florida International University. Allí, el jefe de Estado habló de diversos tópicos: la democracia en América Latina, su vínculo con Rafael Correa, la postura de Lula da Silva con respecto al cambio climático y su intercambio con Alberto Fernández sobre un posible segundo mandato. Según explicó Lasso, en el encuentro que tuvieron fue él quien le preguntó a su par argentino si quería buscar la reelección. Fernández respondió afirmativamente y el ecuatoriano fue tajante: “Entonces tenes que dolarizar”. La respuesta del primer mandatario argentino fue por la negativa: “Eso ya lo tuvimos 10 años y no nos fue bien, sufrimos mucho”. Sin embargo, Lasso, con experiencia en la materia ya que Ecuador es un país dolarizado desde el 2000, le explicó que lo que Argentina vivió en los 90 no era dolarización, sino convertibilidad. El Presidente lo llamó “caja de conversión”. Ante esto, Fernández le preguntó qué era la dolarización y la réplica de su par latinoamericano fue aún más gráfica: sacó un dólar de su billetera y le dijo que él con ese billete pagaba un taxi. “Se usa para todo, es la única moneda”, resumió Lasso. Febrero 2022: Alberto Fernández junto a Santiago Cafiero en la inauguración de los Juegos Olímpicos de inviernos en China Alberto Fernández le trasladó a su interlocutor la mayor inquietud que hay en torno a aplicar un sistema de estas características: de dónde se sacarían los dólares para abastecer la conversión de la moneda. Pero Lasso le explicó que los montos necesarios ya estaban en la Argentina: “Están en los colchones de la gente y en los miles de millones de dólares que los argentinos tienen en el exterior. Con eso lo haces”. Los Juegos Olímpicos de invierno en China se llevaron a cabo en febrero de 2022. En ese momento, Alberto Fernández viajó invitado por Xi Jinping porque también quería negociar para que el régimen asiático enviara las vacunas de Sinopharm contra el COVID-19. Visto en retrospectiva, con el presidente argentino fuera de la contienda electoral, Lasso hizo un crudo balance de ese intercambio: “Por lo visto, Alberto Fernández no me entendió”. En otro pasaje de su discurso en The Yale Club, el mandatario ecuatoriano lanzó duras críticas a sus pares de la región, pero principalmente a Rafael Correa y Lula da Silva. Sobre el primero, salpicado en graves casos de corrupción, aseguró: “Solo busca impunidad y no que le vaya bien al Ecuador”. Contra el jefe de Estado de Brasil fue aún más profundo y específico, ya que apuntó directamente contra su pasividad para combatir el cambio climático: “Nosotros trabajamos en proteger el Amazonas. Hicimos un canje de deuda verde. Lula lo único que hace es quejarse y echarle la culpa a los países ricos. No hace absolutamente nada”. Además, aunque sin dar nombres, Lasso realizó una crítica general al comportamiento de los países de América Latina con respecto a la democracia: “Me cansé de escuchar presidentes latinoamericanos que hablan de la democracia, pero cuando tuve intentos institucionales de derrocarme llamé a la mayoría y me dejaron solo”.

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El declive del kirchnerismo da alas a la oposición en Argentina

El País .- Una derrota del oficialismo en las urnas en las generales de octubre sería un golpe mucho más duro que el de 2015, cuando Mauricio Macri sucedió en el poder a Cristina Kirchner A las dos máximas figuras opositoras de Argentina las une un objetivo común: terminar con el kirchnerismo. Las diferencias entre el ultraderechista Javier Milei y la conservadora Patricia Bullrich desaparecen a la hora de vapulear al movimiento político que ha dominado la vida política de Argentina durante las últimas dos décadas, pero que está en un momento de debilidad sin precedentes. En los primeros kilómetros del maratón electoral de 2023, el oficialismo perdió el control de provincias que eran bastiones históricos; en el ecuador de la carrera, las primarias del 13 de agosto, se estrelló: quedó tercero, con el 27% de los votos, detrás de La Libertad Avanza, de Milei, y la alianza Juntos por el Cambio, de Bullrich. 02:19 Javier Milei: “La justicia social es una aberración” Vídeo: EPV De repetirse el resultado de las primarias en las elecciones generales del 22 de octubre, el candidato oficialista y acutal ministro de Economía, Sergio Massa, quedaría fuera de una segunda vuelta y el kirchnerismo pasaría a ser oposición. La derrota sería un golpe mucho más duro que el infligido en las urnas por el conservador Mauricio Macri en 2015, cuando sucedió en el poder a Cristina Kirchner.   Macri recibió un país con una economía estancada, pero en 2015 el recuerdo de los 12 años del peronismo kirchnerista todavía era positivo para muchos sectores. Desde la oposición, podían exhbir la recuperación de los indicadores tras la crisis económica y social de 2001. La realidad ahora es bien distinta. Con una inflación que supera el 113% interanual, un 40% de pobres, déficit fiscal y comercial y las reservas del Banco Central en rojo, su rol opositor sería mucho más complejo, reconocen fuentes del Gobierno. Si hace ocho años el kirchnerismo dejaba la heladera llena, hoy la deja vacía.   Salida por la izquierda El kirchnerismo nació como respuesta a la crisis del corralito de 2001-2002. Fue una salida por izquierda al derrumbe del modelo neoliberal de Carlos Menem (1989-1999). El presidente Fernando de la Rúa huyó en helicóptero en vísperas de las fiestas navideñas de 2001, con 39 muertos en las calles producto de la represión policial, índices récord de pobreza y los ahorros de los argentinos atrapados en los bancos. Argentina tuvo cinco presidentes en poco más de una semana, hasta que el peronista Eduardo Duhalde tomó las riendas. Devaluó la moneda, ajustó la economía y repartió dinero entre los más golpeados.   En las elecciones de 2003, Duhalde pensó en el desconocido gobernador de la lejana provincia patagónica de Santa Cruz, Néstor Kirchner, para derrotar a Menem. Quedó segundo detrás del expresidente, con el 22% de los votos, pero no tuvo que competir en segunda vuelta porque Menem renunció, convencido de antemano de su derrota.   Kirchner asumió el 25 de mayo y en poco tiempo se alejó de Duhalde y construyó un poder propio que llevó al fragmentado peronismo a alinearse detrás de él. El aumento internacional del precio de los alimentos y una moneda devaluada y competitiva permitió que la economía argentina creciese por arriba del 8% entre 2005 y 2007. Con el impulso a los juicios por crímenes de lesa humanidad, Kirchner se convirtió también en el referente de las organizaciones de derechos humanos. Muchos jóvenes educados en el neoliberalismo de los noventa vieron en la versión progresista del peronismo una razón para entrar en la política.   Con el viento de cola regional, Kirchner entregó ayudas estatales a los más desfavorecidos —la pobreza pasó del 50% al 30%—, potenció el consumo interno y enarboló otra bandera, la del desendeudamiento. En enero de 2006, el Gobierno canceló de forma anticipada casi 10.000 millones de deuda con el Fondo Monetario Internacional. Después de cuatro años de presidencia, Néstor Kirchner eligió a su esposa como sucesora. Cristina Kirchner completó dos mandatos mandatos consecutivos. En esos años se aprobaron las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género, que pusieron a Argentina a la vanguardia de los derechos de las minorías sexuales.   Desgaste En 2015, tras doce años en el poder, el desgaste del kirchnerismo era evidente. La crisis del campo de 2009 —provocada por un aumento de impuestos que tuvo que ser retirado— le puso en contra al motor económico del país sudamericano. Superó el golpe, pero la ralentización económica se aceleró desde entonces, al igual que la inflación, y se revirtió la curva descendente de la pobreza, pese al apagón estadístico para ocultarla. Massa supo leer por aquellos años la debilidad del kirchnerismo y lo atacó: saltó a la cancha en las elecciones legislativas de 2013 y ganó como opositor. En 2015, sin embargo, su ambición de llegar a la presidencia por fuera del aparato peronista terminó en un fracaso rotundo.   Macri fue el vencedor de esas elecciones y con su llegada a la Casa Rosada en 2015 el kirchnerismo fue dado por muerto. Cristina Kirchner ni siquiera logró retener su gran bastión, la provincia de Buenos Aires, el mayor distrito electoral del país. La macrista María Eugenia Vidal fue elegida gobernadora bonaerense. Pero el kirchnerismo se reinventó durante el mandato de Macri y en 2019, con el país sumido en una crisis económica y de nuevo endeudado con el Fondo Monetario Internacional, regresó a la presidencia con una fórmula encabezada por Alberto Fernández y con Kirchner como vicepresidenta.   La alianza interna se rompió pronto y el binonio gobernó enfrentado. Massa aprovechó las peleas para tomar el poder desde dentro, como súper ministro de Economía. Un año después, el apoyo de los gobernadores le permitió imponerse como candidato de unidad del peronismo, pese a permitir después una competencia desigual con el referente social Juan Grabois en la interna partidaria.   La decepción de los argentinos con el Gobierno es enorme. Entre las primarias de 2019 y las de 2023 el peronismo kirchnerista

