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Ecuador: octubre 11, 2024

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Ecuador, octubre 11, 2024
Ecuador Continental: 12:17
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Descubre los beneficios de las algas marinas y cómo ayudan a estabilizar los niveles en la sangre

  Las algas marinas pertenecen al Reino Protista; es un alimento con muchos beneficios que ya ha sido olvidado, pero valorado por sus múltiples beneficios nutricionales que ayudan a la salud. Y aunque uno lo coma en porciones pequeñas, estas proporciones contienen nutrientes esenciales importantes para un plus a la alimentación diaria. ¿Cuáles son las algas que se pueden consumir? Alga Nori Alga Wakame Alga Kombu Alga Nori Copos deshidratada Agar Agar Tiras ¿Cuáles son los beneficios? Las algas marinas son un alimento funcional que aporta múltiples beneficios para la salud. Su consumo moderado puede ayudar a estabilizar los niveles de azúcar en sangre, depurar el sistema digestivo, alcalinizar la sangre y limpiar el sistema linfático, además de favorecer la eliminación de metales pesados del organismo. Según el experto Kanneth Prange señala, “Su alto contenido en calcio es hasta diez veces superior al de la leche”. Estas algas son ricas en polisacáridos, que actúan como fibras dietéticas y son prebióticos para las bacterias beneficiosas del intestino. También contienen yodo, esencial para la salud tiroidea, y una variedad de minerales y nutrientes, incluyendo ácidos grasos omega-3, polifenoles y carotenoides. Gracias a su bajo contenido calórico y alto en fibra, son ideales para controlar el peso. Las algas marinas tienen propiedades antivirales, antiinflamatorias, que contribuyen al fortalecimiento del sistema inmunológico y la prevención de enfermedades. Se pueden incorporar de diversas maneras en la alimentación: en sopas, ensaladas, o en polvo en batidos verdes. Las algas frescas pueden cocinarse o freírse para hacer snacks, mientras que las deshidratadas se deben remojar antes de utilizarlas, aumentando significativamente su volumen. Te puede interesar: “Dieta de la zona: El secreto de las celebridades para un cuerpo saludable y sin inflamación”  

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“Dieta de la zona: El secreto de las celebridades para un cuerpo saludable y sin inflamación”

  La Dieta de Zona es un estilo de alimentación implementado por varias celebridades como Sandra Bullock, Demi Moore, Sarah Jessica Parker y Jennifer Aniston, plan nutricional diseñado por el Dr. Barry Sears en la década de 1990. Y es conocido por tener la capacidad de pérdida de peso, mejorar la salud y equilibrar la respuesta hormonal de nuestro cuerpo durante 5 horas de la ingesta y busca estabilizar los niveles de azúcar en la sangre. ¿En qué se basa esta combinación? Proporciona la combinación de hidratos, proteínas y grasas en la distribución de 40/30/30. Lo más difícil de esta dieta es cumplir con el 30% de grasas, por lo que se recomienda ingerir suplementos en lugar de disminuir los alimentos. La dieta de la zona se centra en mantener un equilibrio entre carbohidratos, proteínas y grasas saludables, promoviendo un estado metabólico óptimo.   Se divide en tres bloques: Hidratos de carbono: dos puños de verduras y frutas, además de un puño de arroz o pasta. Proteínas: Entre 100 y 150 gramos de proteína cruda, que puede ser de origen animal o vegetal (como tofu, soja, lácteos y huevos). Grasas: grasas, como aceite de oliva, aguacate y frutos secos (1 cucharada de aceite o un puñado de frutos secos). La dieta se sugiere en 5 comidas al día, con una distribución de bloques según la actividad física y composición corporal. Se recomienda para el control del peso y para regular los niveles de glucosa e insulina, siendo beneficiosa para personas diabéticas y para reducir la inflamación. Existen también productos comerciales que cumplen con estas proporciones, facilitando su seguimiento. Te puede interesar: Los secretos nutricionales de Leonardo da Vinci: Cómo se alimentaba el genio del Renacimiento

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ONU pide agilizar medidas contra el desperdicio de alimentos

