Un viejo adversario, ahora con nueva denominación. Hasta aquí, Argentina siempre que lo enfrentó fue bajo su nombre anterior: Holanda. Y a partir de allí surgen los recuerdos de un historial compuesto de 9 partidos, con la particularidad de que han sido más en Copas del Mundo (5), que en amistosos (4). Quizás por eso es un rival que está adherido a sentimientos que se reviven con emoción. La clasificación a Alemania ‘74 trajo la alegría del regreso de Argentina a los Mundiales, luego de 8 años de ausencia, pero con la incertidumbre por una inmensa desorganización a nivel de dirigentes. A comienzos de aquel año la Selección disputó varios amistosos por el interior de país, sin lograr un nivel aceptable. En el mes de mayo, en la recta final rumbo al campeonato del mundo, se realizó una gira por Europa que dejó la sonrisa de un triunfo ante Francia en París por 1-0, la satisfacción de un 2-2 frente a Inglaterra en Wembley y el dolor de la estrepitosa caída en el cierre, con una dura goleada ante Holanda por 4-1 en Ámsterdam. Ese fue el primer capítulo de esta historia, que dejó dos cosas en el recuerdo. La primera fue la inmensa superioridad de un rival que estaba en la cumbre de su rendimiento y la segunda, una frase pronunciada por uno de los integrantes del cuerpo técnico argentino: “Mejor que jugamos con ellos ahora. Ya sabemos como se mueven. Ojalá nos los encontremos en el Mundial…” Mario Kempes festeja frente a Holanda, durante la final del Mundial FIFA de 1978, en Buenos Aires. Los locales se impusieron 3 goles por 1 (EFE/jg/Archivo) Y su deseo se hizo realidad exactamente un mes más tarde, el 26 de junio en la ciudad de Gelsenkirchen. El choque era por la primera fecha de la segunda fase de grupos, a la que Holanda había accedido con holgura, con excelentes actuaciones, al tiempo que Argentina lo había hecho en forma agónica, venciendo a la modestia de Haití y gracias a la victoria de Polonia sobre Italia. Todos los compatriotas presentes en ese partido, futbolistas y periodistas, coinciden en que pocas veces una selección nacional se vio tan superada dentro de un campo de juego. El 4-0 final fue mentiroso, porque la diferencia fue abrumadora. Johan Cruyff, autor de dos tantos, mostró su infinita calidad, a la que se agregó la categoría del líbero Krol, los desbordes de Rep y Rensenbrink y un equipo que parecía una máquina aceitada, pero pletórica de talento. Refrendaron con hechos sus dos seudónimos: La Naranja mecánica y El Fútbol Total. Tanta fue la demostración, que el periodista de la revista El Gráfico, Osvaldo Ardizzone, le dijo a su colega Enrique Macaya Márquez: “Estamos en problemas. Vamos a tener que inventar palabras nuevas, porque con las que sabemos hasta ahora no alcanza para describir esto”. Ese fue el último cotejo de Roberto Perfumo con la camiseta celeste y blanca. Como indiscutida potencia en el fútbol, Argentina soñó durante décadas con poder organizar un campeonato mundial. Y el viejo anhelo se concretó en 1978. Con la dirección técnica de César Luis Menotti, el equipo llegó a la final alternando buenas actuaciones y dudas en el funcionamiento. En el histórico domingo 25 de junio enfrentó a Holanda, que mantenía la esencia de aquella orquesta que había sido en el ‘74, pero le faltaba Johan Cruyff, el principal intérprete. Los dos goles de Kempes y el de Bertoni le permitieron la vuelta olímpica en un partido lleno de curiosidades. Uno de los hermanos Van der Kerkhof ingresó al campo de juego con un fuerte vendaje en su mano derecha, que se asemejaba a un yeso, lo que provocó una gran discusión, aunque finalmente actuó así. Apenas terminado el partido, Omar Larrosa salió corriendo e intentó quedarse con el balón, pero el árbitro italiano se interpuso y se lo llevó. Un año más tarde, cuando Argentina viajó a Italia para disputar un amistoso, el propio Sergio Gonella se la entregó a Julio Grondona, recientemente elegido presidente de AFA. Precisamente en el edificio de la Asociación del Fútbol Argentino, descansa esa reliquia en una vitrina. Los 90 minutos terminaron 1-1 y en el alargue llegaron los goles de la gloria, pero: ¿qué pasaba si concluía igualado? No estaba estipulada la definición por penales, sino un partido desempate, el martes 27 a las tres de la tarde en el mismo estadio. Mario Kempes terminó con su camiseta ensangrentada y desde la utilería, por el apuro, no le pudieron dar otra con su número 10 para subir al palco a recibir el trofeo. Lo hizo con una de las que pertenecían a Jorge Olguín y por eso en la foto de ese momento inolvidable, donde se ve a los futbolistas de espaldas, se pueden apreciar dos números 15… Dennis Bergkamp frente a Roberto Ayala en 1998 Para celebrar su 75 aniversario, el 22 de mayo de 1979, la FIFA organizó un partido amistoso en Berna. La idea fue reeditar la final de la más reciente Copa del Mundo, ocurrido menos de un año antes y allí se enfrentaron nuevamente argentinos y holandeses. Fue un cotejo trabado y disputado, que concluyó con un empate sin goles, por lo que se recurrió a la definición por penales. Fue una de las más extensas en la historia de la selección nacional, ya que se ejecutaron 20 remates. La figura fue Ubaldo Fillol, que contuvo los de René Van derKerkhof, Jan H. Peters y Jan W. Peters. Esa noche fue la primera presentación oficial de Diego Armando Maradona con la camiseta celeste y blanca en territorio europeo. Pasaron casi 20 años para un nuevo enfrentamiento y volvió a darse en un Mundial. Fue el sábado 4 de julio de 1998 por los cuartos de final en el estadio Velodrome de Marsella. Era un choque de figuras de ambos lados, con estrellas que brillaban en las mejores ligas del mundo como Javier Zanetti, Diego Simeone, Juan Sebastián Verón, Ariel Ortega, Gabriel Batistuta, Patrick Kluivert, Dennis Bergkamp, Edgard Davids y los hermanos de Boer. Luego de los goles de Kluivert y el Piojo López