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El FMI aprueba el desembolso de 7.500 millones de dólares para Argentina

El País .- El directorio ejecutivo del Fondo aprueba exenciones por incumplimiento de los objetivos debido a una “sequía sin precedentes y a desviaciones de las políticas”.   El Gobierno argentino recibe un salvavidas económico a dos meses de las elecciones generales. El directorio ejecutivo del Fondo Monetario Internacional aprobó este miércoles el desembolso pactado de 7.500 millones de dólares, que fortalecerá las magras reservas del Banco Central de la República Argentina. Los fondos llegan en un momento crítico para el peronismo gobernante: los episodios de saqueos de los últimos días han reavivado el miedo a una nueva caída de Argentina en el precipicio.   El FMI autorizó el desembolso tras aprobar la quinta y sexta revisión del acuerdo firmado con el país sudamericano para refinanciar la deuda que arrastra desde 2018 y que no ha podido devolver en los plazos establecidos. En un comunicado, el FMI admitió que Argentina incumplió los objetivos de acumulación de reservas y de reducción del déficit fiscal debido a una “sequía sin precedentes y a desviaciones de las políticas”. Aún así, votó a favor del nuevo paquete de ayuda económica para “salvaguardar la estabilidad y afianzar la sostenibilidad a medio plazo”.   En el medio plazo está la cita electoral del 22 de octubre y, de ser necesaria, la del 19 de noviembre. En esa segunda fecha se celebraría la segunda vuelta entre los dos candidatos a presidente más votados si ninguno de ellos gana con más del 45% de los votos o el 40% con diez puntos de distancia del segundo. De repetirse los resultados de las primarias del 13 de agosto, la batalla final sería entre Javier Milei, postulante por el partido de extrema derecha La Libertad Avanza que obtuvo el 30% de los votos, y Patricia Bullrich, representante de la coalición conservadora Juntos por el Cambio, que quedó a menos de dos puntos de distancia. Sin embargo, el 27% de los votos que respaldaron al peronismo gobernante y la incógnita que representa el 31% del electorado que se abstuvo dejan abiertas todas las opciones.   El Gobierno daba por sentado que el directorio ejecutivo del FMI aprobaría el acuerdo pactado en julio por su equipo técnico después de meses de duras negociaciones. La entrada de divisas supone un alivio pasajero. “Este desembolso garantiza un marco de estabilidad para la Argentina hasta fines de noviembre”, anunció en comparecencia de prensa el ministro de Economía y candidato a la presidencia por el peronismo, Sergio Massa. En ese momento, cuando ya se conocerá el nombre del presidente electo, el organismo internacional deberá aprobar la séptima revisión del acuerdo, de la que depende el desembolso de otros 2.700 millones de dólares. Sin reservas en el banco central, Argentina golpeó a numerosas puertas para hacer frente a sus últimos vencimientos de deuda. Recibió un préstamo de mil millones de dólares del CAF – Banco de Desarrollo de America Latina y el Caribe y otro equivalente a 770 millones de dólares de Qatar, que serán devueltos cuando reciba la inyección del FMI. China aportó los fondos restantes gracias a un intercambio de monedas.   Reuniones con candidatos Massa viajó a Washington para reunirse con la titular del FMI, Kristalina Georgieva. La semana pasada, el organismo internacional mantuvo reuniones virtuales con los equipos de Bullrich y de Milei para conocer sus propuestas económicas. Los dos rivales opositores han anticipado que eliminarán las restricciones cambiarias impuestas por el Gobierno, que han fragmentado el mercado en múltiples cotizaciones, que oscilan entre los 365 pesos por dólar según el valor oficial a los 735 pesos por dólar a los que se cambia en el mercado paralalelo o blue. En medio está el tipo de cambio de los llamados dólares financieros, a los que recurren particulares y empresas para conseguir divisas mediante operaciones bursátiles.   El ministro de Economía informó que el FMI autorizó al Gobierno a intervenir en el mercado cambiario para sostener el valor de los dólares financieros y transmitir así “una situación de control de una de las variables de intranquilidad”. Además, anticipó que el viernes dará a conocer medidas destinadas a paliar el golpe por el aumento generalizado de precios tras la devaluación del 18% del peso el lunes posterior a las elecciones primarias.   Alberto Fernández afronta la recta final de su presidencia con la popularidad por los suelos y el país al borde de un nuevo incendio. “Les pido a todos los argentinos que cuidemos mucho la tranquilidad y la paz social”, dijo este miércoles en alusión a los saqueos que tienen en vilo al país y por los que ya hay cerca de un centenar de detenidos. Massa agregó que se compensará económicamente a los comerciantes afectados y se supervisará el trabajo de los jueces y fiscales a cargo de las causas abiertas por robos en distintas provincias para que apliquen todo el peso de la ley. “Lo que no nos puede pasar es que esos delincuentes entren por una puerta de la comisaría y salgan por la otra” dijo el candidato peronista en tono electoral.   El vencedor en las urnas asumirá como presidente de Argentina el 10 de diciembre, a 40 años de la recuperación de la democracia. Recibirá un país con la inflación más alta de las últimas tres décadas —se prevé que ronde el 140% a fin de año— y más del 40% de la población con ingresos por debajo de la línea de pobreza.

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El campo argentino advierte a los candidatos de que con diez tipos de cambio distintos “no hay inversión”

El País .- Empresarios agroindustriales reclaman previsibilidad, unificación cambiaria y reducción de impuestos al próximo gobierno   El campo argentino quiere pasar página a 2023. Viene de una de las peores sequías de su historia y se ve zarandeado por una tormenta cambiaria en plena campaña electoral que complica la toma de decisiones. Desde Rosario, la capital agroexportadora de Argentina, empresarios del sector reclaman a la política un volantazo que ponga fin a la inestabilidad permanente del país y garantice previsibilidad.   “Todas las veces que hay inestabilidad cambiaria no es buena. Esa es la realidad del mercado, de las empresas y es lo que tenemos que tratar de corregir”, señaló este lunes el presidente rosarino de la organización empresarial IDEA, Enrique Humanes. “Es muy difícil manejarse en una empresa con diez tipos de cambio diferentes”, advirtió durante el evento Experiencia IDEA Agroindustria, al que asistieron 350 participantes del sector. “Con brecha cambiaria no hay inversión. Sin inversión no hay empleo”, agregó el director ejecutivo de la organización, Daniel González.   Hasta hace diez días, las exportaciones agrícolas se liquidaban a unos 285 pesos por dólar, la cotización oficial. Por decisión del Gobierno pasaron a 340 pesos. Pero desde entonces el peso argentino se ha despeñado escaleras abajo, con nuevos récords en todas las demás cotizaciones. Este martes, el conocido como dólar bolsa o MEP, que es el que usan las empresas para hacerse de divisas, se cambió a 521 pesos, mientras que en las calles de Buenos Aires se ofrecían billetes verdes a 598 pesos. Los operadores dan por descontada alguna intervención oficial para evitar que el dólar blue o paralelo supere la barrera de los 600 antes del domingo, cuando Argentina celebra elecciones primarias para elegir a los candidatos a presidente de cada fuerza política.   La Sociedad Rural Argentina (SRA), que reúne a grandes productores agropecuarios del país, advierte que el Gobierno de Alberto Fernández no puede seguir poniendo parches a una economía que hace agua por todos lados. “El maíz a 340 puede haber solucionado algo y se ve porque ha habido mucha venta de maíz estos días, pero por otro lado ha roto la normal comercialización de quienes usan maíz como materia prima para su producción, como productores de cerdo, de pollo, feedlots, tamberos (propietarios de granjas de ordeñe)… todos vimos alterados nuestros números de producción”, señaló el titular de la SRA, Nicolás Pino.   Los resultados del domingo darán pistas sobre las posibilidades del peronismo de mantenerse en el poder o de perderlo a manos de la oposición en las elecciones generales del 22 de octubre. El campo argentino no oculta su preferencia por la coalición opositora Juntos por el Cambio, pero sus referentes están convencidos de que gane quien gane deberá cambiar de rumbo. “Esperamos que la política de una buena vez se dé cuenta que por este camino que estamos yendo en los últimos veintipico de años no va más”, dijo Pino a EL PAÍS.   Nicolás Pino, Presidente de la Sociedad Rural durante su participación en el evento de IDEA Agroindustria en Rosario, Argentina.NICOLAS SANZ Déficit comercial récord La sequía ha dejado al Estado argentino sin su principal fuente de ingreso de divisas. Las pérdidas ascienden a unos 20.000 millones de dólares. Las exportaciones primarias —lideradas por la soja— se hundieron un 40% en el primer semestre de 2023 respecto a un año antes; las de manufacturas de origen agropecuario, un 26%, según datos oficiales. La suma de ambas representó dos de cada tres ventas al exterior de Argentina en los primeros seis meses del año pasado, lo que ayuda a entender el déficit récord de la balanza comercial en este 2023, que fue de 1.727 millones de dólares en junio.   “Miro países como Uruguay, como Paraguay, como Brasil y ellos no agarraron el camino nuestro, que nos llevó a tener índices vergonzantes de pobreza y de inflación. Al contrario, han tenido la sequía que tuvimos nosotros y son países que van para adelante porque tienen reglas claras y justas”, opinó Pino. Según los empresarios del sector, los demás países agroexportadores han sacado rédito de las turbulencias políticas y económicas de Argentina. Mientras la agricultura brasileña avanza impulsada por políticas de Estado, los productores argentinos sienten que las autoridades nacionales obstaculizan su desarrollo con decenas de impuestos y restricciones cambiarias. “¿Cuántos países tienen impuestos a las exportaciones? Se pueden contar con los dedos de la mano”, criticó el presidente de la SRA. “El productor está harto de pagar”, advirtió.   Argentina tiene una carga impositiva superior a la de muchos otros países latinoamericanos, pero la evasión impositiva es también moneda corriente. Algunas empresas subfacturan exportaciones, una maniobra ilegal que les permite burlar los controles estatales y quedarse con divisas en el exterior. Otras contratan a mano de obra no declarada. Muchas se muestran reticentes a pagar por las semillas modificadas genéticamente.   Según Ignacio Bartolomé, director ejecutivo de GDM, el respeto a la propiedad intelectual de las semillas está por encima del 60% en la mayoría de países, mientras que en Argentina es inferior al 30%. “Es decir, siete de cada diez [productores argentinos] no pagan por la tecnología que desarrollan compañías como la nuestra”, remarcó Bartolomé. La presencia de un extendido mercado ilegal de semillas —conocido en Argentina como bolsa blanca— limita el acceso del mercado local a nuevas variedades mucho más productivas que se cultivan en otros países y espanta posibles inversiones de desarrolladores de biotecnología agrícola. Durante la gestión de Mauricio Macri se intentó aprobar una ley de Semillas que buscaba regular esta situación, pero en cuatro años esa norma “quedó vieja” por la aparición de nuevas tecnologías, según Bartolomé.   Mirada cortoplacista Los avances en biotecnología, la amenaza del cambio climático y las nuevas exigencias medioambientales obligan a los productores a modernizarse para reducir riesgos y mantener la competitividad. Los que apuestan por la innovación chocan con el escaso acceso a créditos y las dificultades para hacer planes a mediano y largo plazo en un contexto de enorme volatilidad.   Para el director de IDEA Rosario, la