Primicias .- La Organización de Naciones Unidas (ONU) llamó el 29 de septiembre de 2023 a que los países agilicen las medidas contra el desperdicio de alimentos, a propósito del Día Internacional de la concienciación contra esta problemática. “Cuando quedan siete años para alcanzar la meta 12.3 del Objetivo de Desarrollo Sostenible 12 (ODS), es imperativo agilizar las medidas encaminadas a reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos”, señaló en un comunicado. La Organización consideró que “es necesario adoptar medidas a escala mundial y local para aprovechar al máximo los alimentos que producimos”. Para introducir este cambio, la ONU mencionó que “es fundamental incorporar tecnologías, soluciones innovadoras (en particular plataformas de comercio electrónico para la comercialización y sistemas de elaboración de alimentos replegables y móviles). Asimismo, llamó a implementar “nuevas formas de trabajar y buenas prácticas con miras a gestionar la calidad de los alimentos y reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos”. Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cerca de 1.300 millones de toneladas de alimentos se desaprovechan en el mundo cada año, mientras que 821 millones de personas sufren de hambre crónica. En el caso de Ecuador, “no tan lejos de esta realidad, registra pérdidas anuales de 939.000 toneladas de alimentos“, recordó el Banco de Alimentos de Quito. La organización no gubernamental dijo que llegó a una alianza estratégica con la empresa Electrolux para beneficiar de manera directa e indirecta a más de 5.300 personas en situación de vulnerabilidad que tienen dificultad de acceso permanente a alimentos. “Es una afrenta para los pobres” También el Papa Francisco, en una carta a la FAO, aludió a “los perniciosos efectos que la pérdida y el desperdicio de alimentos causan a las personas y al planeta”. “Los pobres y los necesitados de este mundo que recogen de la basura los alimentos que otros altaneramente derrochan y por los que ellos suspiran – escribió Francisco – son los que hoy tienen fijos sus ojos”, señaló. A nivel global, aproximadamente el 13% de los alimentos producidos se pierden entre la cosecha y la venta minorista. A ello se suma el hecho de que en torno al 17% de la producción total de alimentos se desperdicia en los hogares, la restauración y el comercio al por menor, según la ONU.

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Una revisión de estudios desde hace 40 años confirma que las dietas vegetariana y vegana reducen las grasas en sangre