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Javier Milei recibe un último baño de masas en Argentina: “La casta tiene miedo, ¿los quieren asustar un poco más?”

El País .– El candidato de la ultraderecha apela al hartazgo ante un estadio semilleno en el cierre de su campaña presidencial en Buenos Aires   Unas 10.000 personas se reunieron el  lunes en el estadio más moderno de Buenos Aires. El Movistar Arena está reservado durante casi toda la semana para Luis Miguel, pero esta no era noche de rancheras. Era la noche de la ultraderecha argentina. Javier Milei, el diputado libertario que pasó de despotricar en televisión a levantarse como tercera fuerza para las elecciones de octubre, ha sido el primer precandidato presidencial en cerrar su campaña para las primarias de este domingo. Cantó a los gritos su rocanrol de cada mitin, saltó y arengó por todo el escenario, le dedicó insultos al Gobierno peronista y a la derecha opositora. Hasta ahí llegó su espectáculo. Milei, que conquistó el desencanto de un país en crisis hablando de echar a patadas a “la casta política”, vender órganos, y ofreciendo libre portación de armas, se vistió este lunes de político. Se puso corbata, las gafas y pidió el voto. “A muchos no les gustan mis formas, pero esta elección no se trata de mí. Se trata de ustedes y del país que queremos”, dijo. “Si no cambiamos hoy, el único destino posible es convertirnos en la villa miseria más grande del mundo”.   La quincena de encuestas publicadas en las últimas semanas le dan en promedio el 20% de los votos para las primarias del domingo. Milei juega solo mientras la gran coalición opositora de Juntos por el Cambio decide entre una derecha más radical u otra que dice mirar al centro, y el peronismo gobernante quema sus últimos cartuchos embanderados detrás del actual ministro de Economía. Ninguno supera el 25% de la intención de voto y los indecisos acarician el 10%. La campaña se ha atascado en el coro de la crisis económica: qué hacer con una población donde casi el 40% vive en la pobreza, con el 115% de inflación interanual, con el peso que vale cada día menos y con las reservas en rojo mientras el Fondo Monetario Internacional toca la puerta para cobrar. Y Milei, que se pasó el último año hablando de quemar el Banco Central, dolarizar la economía, o enfrascándose en largos sermones sobre cómo reducir el Estado al mínimo, ha dejado de lado las cuestiones duras en busca de la épica.   “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, cantó durante horas la militancia que le esperó este lunes en el Movistar Arena. En Argentina, donde se hace escuela durante cada elección con los jingles que se componen para la campaña, el primer éxito de 2023 es una reedición del 2001. “Que se vayan todos” se empezó a cantar durante la crisis del corralito, que ese año terminó con una moneda sin valor, 39 muertos en las protestas callejeras, cinco presidentes en 11 días y una desocupación que llegó al 21,5%. Este lunes, Milei no hizo promesas. Buscó culpables de un “desastre” que ve arrastrarse desde principios del siglo XX. “Han pasado peronistas, radicales, militares, y un montón de rejuntes con el único objetivo de tener el poder para enriquecerse a costa nuestra”, exclamó. “Los candidatos de los principales partidos son los mismos que estuvieron en la catástrofe de 2001. A pesar del ‘que se vayan todos’, no se fue ninguno, y se multiplicaron”.     En su discurso se salvaron solo dos expresidentes: Carlos Menem, que gobernó de 1989 a 1999 y paró la bomba de tiempo de la inflación con ultraliberalismo y la paridad del peso con el dólar; y Mauricio Macri (2015-2019), a quien calificó de outsider y como una “oportunidad de romper con el sistema empobrecedor”. En un guiño al gran padrino de la coalición con la que compite por los votos –y al expresidente que tomó un préstamo del FMI de 44.000 millones de dólares–, Milei afirmó que Macri fracasó porque “los propios integrantes de la coalición se opusieron a los cambios que el país necesita”. Se puso en las filas de ambos: “Hoy tenemos una nueva oportunidad, y no quiero ser trágico, pero puede que sea la última. Puede que la tercera sea la vencida”. Fue una de sus frases con menos aplausos.     Milei saltó al escenario sobre las nueve de la noche y habló durante menos de una hora. Sus militantes, sin embargo, empezaron a rodear el estadio desde las cuatro de la tarde. Había que inscribirse en una página oficial semanas antes y dejar todos los datos para conseguir una entrada, pero estas se terminaron ofreciendo en la puerta a cualquiera que pasaba. Villa Crespo, uno de los últimos barrios de moda de la ciudad con impronta bohemia y progresista en el corazón de la ciudad, se vistió de libertario. “¿Te parece discutir el aborto cuando no llegamos a fin de mes?”, preguntaba una chica de 22 años en la espera. “¿Viste como Bukele le pega a los políticos chorros? Acá se van a escapar antes de que los agarren, pero dejame soñar con que al menos los pelen antes”, decía otro chico de 20 años. “Es Milei o Ezeiza”, resumía una mujer ya mayor, en el bar de la esquina del estadio. “A mí se me fue el avión, pero estos chicos no van a tener nada mientras los políticos se la llevan toda”. Apelar a Ezeiza, el aeropuerto internacional de Buenos Aires, se ha convertido en otro eslogan de la militancia. La fila de seis cuadras tardó más de una hora en entrar organizada al recinto. “Tienen medio, la casta tiene miedo”, cantaron. Hasta que entró Milei, que entre el grito ensordecedor, arengó: “Tienen miedo, ¿los quieren asustar un poco más?”.