El País .- Los resultados apuntan a un posible beneficio cardiaco de las dietas vegetales sanas que ya se había observado con anterioridad   Las dietas veganas o vegetarianas están asociadas a una menor concentración de lípidos en sangre como el colesterol. Como algunos de estos lípidos producen ateroesclerosis al acumularse en las paredes de las arterias, seguir este tipo de alimentación puede reducir el riesgo de sufrir algunas enfermedades cardiovasculares. Esta es la conclusión de un análisis de una treintena de ensayos clínicos realizados durante los últimos 40 años que se acaba de publicar en la revista European Heart Journal. Los investigadores, liderados por Ruth Frikke-Schmidt, de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), enmarcan la relevancia de sus resultados en la agenda de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, que plantea reducir en un tercio la mortalidad prematura provocada por enfermedades no transmisibles, como el cáncer o las dolencias cardiacas.   El trabajo apunta como posible explicación de los efectos de las dietas sin carne a un mayor consumo de grasas poliinsaturadas y fibra y a una menor ingesta de grasas saturadas y de la cantidad total de grasa. Sin embargo, no descartan que los efectos de la pérdida de peso asociada a estas dietas pudiese explicar también los resultados. También recuerdan que una parte muy importante del modo en que se acumulan lípidos en las arterias depende, más que de la dieta, de una cuestión genética. Por ese motivo, muchas personas, pese a seguir las recomendaciones de estilo de vida de los organismos sanitarios, necesitan estatinas para mantener los niveles de colesterol en los márgenes considerados saludables. En el estudio, los autores señalan que “combinar las estatinas con una dieta a base de plantas tendrá, probablemente, un efecto sinérgico” y que la dieta vegetariana puede permitir una reducción del consumo de estos fármacos y de sus efectos secundarios.   Pablo Alonso Coello, investigador del Centro Cochrane Iberoamericano (IIB Sant Pau), en Barcelona, dice que “esta revisión confirma más o menos lo que sé sabia [sobre estas dietas], que mejoran el perfil lipídico”, pero cuestiona el salto que dan los autores al hablar de efectos sobre la salud. “No hay datos de desenlaces cardiovasculares”, advierte. “No hay ensayos clínicos que informen sobre desenlaces cardiovasculares relevantes como infartos, mortalidad cardiovascular o ictus, solo hay estudios observacionales”. Alonso cita otro análisis de 40 estudios con más de 35.000 participantes publicado recientemente en la revista BMJ en el que se observó que la dieta mediterránea, que no es exclusivamente vegetariana, y la baja en grasas, son las que tienen una evidencia más sólida en cuanto a la reducción de problemas cardiovasculares. “En el mismo análisis, dos dietas consideradas vegetarianas no salieron tan bien paradas”, añade el investigador, que afirma que las dietas vegetarianas o veganas estrictas pueden ser problemáticas para poblaciones de riesgo, como embarazadas o niños, porque requieren una buena planificación y suplementos que suponen un coste.   En declaraciones recogidas por el Science Media Center, Tom Sanders, catedrático emérito de Nutrición y Dietética del King’s College de Londres, recuerda que “los grandes ensayos con medicación reductora del colesterol muestran que una reducción de 1 milimol en el colesterol LDL [el conocido como colesterol malo] se asocia con una reducción del 10% en la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y una reducción del 20% en los episodios de estas enfermedades”. Para este especialista, con los resultados de la revisión, se esperaría que, frente a dietas omnívoras, las dietas basadas en plantas disminuyesen el riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular en un 3% y el impacto de estas dolencias en un 6%. “Estos resultados son coherentes con los estudios observacionales que constatan que los vegetarianos/veganos tienen una menor incidencia de cardiopatía isquémica, pero no de ictus”, concluye.   Otro de los aspectos importantes de la interpretación de los resultados es el tipo de dieta vegetariana que se sigue. Las frutas y verduras y los cereales integrales pueden ser beneficiosos, pero eso no sucede con las que incluyen harinas refinadas, como las de algunos tipos de pan o pasta, o tienen mucha grasa y sal, como en el caso de algunos ultraprocesados vegetarianos. En esos casos, como en de todos los tipos de alimentos ultraprocesados, un consumo frecuente es nocivo para la salud.   Los resultados publicados por el European Heart Journal apuntan a un posible beneficio para la salud cardiaca de las dietas vegetarianas y veganas sanas que ya se había observado con anterioridad. En una guía de la Asociación Estadounidense del Corazón, este tipo de dietas quedaron en cuarto lugar en la clasificación cardiosaludable por detrás de la dieta DASH (baja en sal y alta en frutas, vegetales, granos integrales, lácteos bajos en grasas y proteínas magras, pensada para controlar la tensión), la mediterránea, la pescetariana, en la que la proteína solo procede de pescados y mariscos, y la vegetariana (incluyendo la que admite huevos, lácteos o ambos). Todas estas dietas sanas tienen en común la abundancia de frutas y verduras y cereales integrales, aunque no sean estrictamente vegetarianas. Además de señalar el potencial de las dietas a base de vegetales para reducir el riesgo de algunas dolencias cardiovasculares, los autores del estudio, en sus conclusiones, apuntan al beneficio medioambiental de un cambio poblacional a una alimentación de este tipo.  

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La dieta mediterránea disminuye el riesgo de padecer Alzheimer u otro tipo de demencia