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Sergio Massa, ministro de día y candidato de noche en Argentina

El País .– El titular de Economía y precandidato presidencial del peronismo transforma la inauguración de un gasoducto en un acto electoral arropado por la plana mayor del peronismo Desde que debutó en política en la adolescencia, Sergio Tomás Massa ha querido ser presidente de Argentina. Amigos y enemigos le reconocen una cualidad: la persistencia. Ambicioso y temerario como pocos, intentó conquistar la presidencia por su cuenta en 2015 y fracasó. A los 51, el hijo pródigo del peronismo pelea de nuevo por el puesto, esta vez con el respaldo de toda la maquinaria partidaria. Este domingo, por primera vez desde que asumió como ministro de Economía hace 11 meses, Massa estuvo arropado en un acto público por el presidente, Alberto Fernández, y su vice, Cristina Fernández de Kirchner. El motivo fue la inauguración de la mayor obra de infraestructura energética de este Gobierno, el gasoducto Néstor Kirchner. “Frente a aquellos que plantean que Argentina es un país de frustración, de fracaso, sin destino, sin futuro, en el que está todo mal, hoy es uno de esos días en los que aparece en el alma y el corazón de cada argentino el orgullo de ser argentinos”, dijo Massa entre aplausos. El peronismo eligió el 9 de julio, día de conmemoración de la independencia de Argentina, para celebrar lo que considera un paso “histórico” hacia la recuperación de la soberanía energética. El primer tramo del gasoducto recorre 750 kilómetros a lo largo de cuatro provincias desde la formación de hidrocarburos no convencionales de Vaca Muerta, en Neuquén, hasta Salliqueló, en el corazón de Buenos Aires. Permitirá ahorrar más de 4.000 millones de dólares al año en importaciones de gas. El tono épico que envolvió la puesta en escena es acorde al desafío que enfrenta el peronismo: ganar las elecciones presidenciales del 22 de octubre con una economía en terapia intensiva y una ciudadanía recelosa de la clase política. Massa forma parte de ella desde los 17 años. Nació en 1972 en un hogar de clase media del conurbano bonaerense, el extenso cinturón de municipios que rodea la capital argentina y donde viven unos once millones de personas, casi el 25% de la población del país. Hijo de Alfonso, un empresario de la construcción, y de Lucía, ama de casa, Massa se inició en la política al filo de los noventa en la Unión de Centro Democrático (Ucedé). Este partido de derecha se alineó con el peronismo durante la presidencia de Carlos Menem y el joven político dio un paso más: saltó la valla para cruzarse a sus filas. La decisión tuvo una rápida recompensa: en 1999 fue elegido diputado provincial por el peronismo y menos de tres años después alcanzó su primer cargo con gran visibilidad mediática y poder: la dirección de la seguridad social, la ANSES. Asumió en medio de la grave crisis social del corralito, con el país en llamas, y logró un éxito inesperado: el aumento de las jubilaciones mínimas, al que se oponía el ministro de Economía de entonces, Roberto Lavagna, tras haber estado nueve años congeladas. Sacar ventaja El gesto le granjeó la simpatía de un sector clave en su crecimiento político y significó también su primera victoria en una interna del Gobierno. Desde entonces, se ha convertido en un axioma de Massa “potenciar al máximo los recursos propios y sacar ventaja de las limitaciones ajenas”, en palabras de Diego Genoud, autor de la biografía El arribista del poder. Nadie ha sacado tanta ventaja como Massa de la pelea entre Fernández y Kirchner y de su falta de diálogo en los dos últimos años de Gobierno. Tras su experiencia como intendente del municipio de Tigre y los seis años en solitario al frente de su propio partido, el Frente Renovador, Massa fue invitado como tercer socio a la fórmula orquestrada por Kirchner para derrotar a Mauricio Macri en 2019. La victoria legislativa con la que Massa sorprendió al kirchnerismo en 2013 quedó opacada por su tercer puesto en las presidenciales de 2015 y la severa derrota electoral de 2017, que lo dejó fuera del Congreso. Un año antes de sellar su regreso al peronismo, quien fue jefe de Gabinete de Cristina Kirchner entre 2008 y 2009 dijo que la expresidenta “debería estar presa” y se mostró partidario de eliminar los fueros parlamentarios con ese fin. A las bases kirchneristas les costó asimilar la reintegración del traidor. Cuatro años después, desconfían todavía de quien ven como un político capaz de pactar con el diablo para salirse con la suya. No olvidan su acercamiento efímero a Mauricio Macri, la amistad de larga data —y cercanía ideológica— que lo une al candidato opositor Horacio Rodríguez Larreta y sus vínculos con Estados Unidos. Sin embargo, la figura e importancia de Massa en el Gobierno ha crecido a medida que la de Alberto Fernández se empequeñecía. “Sergio es capaz de anunciar por lo bajo que a un tipo o una mujer no lo quiere, pero al día siguiente lo ves abrazado y sacándose una foto y charlando de todo”, lo describió su suegro, el dirigente peronista Fernando Galmarini, en una reciente declaración radial. Galmarini cree que la capacidad de su yerno de hablar con todos, hasta con el que parece su enemigo más feroz, lo asemeja a Carlos Menem. Otros lo han comparado con Néstor Kirchner, por la habilidad para construir poder propio. “Yo trato de aprender de todos y en ese sentido no tengo pruritos. Diría que soy una esponja”, se ha autodefinido él. Massa lleva 22 años casado con Malena Galmarini, hoy al frente de la empresa pública de agua y saneamiento (Aysa). Viven en Tigre, en la periferia norte de Buenos Aires, y tienen dos hijos. El momento justo Calculador y astuto, Massa creció entre las grietas internas del Gobierno y supo esperar el momento justo para jugar las cartas que lo han llevado a ser designado precandidato presidencial del peronismo. La primera partida ganada fue la asunción del Ministerio de Economía el pasado agosto, cuando el peso rodaba barranco abajo y la inflación

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El embajador de Argentina en Ecuador renunció oficialmente a su cargo casi tres meses después del escape de María de los Ángeles Duarte

Ecuavisa .- El diplomático argentino asumirá un nuevo cargo e n el Gobierno de Alberto Fernández. El embajador de Argentina en Ecuador, Gabriel Fuks, presentó su renuncia a esa representación diplomática y asumirá un nuevo cargo en el Gobierno de Alberto Fernández.   Según informó la Cancillería argentina en un comunicado, el ministro de Exteriores, Santiago Cafiero, decidió que Fuks será el nuevo subsecretario de Asuntos de América Latina de Argentina en reemplazo de Gustavo Martínez Pandiani, que fue designado en mayo pasado como embajador en Suiza.   En su carta de renuncia, Fuks, que se desempeñaba como embajador en Ecuador desde julio de 2022, destacó “el amplísimo respaldo recibido” tanto por el presidente Fernández, como por Cafiero, “durante todos y cada uno de los eventos acontecidos durante los hechos de público conocimiento del mes de marzo de 2023 y sucedáneos”.   Fuks hizo así referencia a la controversia bilateral suscitada en marzo pasado por la salida de la exministra ecuatoriana María de los Ángeles Duarte de la embajada argentina en Quito, donde estaba refugiada desde hace dos años y medio, rumbo a Caracas.   Duarte, que fue ministra del Gobierno de Rafael Correa (2007-2017), huyó a Venezuela para evitar ser encarcelada por una condena de ocho años de prisión por cohecho.   La reacción del Gobierno de Guillermo Lasso fue la de expulsar a Fuks, bajo sospecha de complicidad en la fuga de Duarte, pese a que el Gobierno argentino siempre negó haber facilitado la huida.   “Todas mis actividades y decisiones estuvieron sujetas al derecho internacional público, y, más expresamente a los postulados de la Convención Interamericana sobre Asilo Diplomático y a diversos Ítems de la Convención de Viena”, aseguró Fuks en su carta de renuncia.   Asimismo remarcó que durante el período en el que estuvo al frente de la embajada argentina en Ecuador, “se atendieron e incrementaron las históricas relaciones entre nuestros pueblos, destacándose un fuerte aumento del intercambio comercial, con un incremento del 45 % de las exportaciones en 2022 con respecto a 2021″.