INFOBAE .- Un equipo médico de la Universidad de Newcastle en Reino Unido analizó datos de más de 60.000 personas durante 9 años y señaló que seguir esta alimentación reduce 23% la posibilidad de desarrollar enfermedades neurodegenerativas Las personas que comen pescado, fruta, verdura y frutos secos -los principales alimentos de la dieta mediterránea– tienen un 23% menos de riesgo de sufrir demencia en comparación con los que no siguen este tipo de alimentación. Por supuesto, esto también abarca a los pacientes con la enfermedad de Alzheimer, que representan el 75% de los enfermos por demencia. Esta es la principal conclusión a la que llegó un estudio publicado hoy en la revista médica BMC Medicine, en base a un análisis de datos de más de 60.000 personas mayores, que reveló seguir una dieta mediterránea reduce la probabilidad de desarrollar demencia en casi una cuarta parte, incluso entre aquellos con genes que la ponen en mayor riesgo. Aunque diversos trabajos habían abordado el impacto de esta dieta sobre los trastornos neurodegenerativos y habían sugerido que este tipo de alimentación disminuía el riesgo, esos estudios se habían limitado a muestras pequeñas. Una dieta mediterránea incluye grandes cantidades de frutas, verduras, pescados y grasas de buena calidad, como el aceite de oliva y los frutos secos. La dieta mediterránea ha confirmado en varios estudios su buena asimilación y beneficios a largo plazo Pero en este estudio el equipo liderado por el doctor Oliver Shannon, del Centro de Investigación en Nutrición y Envejecimiento de la Universidad de Newcastle, ha analizado los datos de 60.298 personas del Biobanco del Reino Unido que habían completado una evaluación dietética. “El principal mensaje para llevar a casa de este estudio es que, incluso para las personas con un mayor riesgo genético, consumir una dieta más mediterránea podría reducir la probabilidad de desarrollar demencia”, dijo Shannon. En primer lugar, los autores clasificaron a los individuos utilizando dos medidas de adherencia a la dieta mediterránea. Después, hicieron un seguimiento de esos pacientes durante más de 9 años, un tiempo en el que se confirmaron 882 casos de demencia. Los autores también tuvieron en cuenta el riesgo genético de demencia de cada individuo calculando su “riesgo poligénico”, una medida de todos los genes diferentes que están relacionados con el riesgo de demencia. Se estima que unas 55 millones de personas viven con demencia en el mundo (Getty) El estudio constató que los participantes con mayor adherencia a la dieta mediterránea tenían un 23% menos de riesgo de desarrollar demencia en comparación con los que tenían la puntuación más baja de adherencia. Además, no hubo una interacción significativa entre el riesgo poligénico de demencia y la adherencia a la dieta mediterránea, lo que -según los autores- podría indicar que, al margen de la propensión genética de cada persona, la dieta mediterránea reduce el riesgo de demencia. “Entre las personas cuyas elecciones de alimentos se parecían menos a una dieta mediterránea, alrededor de 17 de cada 1000 personas desarrollaron demencia durante el período de seguimiento del estudio de aproximadamente nueve años. En contraste, entre las personas cuyas elecciones de alimentos se parecían más a este tipo de dieta, solo alrededor de 12 de cada 1000 personas desarrollaron demencia”, precisó el experto líder del trabajo. Aun así, los autores reconocen que se necesita más investigación para evaluar la interacción entre dieta, genética y riesgo de demencia. Además, el estudio se limitó a personas blancas, británicas o irlandesas, ya que solo se disponía de datos genéticos basados en la ascendencia europea, por lo que los autores reconocen que hay que ampliar la investigación a otras poblaciones para confirmar el beneficio potencial. El pescado de aguas profundas, la palta, los frutos secos y el aceite de oliva son algunas de las fuentes de Omega 3 No obstante, los científicos concluyeron que, basándose en los resultados del estudio, una dieta mediterránea con un alto consumo de alimentos saludables de origen vegetal puede ser una opción en futuras estrategias para reducir el riesgo de demencia. En la actualidad, 55 millones de personas en el mundo tienen alguna forma de demencia, y más del 60% vive en países de ingresos bajos y medios. Como la proporción de personas mayores está aumentando en casi todos los países, se estima que los casos de demencias, especialmente de la enfermedad de Alzheimer, que agrupa el 75% de los enfermos por demencia, podrían aumentar a 78 millones en 2030. ¿Cómo es la dieta mediterránea? Una dieta mediterránea está llena de alimentos saludables de origen vegetal como verduras, nueces y legumbres. Es rica en cereales integrales, frutas y aceite de oliva y pescado. La dieta mediterránea se caracteriza por un alto consumo de vegetales, frutas, legumbres y cereales, pero tiene al aceite de oliva como prácticamente la única fuente de grasas monosaturadas. Salvo por eso, la alimentación del sur europeo es realmente baja en grasas saturadas, incluye un consumo moderado de pescado, poca carne y aves, y casi nada de lácteos. El vino –contrariamente a lo que el prejuicio podría indicar– es incorporado en cantidades muy moderadas y solo con las comidas. Los estudios sobre personas que se beneficiaron con esta dieta fueron publicados en la revista médica BMC Medicine Históricamente se asocia este tipo de comidas con la longevidad. Un estudio de la Universidad de Atenas ya había establecido que la mortalidad se reduce entre un 7% y un 8% al incorporar una dieta mediterránea. Pero, además, este tipo de alimentación tendría un beneficio adicional para la salud: según un estudio de la Université Victor Segalen, en Bordeaux, Francia, una buena dieta mediterránea puede evitar enfermedades relacionadas con el deterioro congnitivo en adultos mayores. Consultado por Infobae, Conrado Estol, especialista argentino en neurología, salud y bienestar y fundador de la Clínica Breyna en Buenos Aires, gran parte de los factores de riesgo de la enfermedad de Alzheimer son modificables. “Evitar o dejar el consumo de cigarrillo con tabaco en cualquiera de sus formas y controlar sedentarismo, la obesidad, el colesterol elevado, la diabetes y la hipertensión son algunas de las acciones que se orientan a la prevención del trastorno neurodegenerativo. También hay que reducir al mínimo o evitar el consumo