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Lasso llega debilitado a la cita en la que podría revivir Unasur, en Brasil

Primicias .- El presidente Guillermo Lasso viajó a Brasil para una cita de presidentes de Sudamérica, organizada por Lula da Silva. La cumbre incluirá al venezolano Nicolás Maduro.   El presidente Guillermo Lasso llegó a Brasil para reunirse con los demás mandatarios de la región, con el objetivo común de reactivar la integración. El foro con más muestras de apoyo es la Unasur.   El presidente ecuatoriano tiene previsto impulsar diálogos por la cooperación en seguridad, que es un problema transnacional. Sin embargo, la agenda de sus pares podría obligarlo a tomar una posición de frente al resurgimiento de la Unasur.   El politizado bloque regional estuvo al borde de la extinción entre 2017 y 2020, cuando la mayoría de mandatarios, en ese entonces de derecha, decidieron abandonarlo. Los únicos países que permanecieron dentro del tratado fueron Venezuela, Surinam y Guyana.   Mientras tanto, en abril de 2018, los presidentes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú decidieron buscar un reemplazo y, en marzo 2019, nació el fallido Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur).   Ahora, con un nuevo viraje en la tendencia de los gobiernos, la mayoría de ellos parte de la autodenominada izquierda progresista, que confluye en el Grupo de Puebla, los líderes quieren retomar la Unasur como bandera regional. Gobiernos en crisis El 30 de mayo de 2023, Brasilia será la sede del primer encuentro presidencial de la región, en casi una década, que contará con representación de los 12 gobiernos de Sudamérica. La única ausente será la presidenta peruana Dina Boluarte.   La mandataria, que llegó al poder tras la caída de Pedro Castillo, no puede abandonar el país por las investigaciones judiciales en su contra, pero envió en su lugar a Alberto Otárola, titular del Consejo de Ministros.   Esa es solo una muestra de la crisis que atraviesan los distintos gobiernos de la región. El mismo presidente ecuatoriano llega a la cita a puertas de su salida anticipada de Carondelet.   En medio del segundo intento de la oposición de destituirlo, desde la Asamblea Nacional, el presidente Lasso disolvió el Parlamento y convocó a unas elecciones extraordinarias, que se llevarán a cabo el 20 de agosto de 2023.   Además, el ocaso de los gobiernos de derecha se muestra en que nuevamente son minoría en la región: Ecuador, Paraguay y Uruguay. Sin embargo, estos dos últimos nunca se han caracterizado por tomar posiciones radicales frente a los demás gobiernos.   Mientras que, en el caso de Lasso, será la primera vez que comparta un foro internacional con el venezolano Nicolás Maduro, pese a que nunca lo reconoció como su homólogo y continuó con la línea de Lenín Moreno, de mantener congeladas las relaciones con Caracas.   Maduro llega también después de años de bloqueo internacional, con la carga de una crisis migratoria sin precedentes que ha golpeado a toda la región y con las denuncias constantes de elecciones manipuladas para mantenerse en el poder.   Es por eso que el mismo anfitrión de la cita, Lula da Silva, advirtió a Maduro que está en sus manos que Venezuela “vuelva a ser un país soberano, donde solo su pueblo, a través de una votación libre, diga quién se debe gobernar”.   Mientras que el presidente venezolano afirmó que su país ha sido objeto de un cerco “ideológico” montado por la ultraderecha global, pero aseguró que “ha resistido” y que está listo para “trabajar en la construcción de un nuevo mapa de cooperación” regional.   El presidente argentino, Alberto Fernández, también llega Brasilia arrastrando la peor inflación en su país desde la crisis de 2001 y sin un horizonte claro frente a las próximas elecciones presidenciales de octubre, que provocan tensiones dentro políticas en el oficialismo.   Mientras tanto, Luis Arce, el heredero de Evo Morales, enfrenta un modelo económico fracasado, que tiene a Bolivia en quiebra, con un déficit fiscal permanente y un desplome de la producción de gas, fuente primordial de ingresos del país.

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Cristina Kirchner renuncia definitivamente a ser candidata en Argentina: “No voy a ser mascota del poder”

El País .- La vicepresidenta vuelve a denunciar que la condena por corrupción que recibió en diciembre supone una proscripción Cristina Kirchner no participó este martes del congreso nacional del peronismo, pero volvió a ser el centro de sus discusiones. Mientras cientos de militantes del Partido Justicialista clamaban en un estadio de Buenos Aires porque se presente a las presidenciales de octubre, la vicepresidenta argentina ha ratificado una vez más que no buscará ser candidata. “Ya lo dije el 6 de diciembre del 2022. No voy a ser mascota del poder por ninguna candidatura”, ha escrito la expresidenta (2007-2015) en una carta publicada en sus redes sociales. Kirchner, a quien sus militantes le piden desde hace meses que vuelva a encabezar a un peronismo sin otros referentes en las elecciones, ha justificado su decisión achacando un uso político de la Justicia, que en diciembre pasado la condenó a seis años de prisión e inhabilitada de por vida a ejercer cargos públicos por corrupción. Kirchner, de 70 años, no está inhabilitada de participar en las elecciones de octubre. La sentencia del juez federal que leyó su condena el pasado 6 de diciembre por supuestas irregularidades en la adjudicación de 51 obras viales en la provincia de Santa Cruz, el bastión patagónico del kirchnerismo, no es firme y le quedan instancias de apelación. Pero la expresidenta alienta desde ese día la teoría de que sus rivales políticos, los medios opositores y los jueces federales quieren impedir que sea candidata para eliminar al peronismo de la carrera electoral. “La condena e inhabilitación en dicha causa tiene una única traducción política y electoral: la proscripción”, ha escrito en la carta dirigida a su militancia. “Como vengo sosteniendo desde hace mucho tiempo, no se trata solo de la proscripción de una persona, sino del peronismo”. La carta publicada por la vicepresidenta ha sido un nuevo baldazo de agua fría al peronismo gobernante mientras corre contra el reloj. Según la última encuesta del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), la ultraderecha encabeza la intención de voto en primera vuelta con un 29,3%, y el 77% de la población evalúa de forma negativa la gestión del actual Gobierno peronista. El presidente, Alberto Fernández, resignó presentarse a la reelección a finales de abril para priorizar que los militantes elijan un candidato en las primarias abiertas, pero la coalición gobernante aún no ha dado señales de definición. La vicepresidenta ha repetido en las contadas intervenciones públicas desde su condena que no quiere ser candidata, pero gran parte de las esperanzas de la militancia peronista descansaban en que tome las riendas para unir a su partido que, según el estudio de CELAG, mantiene el 26,1% de la intención de voto dividida en al menos seis candidatos. “Debemos ser inteligentes para salir de este laberinto y romper la trampa a la cual nos quieren llevar: que tengamos una candidatura prohibida por el Partido Judicial”, ha advertido la vicepresidenta en su escrito difundido este martes. La inflación desbocada, que el pasado abril alcanzó el 108,8% interanual, es solo uno de los problemas del Gobierno. El presidente y la vicepresidenta dejaron de hablarse hace casi un año y la gestión del Gobierno ha pasado a depender del ministro de Economía, Sergio Massa, que también encabeza la tercera pata de la coalición gobernante. A pesar de que la inflación ha empezado a encadenar marcas inéditas desde la crisis del corralito en 2001, Massa todavía es una de las cartas fuertes que mantiene el Gobierno para presentarse a las elecciones. Pero no desata pasiones. La inflación mensual ya había roto su propio récord en marzo con un 7,7%, y lo hará seguramente durante mayo, cuando se mida el impacto de la corrida contra el peso que a finales de abril disparó las cotizaciones del dólar en los mercados financieros. El índice no deja de subir desde hace seis meses y las pocas chances de que Massa sea el candidato de la unidad se desvanecen mientras la sombra de los dos dígitos asoma para mayo. El congreso del Partido Justicialista concluyó con la ratificación de sus autoridades nacionales en una reunión que terminó en anécdota tras la carta de Cristina Kirchner. El renunciamiento de la vicepresidenta, junto al de Alberto Fernández y del expresidente Mauricio Macri, que también renunció a postularse en marzo pasado mientras los referentes de su partido pelean por encabezar su lista, inaugura un panorama inédito en Argentina. Ningún referente de los últimos 20 años peleará por las presidenciales. La oposición ha celebrado la renuncia definitiva de la vicepresidenta a las elecciones. Desde la ultraderecha libertaria, lo toman como una oportunidad perdida de “verla tercera” en las elecciones; desde la coalición que lidera el macrismo como “una puerta a la necesaria renovación de la política”. El peronismo, mientras tanto, aún se aferra a una última decisión de su líder. El próximo 25 de mayo, cuando Argentina celebre la independencia, Cristina Kirchner volverá a encabezar un acto público. El gran renunciamiento frente a la militancia ya está fuera de la mesa.