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El café es beneficioso para casi todo el mundo (pero mejor solo y sin azúcar)

Diversos estudios apuntan a que un consumo moderado de café se asocia a una menor mortalidad, pero puede tener efectos indeseados en algunos grupos de población, por ejemplo en embarazadas. Para la capitana de la Flota Estelar Kathryn Janeway, interpretada por Kate Mulgrew en la serie Star Trek: Voyager, el café es “la mejor suspensión orgánica jamás ideada”, una afirmación con la que muchos otros humanos parecen estar de acuerdo. Según la Asociación Española del Café (AECafé), cada día bebemos 65,5 millones de tazas en España, el 80% con cafeína: 46,5 millones en nuestros hogares y 19 más en hoteles, restaurantes y cafeterías. Si incluyésemos a la población infantil, nos sale a 1,4 cafés diarios por habitante y eso que no somos los más cafeteros: nuestro consumo per capita (3,81 kilos al año) se sitúa en la mitad del de Italia, Países Bajos y Finlandia. De hecho, la relación de nuestra especie con este estimulante, originario del actual norte de Etiopía y cuyo consumo se remonta por lo menos al siglo XIII, linda con el delirio. “En mi opinión, es inhumano obligar a personas que tienen una auténtica necesidad médica de tomar café a hacer cola detrás de gente que aparentemente lo considera una especie de actividad recreativa”, afirmaba el humorista estadounidense y ganador del Pulitzer Dave Barry.   Por suerte, y aunque esa necesidad médica aún no se ha descrito, una recopilación de más de 200 metaanálisis publicada en 2017 en The BMJ constató que el consumo de café parece seguro dentro de los niveles habituales de ingesta, con una mayor reducción del riesgo para diversas patologías con tres o cuatro tazas al día.   Esos beneficios incluyen una reducción en la mortalidad por todas las causas y un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares, varios tipos de cáncer, afecciones neurológicas, metabólicas —como la diabetes tipo 2— y hepáticas, como la cirrosis. Felizmente para las personas cuyo sueño es susceptible a la cafeína, a quienes no se les recomienda beberlo después de media tarde, el descafeinado también tiene esas ventajas. Pero, eso sí, las virtudes del brebaje se obtendrían siempre y cuando se tome al gusto de la capitana Janeway: solo —excluyendo los efectos perniciosos de la grasa de la leche o la nata— y sin azúcar.   Si bien esa investigación concluía que el consumo moderado de café es “más probable que beneficie la salud, que que la perjudique”, sus autores también recordaban que la mayor parte de los trabajos evaluados son observacionales y que se necesitan ensayos clínicos sólidos para comprender si estas asociaciones son causales. Advertían, asimismo, de posibles efectos indeseados. Por ejemplo, su consumo durante el embarazo podría estar asociado a bajo peso al nacer, partos prematuros o abortos y podría aumentar el riesgo de fractura en mujeres, aunque no en hombres.   Un grupo de especialistas adscritos, entre otros, al Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN) constató una mayor longevidad asociada al consumo de café tras estudiar a 20.000 voluntarios durante unos 10 años, con una asociación incluso más clara entre los mayores de 54 años. “El grueso de las enfermedades crónicas se produce en edades más avanzadas y es ahí donde el café puede tener un efecto más beneficioso”, señala a EL PAÍS Estefanía Toledo, una de las firmantes del estudio y catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra e investigadora del Instituto de Investigación Sanitaria de Navarra (IdiSNA).   Otro grupo de expertos españoles del Consorcio de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP) analizó su consumo en más de 3.000 mayores de 60 años y constató que dos o más tazas al día podrían ser beneficiosas en mujeres y en personas con hipertensión, obesidad o diabetes. “Mucha evidencia científica en el ámbito de la dieta viene de estudios poblacionales, pero con esto es suficiente para dar consejos nutricionales a la población, a veces no necesitamos más”, explica por teléfono Esther López-García, coautora de ambos trabajos y catedrática de medicina preventiva y salud pública de la Universidad Autónoma de Madrid. “Para el café, la evidencia poblacional es ya tan fuerte que ahora mismo no hace falta ningún ensayo clínico que demuestre que disminuye el riesgo de infarto. De hecho, muchas guías alimentarias ya lo incluyen como bebida saludable”, añade.   Obtenida de los granos tostados y molidos de la planta del café o cafeto, su consumo también se ha correlacionado con menor riesgo de alzhéimer y párkinson, pero su mecanismo de neuroprotección no está claro. En 2018, investigadores canadienses describieron que algunos de sus componentes inhiben la formación de proteínas cuyo acúmulo se asocia a estas enfermedades, como el β-amiloide, si bien señalaban que “es probable que el efecto neuroprotector se deba a una combinación de factores”.   Aunque sus efectos sobre el organismo se han achacado con frecuencia a la cafeína —el agente psicoactivo más consumido del mundo—, el café tostado es una mezcla compleja de más de 1.000 fitoquímicos bioactivos, algunos con efectos potencialmente terapéuticos. Contiene, entre otros, polifenoles como el ácido clorogénico y los lignanos, el alcaloide trigonelina, melanoidinas formadas durante el tueste y cantidades modestas de magnesio, potasio y vitamina B3 (niacina).   Algunos de esos compuestos tienen propiedades antioxidantes, antiinflamatorias, anticancerígenas, mejoran el microbioma intestinal y modulan el metabolismo de la glucosa y las grasas. Pero la composición bioquímica y efectos de cada taza varían en función de las variedades de café (arábica frente a robusta) o de cómo se elabora a partir del grano verde sin tostar, del grado de tueste y del método de preparación. Por ejemplo, el tomado sin filtrar, como el que se sirve hervido (café turco) o el prensado en una cafetera de émbolo francesa, presenta diterpeno cafestol, un compuesto que aumenta el colesterol, mientras que el café sometido a un filtro de papel lo depura de esta sustancia.   Como explican Toledo y López-García, el habitual consumo simultáneo de café con productos que causan cáncer de forma inequívoca, como el tabaco o el alcohol, también ha distorsionado durante décadas el conocimiento de sus beneficios sobre la