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Argentina importa billetes desde Brasil, Europa y China, pero los bancos ya no tienen dónde guardarlos

El País .- La inflación acelera la emisión monetaria y obliga a construir depósitos de emergencia   El valor de los billetes de Argentina está en mínimos históricos en lo que va de siglo. El de mayor denominación, de mil pesos, equivale a 4,4 dólares en el mercado oficial y poco más de dos en el paralelo. La decisión del Gobierno de Alberto Fernández de postergar la salida de billetes más grandes en una economía golpeada por una inflación del 104,3% interanual tiene cada vez más impacto en el sistema financiero. El Banco Central se ha visto obligado a encargar billetes en el extranjero e importa desde Brasil, España, Francia, China y Malta por barco y por avión. Los bancos no tienen espacio suficiente en sus bóvedas de seguridad para almacenarlos: han tenido que construir nuevas e improvisar espacios como depósitos de emergencia.   La inflación galopante acelera también la emisión monetaria y agranda el problema. Según datos del Banco Central, la cantidad de billetes en circulación alcanzó en marzo la cifra récord de 9.946 millones de unidades. Casi un tercio corresponde a billetes de mil pesos, mientras que la mayoría restante se divide en billetes de 500 y de 100.   Estos últimos son los que provocan un mayor quebradero de cabeza en las entidades bancarias. El Banco Central no tiene capacidad para destruir todos los papeles en mal estado ni para guardarlos y ese rol queda a cargo de los distintos bancos. Acumulan así millones de billetes de valor casi nulo (20 centavos de dólar). En algunos casos, ni siquiera son válidos para estar en la calle. Fuentes del sector aseguran que se trata de un “problema importante” porque la situación actual “eleva los costos” de almacenamiento, de transporte y de logística.   “La situación de los billetes es un problema cuya criticidad va a en aumento, ocasionando dificultades en cuanto a la logística, capacidad edilicia y elevados costos financieros”, dice una carta que las dos mayores cámaras bancarias del país – la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA) y la Asociación de Bancos Argentinos (Adeba)- enviaron días atrás al Banco Central de la República Argentina.   Los bancos ponen como ejemplo el problema al que se enfrentan con los cajeros automáticos. La carga máxima estándar para cada uno de ellos es de 8.000 billetes. De llenarse sólo con billetes de mil, el dinero disponible sería de ocho millones de pesos (unos 16.000 dólares), una cantidad insuficiente para los fines de semana largos, por ejemplo. Pero se incluyen también billetes de 500 y de 100, lo que acelera la velocidad a la que se agota la capacidad de carga. Los clientes deambulan así de un cajero a otro en búsqueda de aquel que todavía no se ha vaciado o recurren a supermercados y otros locales donde también se brinda efectivo.   La oposición une fuerzas con los bancos para reclamar que se acelere la circulación del billete de 2.000 pesos anunciado ya por el Gobierno de Fernández. Pide también que se autoricen otros de mayor denominación, de 5.000 y 10.000 pesos. Referentes de la coalición Juntos por el Cambio sostienen que la razón para evitar esos billetes es que obligaría al Ejecutivo a reconocer la aceleración de la inflación y critican el gasto extra que supone para las arcas estatales insistir con los papeles de baja denominación.   Según el exdirector de la Casa de la Moneda Augusto Ardiles, “el costo de no imprimir billetes de mayor denominación en 2020 y 2021 fue de 186 millones de dólares”. Ardiles destaca que el organismo argentino responsable de la fabricación de pesos tiene mayor capacidad de producción que su par de Brasil, aun con una población cuatro veces menor, pero aún así necesita importar. “La diferencia está en que Brasil tienen denominaciones acordes a la inflación que tienen y nosotros no, y no parece que vayamos a tenerla hasta que cambiemos de Gobierno”, señaló en Twitter. Según un cálculo de la agencia Bloomberg, Argentina ha cerrado contratos de importación por 700 millones de billetes.   El fenómeno no es nuevo en Argentina y ya en 2017, bajo la presidencia de Mauricio Macri, los bancos advirtieron que no tenían espacio para almacenar billetes. Pero se ha agravado mucho desde entonces a pesar del importante aumento de las transacciones electrónicas desde la pandemia. El motivo es que una parte significativa de la economía argentina es en negro y el efectivo permite escapar del radar estatal.   Hace un mes, un hombre fue asaltado en Buenos Aires por unos ladrones que le intentaron robar la mochila en la que trasladaba siete millones de pesos argentinos (en ese momento 33.000 dólares al cambio oficial). Como él, a diario hay personas que se desplazan de un lado al otro con importantes sumas encima, ya sea para pagar el alquiler o para comprar bienes de gran valor como automóviles o inmuebles. Con billetes de tan baja denominación el volumen requerido para transportar los pesos es cada vez mayor. La alternativa es pactar y realizar las grandes transacciones en dólares.

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El derrumbe de la economía argentina pone a prueba la capacidad de gestión de un peronismo fracturado

El País .- La gravedad de crisis argentina devuelve la centralidad política a Cristina Kirchner dentro de la coalición de Gobierno El peronismo tiene por delante ocho meses al frente de la Casa Rosada. Todo indica que será un largo via cucis. Dividido y sin armas para revertir la peor crisis económica en 20 años, la popularidad de sus dirigentes está por los suelos. La imagen negativa del presidente, Alberto Fernández, roza el 70%, según un sondeo publicado durante el fin de semana por la consultora Opina Argentina. La crisis se aceleró esta última semana y hundió las posibilidades electorales de la que hasta ahora era la principal apuesta del partido, el ministro de Economía, Sergio Massa. El desconcierto es tal que ha vuelto al centro de la escena Cristina Fernández de Kirchner, la dirigente del Gobierno mejor posicionada en las encuestas, pero autoexcluida de cualquier candidatura electoral desde diciembre, cuando fue condenada por corrupción. La inflación interanual está en el 104%, las reservas líquidas del Banco Central apenas superan los 2.000 millones de dólares y el peso perdió desde el lunes el 10% de su valor ante el dólar en los mercados no regulados por el Estado. El golpe de gracia lo ha dado la sequía, la más grave en 60 años. Los ingresos por exportaciones se reducirán este año en 20.000 millones de dólares, la mitad de lo que Argentina le debe al Fondo Monetario Internacional (FMI). Massa tiene un trabajo ingrato: debe evitar una devaluación del peso que dispare aún más el hambre y la pobreza, que en el segundo semestre de 2022 alcanzó el 39,2%. El índice del primer semestre de 2023 será mucho peor. La única esperanza del ministro es que el FMI adelante los desembolsos acordados hasta diciembre; y que el campo acelere la liquidación de sus ventas al exterior gracias al “dólar soja”, con una cotización casi 50% por encima de la oficial. El plan para llegar hasta diciembre encuentra al peronismo sin candidato para las presidenciales de octubre. Alberto Fernández se bajó de la reelección el viernes, luego de que el kirchnerismo lo presionara de todas las formas posibles para que lo haga. Pero ahora que lo ha logrado, no tiene a quien poner en su lugar. Por primera vez desde el regreso a la democracia, en 1983, el peronismo no logra encontrar la puerta de salida y pone a prueba, como nunca antes, su capacidad de gestión. El partido fundado hace ochenta años por Juan Domingo Perón lleva desde hace 20 años puesta la chapa de salvador. En 1989, el recién eleegido Carlos Menem asumió antes de tiempo cuando el Gobierno del radical Raúl Alfonsín se hundía en el mar de la hiperinflación. En el año 2001, tras la salida anticipada de otro radical, Fernando de la Rúa, el peronista Eduardo Duhalde se puso al frente de la peor debalce económica de la historia reciente y salió a flote. En 2019, Fernández recibió de manos de Mauricio Macri una economía con más del 50% de inflación y prometió resolver el problema. Cuatro años después la ha más que duplicado. Fernández es sin duda el presidente peronista con menos poder. Cristina Kirchner lo ungió como candidato en 2018, convencida de que necesitaba una figura disruptiva que sumara los votos de esos peronistas que no la soportaban. La jugada de ajedrez le dio el triunfo al Frente de Todos ante Macri, que buscaba la reelección, pero pronto se volvió profundamente disfuncional. A medida que la economía se hundía, las diferencias en el binomio presidencial se agrandaban. Fernández quedó solo y el kirchnerismo pronto hizo oposición desde dentro mismo del Gobierno. Ahora han llegado al punto en que deben buscar un candidato a presidente antes de junio y no tienen un nombre.   La pelea pasa ahora por cómo elegir al sucesor. En el video de su renuncia, Fernández se erigió como garante de una elección primaria abierta y transparente en agosto para votar un candidato en las urnas. El kirchnerismo había defendido hasta ahora la idea de participar en una interna electoral, pero sin Fernández en la contienda pretende que sea Cristina Kirchner quien elabore la estrategia del Frente de Todos. El sábado, en un mitin organizado en Buenos Aires, el diputado Máximo Kirchner, hijo de la vicepresidenta, dijo que así como “ayer nada era sin Perón, hoy nada es sin Cristina”. Es decir, que la expresidenta debe quedar otra vez como única electora y dueña del peronismo. En el kirchnerismo reina el desconcierto, porque Cristina Kirchner se ha mantenido hasta ahora en sus trece y no quiere ser candidata ni da señales de quien es su elegido para la papeleta. La vicepresidenta sabe que sus posibilidades de ganar son mínimas, pero sabe también que es la dirigente que dentro del movimiento cosecha la mayor cantidad de votos.   El peronismo está en una encrucijada. Si Kirchner no es candidata, su hombre es Sergio Massa. Pero para ello, Massa debe al menos evitar una catástrofe que ponga en peligro, incluso, la gobernabilidad. Es un misterio como haría Massa para ser ministro y candidato al mismo tiempo, pidiendo el voto mientras la economía se derrumba. En ese río revuelto aparecen las figuras de la antipolítica.   La crisis de 2001 engendró al kircherismo, surgido desde la izquierda del peronismo. De esta crisis, en cambio, afloran figuras como Javier Milei, un economista que promete terminar “con la casta política” cerrando el Banco Central, dolarizando la economía y cerrando ministerios como el de Educación o Desarrollo Social.   Desde los márgenes, Milei está obligando a los precandidatos de la alianza opositora Juntos por el Cambio a derechizarse. Crece en las encuestas Patricia Bullrich, exministra de Seguridad de Mauricio Macri. Bullrich tiene origen peronista, pasó por el radicalismo y ahora es una ferviente macrista. Su discurso extremista complica las aspiraciones presidenciales del alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, que prefiere hacer campaña desde el centro de la coalición opositora. En agosto se definirán los nombres de los candidatos a presidente de los distintos partidos. Con el peronismo sumido en el desconcierto y