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Por qué hay que evitar comer en exceso durante las fiestas, según un experto de Harvard

En esta época, muchas personas se permiten grandes atracones con indulgencia. ¿Cuánta comida es realmente demasiada? Y ¿son todas las calorías iguales? La palabra de un especialista Comer en exceso durante las fiestas de diciembre puede provocar un aumento de peso considerable, pero no solo eso, también podría desencadenar o potencializar el desarrollo de enfermedades como la diabetes y la hipertensión. Es por ello que los expertos recomiendan cuidar la alimentación durante esta época del año, lo que no significa privarse de alimentos sino comerlos con moderación. La variedad y abundancia de comida y bebidas en las mesa de Navidad y Año Nuevo amenazan la voluntad de aquellos que mantienen una rutina saludable todo el año. Una forma de resistir los alimentos poco saludables es incorporar más proteínas en cada comida y reducir los carbohidratos refinados y las grasas. “Las calorías de más, aunque se produzcan en un periodo de tiempo relativamente corto, parecen quedarse atrapadas en nuestro cuerpo, lo que incrementa el aumento de peso para todo el año. Por eso hay que tenerlo en cuenta durante las Fiestas”, aseguró en diálogo con The Harvard Gazette el doctor David Ludwig, experto del Hospital Infantil de Boston. Existe una correlación directa entre la cantidad de carbohidratos que comemos y el impacto en nuestro nivel de glucosa en sangre (Getty Images) Las estadísticas muestran una emergencia que debe tomarse en serio en Estados Unidos, con decenas de millones de adultos obesos o con sobrepeso. Los expertos están divididos en cuanto a las causas y las soluciones, y la opinión predominante se centra en el “equilibrio energético”: comemos demasiado y nos movemos poco. El experto, fundador del programa del hospital para jóvenes con sobrepeso y profesor de pediatría en la Facultad de Medicina de Harvard, afirma que nuestras células adiposas más gordas son la causa, y no el resultado, de comer en exceso, y que los carbohidratos integrales y más grasas saludables son la solución saciante. “La mayoría de la gente comprende intuitivamente que no todos los alimentos son iguales para el organismo. Sin embargo, los fundamentos de la prevención y el tratamiento de la obesidad siguen anclados en el paradigma de la ingesta y la eliminación de calorías, de que todas las calorías son iguales”, detalló el especialista. En el debate sobre las causas de la obesidad, David Ludwig aboga por pasar del paradigma conductual al biológico (REUTERS) Según pudo explicar, “si una persona va a su médico para que le recomiende una dieta de adelgazamiento, las sociedades médicas le aconsejan que le imponga una restricción calórica, normalmente 500 calorías menos de las necesidades previstas. Pero si todas las calorías no son metabólicamente iguales, si quemamos más calorías con una dieta que con otra, entonces la propia noción de un requerimiento calórico objetivo tiene poco sentido.” Esto significaría que las necesidades calóricas variarán, no sólo en función de la actividad física, sino también de los alimentos que elijamos. “En otras palabras -continuó-, 100 calorías de galletitas afectarían de forma diferente al almacenamiento de grasa corporal que 100 calorías de aceitunas”. El