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Alberto Fernández se bajó de la reelección y no será candidato a presidente

INFOBAE .- En la previa del Consejo del PJ publicó un video en el que anunció que se corre de la pelea por una candidatura en Primarias. En Casa Rosada aclararon que se pondrá “al frente del armado electoral” del Frente de Todos   Después de largos meses de expectativa y peleas internas en el Frente de Todos por el rol que debería tener el Presidente en las próximas elecciones, Alberto Fernández anunció sorpresivamente esta mañana que no se presentará para la reelección. Lo hizo en la previa del Consejo del PJ, que preside el Jefe de Estado, instancia en la cual el kirchnerismo había adelantado que presionaría, una vez más, para pedirle que se corriera de la carrera electoral hacia las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). En un video publicado en Twitter, el primer mandatario reivindicó su gestión, admitió las deudas políticas y sociales -en especial las cifras de pobreza e inflación- y disparó contra la facción kirchnerista de la coalición por sus “constantes críticas”. En la Casa Rosada dijeron que la decisión sobre el rol que tendrá este año -una determinación que le venían exigiendo desde los distintos sectores del FDT y que el Presidente demoraba-, responde a que “debe concentrarse en resolver los problemas de los argentinos”, en medio de la crisis cambiaria, la suba del dólar, la sequía, la falta de reservas en el Banco Central, la altísima inflación, entre otras variables claves de la economía. Pero aclararon que “se pondrá al frente de las PASO y del armado electoral”, una tarea difícil si se tiene en cuenta la resistencia de los duros el Gobierno a su figura. El Presidente tomó la decisión más importante de un momento para el otro, ayer mismo, y el anuncio cayó de sorpresa para la mayoría de la dirigencia peronista. Alberto Fernández lo conversó con su círculo de mayor confianza -entre ellos, el secretario de la Presidencia, Julio Vitobello, el canciller, Santiago Cafiero, y la portavoz, Gabriela Cerruti- durante la jornada. Algunos se enteraron en el regreso de su última actividad del jueves en Mar del Plata, a donde habían viajado por la inauguración de una casa histórica. Evitó revelárselo a Sergio Massa -con quien estuvo reunido en persona, en Olivos, ayer por la mañana- y a Cristina Kirchner, de quien se encuentra absolutamente distanciado. Después, ordenó llamar llamó a su equipo de comunicación, que, según revelaron fuentes oficiales, trabajó en el video durante la noche, para que saliera hoy temprano. Había premura por hacer el anuncio lo antes posible. Para esta tarde está convocado el Consejo del PJ, que él preside, y durante los últimos días había dudas sobre el tono que tendría la esperada reunión, que también había tardado en convocar. En el ala moderada aseguraban que sería un encuentro “protocolar” y “formal”, y en algunos sectores del kirchnerismo coincidían en que sólo se leería la orden del día para hacer el llamado al Congreso del PJ, para mayo. Pero ayer, el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, ladero de Cristina Kirchner, dejó saber que los consejeros de La Cámpora y fuerzas aliadas que denostan su gestión irían al cónclave, una vez más, con un reclamo fuerte contra el primer mandatario de cara a las PASO. La última vez había sido en la mesa política del 16 de febrero, en la sede del PJ, donde el jefe camporista Máximo Kirchner, y el gobernador bonaerense cristinista, Axel Kicillof, entre otros, habían deslizado que era “raro” que el Presidente compitiera en una interna y habían pedido que se bajara. De todas formas, el Presidente prolongaba la expectativa, y hasta ayer en la Casa de Gobierno deslizaban que no se conocería su futuro político inmediato hasta mayo, e inclusive junio (el cierre de listas es el 24 de ese mes). Finalmente, lo hizo esta mañana, a dos meses de la fecha límite. El Presidente aparecía muy golpeado en las encuestas, pero en su entorno sostenían que se mantenía competitivo en relación a sus pares (excepto por Cristina Kirchner, la dirigente que más mide del espacio, que supuestamente no figuraría en las nóminas). Su decisión acerca de una candidatura era uno de los principales temas pendientes para el resto de los espacios y dirigentes para avanzar con el armado electoral. Ahora quedan en pie como posibles competidores en la interna del FDT el embajador en Brasil, Daniel Scioli; el ministro K De Pedro; el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich y el dirigente social Juan Grabois (MTE). También aparece como posible presidenciable el ministro de Economía, Sergio Massa, que en los últimos días dejó saber que probablemente presente candidatos para todas las categorías, pero demora su decisión, que, por lo menos hasta ahora, en Hacienda siguen atando al rumbo de la economía. Por último, resta conocer las principal incógnita, sobre Cristina Kirchner, que había dicho que no sería candidata en diciembre tras su condena en la causa Vialidad, pero cuyo entorno brinda señales confusas y abre la puerta a una candidatura. Todos los presidenciables se enteraron a través del video, hace algunas horas. Argentina’s President Alberto Fernandez attends the opening session of the 141st legislative term, at the National Congress, in Buenos Aires, Argentina March 1, 2023. REUTERS/Tomas Cuesta NO RESALES. NO ARCHIVES Hasta ayer, en la Casa Rosada, los funcionarios más cercanos al primer mandatario aseguraban que no tenía decidido qué haría. “Lo va a decidir de acuerdo a las encuestas, a la situación general del país, al consenso con el resto del espacio y su situación personal”, había dicho un hombre de su entorno más íntimo. El anuncio se realizó esta mañana, en la cuenta de Twitter del Presidente, con un video con una larga explicación, en su propia voz en off, compaginada con música de cuerdas y decenas de imágenes que representan a Néstor Kirchner, al PJ, a los sectores productivos la Argentina, a la militancia, y a las obras públicas y las viviendas. El discurso empieza con una alusión directa, pero breve, a la interna del Gobierno, y continúa recordando el primer rol de peso nacional de Alberto Fernández, como jefe de Gabinete de Néstor Kirchner en 2003. “Estamos en las visperas de cumplir 20 años de su asunción”, recordó. Sus palabras siguen los lineamientos discursivos de la

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El peso argentino se desploma en los mercados cambiarios paralelos

EL PAÍS .- Las empresas que quieren acceder a dólares deben pagar entre 411 y 423 pesos por cada moneda estadounidense, un nuevo récord   El Gobierno argentino sostiene como puede la cotización oficial del peso argentino, pero su valor en los mercados paralelos, no regulados, se desploma. A finales de la semana pasada se rompió la barrera de 400 pesos por un dólar y este martes se aceleró el ritmo de caída para equipararse a la inflación, del 104,3% interanual. Los argentinos que quieren ahorrar en dólares recurren a casas de cambio extraoficiales, donde pagaron 418 pesos por cada moneda estadounidense, 18 pesos más que el viernes pasado. Las empresas cuentan a su disposición instrumentos financieros como el “dólar MEP” o el “contado con liqui”. En el primer caso, por cada dólar tuvieron que depositar 411 pesos; en el segundo, 423 pesos.   La depreciaciónn ha dejado casi sin valor los billetes que circulan de mano en mano en Argentina. El de mayor denominación, de mil pesos, equivale a cuatro dólares en el mercado oficial y a poco más de dos en el extraoficial. Para las empresas, cuadrar los presupuestos y planificar a medio y largo plazo se vuelve un rompecabezas imposible y desalienta inversiones productivas.   Con el nuevo salto, la brecha entre las cotizaciones ha vuelto a aumentar. En el mercado controlado por el Gobierno, el paso hacia adelante ha sido minúsculo: de 222,5 a 223 pesos por dólar. En el “blue” (al que recurren los argentinos de a pie) y en los financieros la depreciación del peso ha sido casi del 5% en el mismo lapso.   La caída del peso es la contracara de la inflación desbocada que registra Argentina, mientras crece la desconfianza en que el Gobierno de Alberto Fernández pueda frenarla en la recta final de su mandato. Según las últimas cifras oficiales, los precios aumentaron un 7,7% entre febrero y marzo, el peor dato intermensual desde la crisis del corralito de 2001-2002.   La escalada de precios es tan rápida que ha dejado atrás incluso el ritmo de devaluación controlada que realiza el Gobierno, por lo que la mayoría de economistas daban por descontada una corrección el tipo de cambio paralelo esta semana. “La inflación de marzo por arriba de lo esperado, más emisión monetaria por el déficit, más dólar agro, más atraso cambiario, todo apunta a un dólar con alas hacia arriba en abril”, anticipó el analista Damián di Pace nada más conocerse el IPC de marzo. “Cada vez que salió un dato de inflación alto, el blue reaccionó acomodándose”, coincide la economista Elisabet Bacigalupo, de la consultora Abeceb. “Por ahora no estamos en una crisis cambiaria. No digo que no vaya a suceder”, tuiteó el periodista y economista Pablo Wende.   Bacigalupo considera que el ministro de Economía, Sergio Massa, diseñó un plan económico destinado a “aguantar hasta las elecciones” presidenciales de octubre y evitar que salte todo por los aires antes. Los numerosos controles cambiarios y las devaluaciones encubiertas por sectores —como el ‘dólar agro’ o el ‘dólar tech’— forman parte de una amplia batería de medidas que han chocado con un obstáculo inesperado: la peor sequía de los últimos 60 años.   El campo argentino, la principal fuente de ingreso de divisas, estima que la mala cosecha de esta campaña supondrá pérdidas de hasta 20.000 millones de dólares. Es un duro golpe para los productores pero también para el Estado, que aplica importantes impuestos a las exportaciones agroindustriales. La disminución de ingresos deteriora aún más las cuentas fiscales e impide la acumulación de reservas y la reducción del déficit pactadas con el Fondo Monetario Internacional a cambio de la reestructuración de una deuda de 44.000 millones de dólares. El freno del campo se reflejará también en el Producto Interior Bruto: después de dos años de crecimiento, este 2023 las previsiones son de una contracción.   Ante ese escenario adverso y a la espera de que el Banco Central decida un nuevo aumento de tasas de interés, los argentinos se vuelcan al dólar. Recurren a la moneda estadounidense para ahorrar pero también como termómetro de la salud de la economía. Ver el dólar por arriba de los 400 pesos despierta en algunos el fantasma de la hiperinflación.   La cesta de la compra, que se ha encarecido casi un 30% en el primer trimestre, es otra mala señal: a principios de año, con mil pesos se podía comprar un kilo de carne. Hoy a duras penas alcanza para dos docenas de huevos o un kilo de tomates.   El deterioro económico agrava la incertidumbre electoral y polariza aún más al país a cuatro meses de las elecciones primarias y a seis de las presidenciales. A través de las redes sociales, detractores del Gobierno peronista exigen la renuncia de Massa mientras que sus defensores advierten que en caso de ganar la oposición la pobreza aumentará y la situación empeorará aún más. La campaña electoral girará alrededor de cómo estabilizar la economía  

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Javier Milei, el candidato libertario que capitaliza el descontento en Argentina

EL PAÍS .- El diputado que apela a los descreídos de la política crece en las encuestas para la presidencia de Argentina armado con una motosierra y la promesa de destruirlo todo.   Javier Milei era hasta hace poco menos de dos años un economista provocador de pelo negro ensortijado e insulto fácil. Los programas políticos de televisión lo amaban: con su verba incendiaria y sin filtro aseguraba el espectáculo. Pero en 2019 decidió dejar el análisis económico, se postuló a diputado y ganó. Nadie se lo tomaba muy en serio hasta que anunció su intención de postularse a presidente y comenzó a ascender en los sondeos. Cuanto peor le va a Argentina, mejor le va a Milei, que ha sabido atraer el voto bronco de los descreídos de la política. Esta semana, el candidato libertario grabó un video para presentar su “plan motosierra”, una mezcla de ideas ultraliberales donde no hay ministerios de Educación, Salud, Obras Públicas ni Desarrollo Social, se permite la venta y compra de órganos y la delincuencia se resuelve armando sin restricciones a los civiles.   La crisis que vive Argentina está pasando la factura a los políticos. El estancamiento económico y la frustración social por la falta de futuro da alas a figuras emergentes que prometen dinamitarlo todo para empezar de cero. La fórmula le sirvió a Jair Bolsonaro en Brasil en 2018, cuando se temió un contagio en Argentina. Pero el peronismo, en su versión kirchnerista, encontró la fórmula para neutralizar cualquier aventura individual antisistema y se impuso en las elecciones de 2019. El fracaso de aquel experimento, con Alberto Fernández como presidente y Cristina Kirchner como vice, abrió la puerta del Congreso a Milei en las elecciones de medio término. Y desde entonces, su figura no para crecer.   La Libertad Avanza de Milei es hoy la tercera fuerza política en Argentina, y ya nadie se ríe de sus posibilidades electorales. Un promedio de seis encuestas nacionales elaboradas por el diario Clarín dio al economista el 17% de los votos. Está, cuando faltan cinco meses para las elecciones primarias obligatorias y siete para las generales, apenas por detrás de las dos grandes coaliciones que hoy dominan el escenario argentino: el gobernante Frente de Todos (25%) y Juntos por el Cambio (27%). Milei ha logrado quebrar la polarización, instalándose desde el margen como un árbitro electoral. Los últimos días concentró todas sus fuerzas en un armado nacional que le dé fortaleza en el interior del país. Pesca en río revuelto. Cuando el peronismo no ordena, la estampida de dirigentes locales abunda.   Mieli se asoció a todo tipo de personajes. En Tucumán (norte), por ejemplo, lleva como candidato a gobernador a Ricardo Bussi, hijo de un exmilitar condenado por delitos de lesa humanidad. Bussi presentó su candidatura con un video donde dispara a un blanco fijo en medio de imágenes de asaltos a civiles. “Que la próxima vida no sea la tuya”, dice a cámara. Milei tomó el guante desde Buenos Aires. Consultado por una periodista del canal de noticias TN por qué defendía la libre portación de armas, respondió con el estilo que ya es su marca de campaña: “¿Por qué estás vos a favor de que los argentinos de bien padezcan como ratas frente a los delincuentes?”.   El votante de Milei no necesariamente defiende el porte libre de armas, propone la venta de órganos, quieren el fin de la educación gratuita o llaman a quemar el Banco Central para terminar contra la inflación. Los une la protesta contra todo lo establecido y coincide en que los políticos son “una manga de delincuentes y ladrones”. “Tiemblen políticos. Sigan mintiéndole a la gente. No le gusta nuestro plan porque de ahí ustedes no pueden morder, se van a quedar sin robar y van a tener que laburar como personas honestas” dijo Milei durante la presentación de su plan. Su frase de cabecera es “odio a los zurdos de mierda”. Y para diferenciarse de “la casta”, cada mes sortea su sueldo de diputado nacional.   El crecimiento electoral de Milei ya es un problema para los partidos tradicionales. Sus votantes son en su mayoría jóvenes y de clase media, pero también crecen en las barriadas pobres del extrarradio de Buenos Aires que fueron tradicionalmente peronistas. El Gobierno poco puede hacer. El dato de inflación de febrero difundido el martes alcanzó el 6,6% y el interanual superó por primera vez el 100% desde 1991. A medida que se profundiza la crisis y crece el malhumor social, el ministro de Economía, Sergio Massa, pierde fuelle como posible candidato de consenso en un peronismo que hoy se desangra en peleas intestinas. No le va mejor a Juntos por el Cambio, la coalición opositora creada por el expresidente Mauricio Macri. El discurso de Milei obliga a los precandidatos de centro, en particular el alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, a pendular hacia la derecha. Y da alas al mismo tiempo a las figuras más extremistas de la alianza, como la exministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y el propio Mauricio Macri.   Que Milei terminara fagocitado por Juntos por el Cambio parecía una obviedad meses atrás. Pero el diputado crece en las encuestas y conseguir su apoyo cotiza cada vez más alto. Su aspiración es pasar a una segunda vuelta en las elecciones de octubre y captar todo el malestar posible en las urnas. Milei ya no provoca risas.

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