paradigma del equilibrio energético Es que para el experto, “el principal problema, según este punto de vista, son estos carbohidratos de digestión rápida que inundaron nuestra dieta durante la era baja en grasas de finales del siglo XX: pan blanco, arroz blanco, cereales preparados para el desayuno, palomitas de maíz, patatas fritas, aperitivos envasados sin grasa y bebidas azucaradas”. Si nos prohibimos la ingesta de ciertos alimentos es probable que terminemos descontrolándonos y con sentimiento de culpa (Freepik) “Estos productos industriales modernos se digieren en glucosa a los pocos minutos de su consumo, lo que eleva la insulina más que cualquier otro alimento. La insulina elevada impulsa a las células adiposas a ingerir calorías extra y los efectos persistentes de la insulina inhiben la liberación de esas calorías reprimidas unas horas después de la comida, cuando el cuerpo necesita acceder a la energía almacenada”, indicó. Basta un pequeño cambio en el destino de las calorías -que se quemen en los músculos o se almacenen en la grasa- para explicar las formas más comunes de obesidad, que se producen a lo largo de años y décadas. Podría tratarse de tan sólo 10 calorías al día, menos de la energía que contiene una cucharadita de azúcar, demasiado pequeña para medirla en ensayos clínicos breves. “Cuando el 95% de la población no puede seguir una dieta hipocalórica a largo plazo, quizá el problema no sea la fuerza de voluntad, la disciplina o el cumplimiento. Quizá el problema esté en el paradigma imperante del equilibrio energético”, sostuvo. Las celebraciones de fin de año pueden ser una buena ocasión para incorporar el hábito de consumir maní, frutos secos (nueces, almendras, avellanas, pistachos) y frutas desecadas (pasas de uva, arándanos) (Getty Images) Este punto de vista alternativo está bien establecido en modelos animales de obesidad. Si se administra demasiada insulina a un ratón, tendrá hambre, comerá más y aumentará de peso. Pero si se impide al ratón comer en exceso restringiéndole las calorías, engordará a expensas del tejido magro; canibalizará su músculo para compensar las calorías atrapadas en la grasa. Este es el sello distintivo de la “inanición interna” que describimos en el modelo carbohidrato-insulina, y creo que ofrece una explicación convincente de por qué es tan difícil seguir una dieta baja en calorías. Del mismo modo, los roedores que consumen hidratos de carbono de digestión rápida desarrollan sorprendentemente más grasa corporal a pesar de consumir menos calorías que los que consumen hidratos de carbono de digestión lenta. “Por supuesto, estos estudios de alimentación altamente controlada son mucho más difíciles de realizar en humanos. Sin embargo, muchas líneas de evidencia sugieren que estos efectos en los animales también se producen en las personas, como resumimos mis colaboradores y yo en revisiones recientes publicadas en el American Journal of Clinical Nutrition y el European Journal of Clinical Nutrition”, dijo. Muchas personas se restringen los días previos y en el día de las fiestas tienden a comer en exceso y hasta más de lo que el estómago puede soportar (Getty Images) – ¿Hasta qué punto debe ser estricta una dieta baja en carbohidratos para ser eficaz? Hay dos formas de reducir

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